Así que mi pareja aprovechó los pases VIP Club House gratis que una gran amiga nos enviara. Sacó pasajes, estadía de hotel, separó un mustang gris descapotable, me envió flores a la oficina el jueves y me raptó por el fin de semana completo. Ver la luna creciente de Miami a cielo raso, desde un convertible que va a 70 millas por hora es otra cosa.
Hoy estoy dando vueltas por Miami Beach, South Beach, West Palm Beach y todos los “Beach” que existen por acá. Fui a una exhibición de arte erótico en una galería preciosa y almorcé en el Brewzzi de City Place, una cervecería que tiene una suculenta cerveza con sabor a “peach”. Cuatro shots de tequila más tarde y varias peachy beers después han hecho maravillas en mi ánimo. El viaje me ha venido bien. Me he reído de lo lindo.
También visité la tienda Miami Ink. Esa donde los famosos y no tan famosos van y se hacen tatuajes cuya simbología e importancia mística les cambia la vida y los hace merecedores de un mejor propósito existencial. No sé. Llevo tiempo considerándolo. Quizás me haga uno.
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