Publicado el marzo 25, 2012 por nadjamelissa
En el Blog Decadentia // pretextos y nervaduras //
El libro es negro como algunas ausencias
extendidas y en su portada expone una piel desnuda con un único elemento
agregado en una mano. Desde la portada se nos muestra elementos que formarán
parte de analogías diversas tejidas en una especie de diario de la espera.
Podría ser también una bitácora de navegación de una tortuga que en el espacio
surca un porvenir para una vida después de la vida. Caparazones, novela de
Yolanda Arroyo Pizarro (2010), contiene cinco capítulos dispuestos en una
sucesión de caparazones (primer caparazón, segundo, tercero, cuarto y quinto
caparazón) en los que la voz de una mujer con el nombre de Nessa, reportera
freelance puertorriqueña, reúne memorias de su enigmática y magnética relación
con Alexia: fotógrafa, activista de derechos de animales y del ambiente,
también practicante de filosofías de la nueva era.
En total son
52 los registros acumulados en los que se nos ofrece una descripción
abarcadora, primordialmente, de la personalidad de Alexia, de los espacios en
los que ambas se encuentran, el toque de sus cuerpos y de una correspondencia
de obsesiones entre ambas que incluye una paridad entre sus cuerpos y los de
otras especies en constante asecho (tinglares,
por ejemplo) por las que entregan y dedican sus energías evitando la
extinción, posibilitando el apareamiento y el desove según los hábitos
naturales de las tortugas. La autora extrae el elemento migratorio de las
tortugas y lo pone a girar junto a su pasado de relaciones fusionándolo a su
actual adicción en la que se batalla hasta su espíritu siguiendo esa misma ruta
nómada y discontinua del movimiento de seres (ese zigzagueo).
Son varios
los tiempos que se conjugan paralelamente en la escritura, sumado al del deseo
constante de un regreso, de una vuelta al placer de esos cuerpos que se
entregan hasta el punto de la posesión imaginaria de uno sobre otro. Sobre el
nomadismo, Gilles Deleuze(1) expone:
El nómada
tiene un territorio, sigue trayectos acostumbrados, va de un punto a otro, no
ignora los puntos (punto de agua, de habitación, de asamblea, etc.) Pero la
cuestión es lo que es principio o sólo consecuencia en la vida nómada. En
primer lugar, incluso si los puntos determinan los trayectos, están
estrictamente subordinados a los trayectos que determinan, lo contrario de lo
que sucede con el sedentario. El punto de agua no está más que para ser dejado,
y todo punto es una parada y sólo existe como parada. Un trayecto es siempre
entre dos puntos, para el entre-dos ha tomado toda la consistencia y goza de
una autonomía como de una dirección propia. La vida del nómada es intermezzo.
Incluso los elementos de su hábitat están concebidos en función del trayecto
que no deja de movilizarlos.
Traigo esta
cita de Deleuze colocándome otras gafas para entender el tránsito que va
desarrollando Nessa cuando recuerda sus travesías profesionales, los puntos
donde chocaría con el flujo de Alexia (por ejemplo esa casa a la que Nessa le
confiere carácter de patria) donde Alexia experimenta otro tipo de poderío
afuera de aquella estancia familiar, que nunca precisa como primaria o
secundaria. Hasta su fin Alexia vive entre distintos planos a los que da
continuidad a pesar de la espera de Nessa y de su rencor por su matrimonio
oficial. La persona de Alexia se hace mito en las palabras de Nessa; la casa
misma está organizada de acuerdo a parámetros de geomancia y de hacer que el
flujo prosiga por sus rutas naturales de entrada y salida.
En una misma
tela son representadas ambas figuras de mujeres, movimientos en guerra
constante y común entre defensores de causas asumidas, el recuerdo punzante de
su madre, el trauma con la presencia de ciertos hombres y el contexto confuso
en que canaliza sus recuerdos. Todo esto hace que el lector, en lugar de leer
en modo lineal asumiendo posiciones únicas en temas tan diversos como la
experiencia homosexual y varias trabas presentes en pluralidad de formas en que
se organizan los afectos, amplifique el espectro de percepción. En mi caso,
problematizo la duda de si la voz narradora (Nessa) a causa de la falta de un orden autoritario
en su vida como adjudica en el número 34 de sus escritos, repara tal falta en
Alexia convirtiendo esas lagunas en deseo y entregando decididamente su
voluntad a la de ella, al punto de inseminarse y acceder a concebir un hijo.
Constantemente le pide que se divorcie como persiguiendo una plenitud de agua
donde beberá Alexia cuando por fin se instale, como promete y a la vez evade.
En una
primera vista antes de la inmersión en los distintos caparazones que soportan y
cuentan la trama, nos encontramos con una cita sugerente de Salman Rushdie (2)
que la autora y luego la voz de Nessa atrapan como lo lógico para entenderse a
sí misma o si es preciso hará que su espíritu, como inscribe en el número 17: quiera ser lanzado en proyectil, con el
viento solar […] como si pudiera ver los gases y materiales del universo que me
traspasarían y yo los traspasaría a ellos. Las orbitas de otros cuerpos que
esquivo…
Casi al
final de los caparazones lo que se asume y se sintetiza es un manifiesto y una
rebelión contra la ausencia, esa que la deja siempre justo al filo de su
pensamiento, sintiéndose como un caleidoscopio que deshace implacablemente
hacia el cosmos. Con el fluir de la escritura proveniente de Nessa permea un
juego que se vale de todo para mantenerse: espíritus, memorias, visiones,
reconciliaciones, incluso el mismo dolor y la angustia conforman toda la
expresión que desea mostrar y desnudar tal como en la fotografía de la portada.
En el ser de lo escrito todo converge y se equilibra por la organización
espacial de los elementos en Alexia y con su anhelo por escapar hacia otro
planeta. La novela se convierte pues en una metáfora de la ausencia y el amor,
hasta el punto de la muerte, que brilla como amuleto proveniente desde todos los
puntos a los que remitieron ambas su devenir migratorio.
1 Citado en:
Maite Itarrugi, El deseo según Gilles Deleuze. Tàndem Edicions. Valencia, 2000. 95 pp.
2 “The human being is a storytelling animal,
or, actually, the storytelling animal, the only creature on Earth that tells
itself stories in order to understand what sort of creature it is.”
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