En este post incluyo el relato lésbico de la página 14.
La obra roja
por Yolanda Arroyo Pizarro
En el Sternennacht de la sala principal cada círculo
concéntrico imitando las estrellas-novas-soles que originalmente pintara
Vincent van Gogh, son esferas escarlatas con un núcleo carmín obscuro en el
centro. Incluso la luna es un pedazo elíptico bermejo en esta nueva versión del
famoso cuadro. Quién diría que este öl auf leinwand ubicado originalmente en el
Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, tendría su contraparte enrojecida
en el Museo del Barrio de Loiza en la isla de Puerto Rico.
A pesar de
tener este conocimiento, y salvadas las distancias, me confundí de inmediato
tan pronto entré. Vicenta me había citado para encontrarnos, según había dicho
ella “en la sala de los cuadros rojos”, pero a medida que me movía entre cada
uno de los atrios me daba perfecta cuenta que el óleo sobre canvas del afamado
pintor de oreja cercenada, no era el único escarlata colocado allí, para amplia
exhibición en las paredes. En las subsiguientes tres salas que
visité, me encontré con los relojes blandos de Salvador Dalí, la Gioconda de
Leonardo Da vinci y Las meninas de Velázquez, todas en versiones rojizas y
coaguladas.
Decidí
entonces esperar a Vicenta en el vestíbulo principal. Sentada en él, dando
tiempo a que nuestra primera cita se concretara, fue que di con el
descubrimiento. Como es costumbre entre nosotras las féminas, saqué el estuche
de maquillaje para dar una última ojeada a mi rostro. Quise sentirme segura y
calmada con los resultados de haber colocado poco lápiz de labios y poco rubor.
Fue mirando el espejo en aquel particular ángulo que noté que detrás de mí El
grito de Munch —Der Schrei der Natur,— no solamente despedía horizontes de
crepúsculos rojos, sino que además esbozaba tonalidades parecidas a pequeños
hígados encarnados en las nubes, el muelle, el cuerpo de agua y el propio
personaje que grita. Hígados de textura vívidamente ensangrentada.
Me puse de
pie y me acerqué al canvas.
Y leí la
diminuta leyenda explicativa que acompaña a cada obra de arte. En ella se podía leer: «Óleo Munch.
Registro gráfico Rompiendo tabúes. La fotógrafa Gabriela Soyna publica por
primera vez en Puerto Rico su incisiva colección que ha dado la vuelta al mundo
titulada “Habrá sangre” en la que inmortaliza sin apuros un fenómeno femenino
harto silenciado: la menstruación.»
Así que
fue allí, frente a un hombre pintado con sangre coagulada menstrual, que esperé
por mi primera cita lésbica.
Y en
efecto Vicenta llegó luego. Llegó con la maranta de risos briosos, la piel
negra aceitada, olorosa a jazmines. Llegó sonriendo. Y sin encomendarse a nadie
se acercó a mis labios y los besó fogosa. Con tanta fuerza y tanta pasión que
me hizo sangrar el labio inferior cortándome sin querer con sus dientes… Aquello
lo consideré de inmediato un buen agüero.
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