miércoles, mayo 23, 2007

Fuerza de Mujeres


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En un estudio de género de Francisca Martin Cano, descubrí que Valentía era el nombre dado a una diosa por la cualidad de su fuerza. También supe que del nombre de la heroína arcadia Atalanta se deriva la palabra "atleta", y ésta, a su vez, proviene de athalos o combate. Constaté por cierto que Niké (lo mismo que la marca de calzado) era la diosa de la Victoria y que por eso se daba este nombre a los vencedores en los juegos de la antigüedad.

Como a veces me pregunto de dónde algunas mujeres sacan la fuerza, tendría que creer en la existencia de que estas diosas mitológicas hoy por hoy reencarnan en las féminas de actualidad que conozco. Tendría que creer simplemente que algunas de estas maravillas vienen con el aura destellante, despilfarrando energía y que con cada tormenta solar, se nutren de valor. De chiquita me paraba frente al televisor e invocaba con las manos cruzadas y los puños cerrados: ¡Oh Poderosa Isis! Recuerdo perfectamente aquel programa de televisión en el cual la mujer se vestía de deidad y lograba sus sueños en cada episodio. ¿Serán diosas, al fin y al cabo, sólo algunas?

La Mujer Cruda pasa por circunstancias nada fáciles. Cuida de sus dos padres mayores sin la ayuda de hermanos o familiares (uno de ellos tiene Parkinson y Alhzheimer), realiza las labores del hogar, es esposa diligente y amante exigente (me consta), y además no se pierde de las clases de natación, baile, costura, modelaje y otras hierbas en las que tiene envueltas, no a una, sino a sus dos hijas. La grande casi cumple la quincena y la otra, aunque es menor, quiere vivir colgada de bisutería y accesorios de cabellos que combinen, embadurnada de maquillaje y prendada de un ipod que parece una extensión de sus membranas más primigenias.

Esta Mujer, con todo esto a cuestas, saca el tiempo para invitarnos a su hogar, preparar bocadillos, tenernos Merlot, sentarnos en el balcón de su casa a chismorrear, gritar, carcajear y mearnos de la risa mientras las hijas de una y otra juegan hasta las tantas de la madrugada en los cuartos juveniles y el marido ve televisión en su aposento. Esta Mujer da consejos, amonesta sin temor a equivocarse, repara en verdades crudas (por eso el apodo) y asevera que la vida existe para vivirse, que hay que tomarla bajo la consigna de “estoy en un momento muy egoísta de mi existencia, a gozarme el mundo” y a todo aquel que no congenia con su máxima le planta un “No estoy” que lo deja boquiabierto.

La Mujer Cruda se preocupa por los amores; por los de ella, por los míos y los de las demás que componen el núcleo. Ama todo lo que quieras, negra, me dice, pero por el amor de Dios, deja el cargo de consciencia a un lado, deja la culpa, deja el dolor fuera de las paredes.

La otra divinidad es la Mayra, ya picando para el sexto mes de su segundo acto de co-creación suprema. Lleva en el vientre a una niña, que como ella, traerá esos genes de grandeza de espíritu y un bagaje de otras vidas que la harán ser maestra de sabios.

Hay que disfrutarse a la Mayra con el ombligo salido, las curvas oscuramente preciosas, los pómulos risueños y floridos, el cabello hormonalmente fastuoso. No la he visto arremillarse ni una sola vez, ni siquiera para decirme que el consorte tiene un olorcito a malta India, por aquello de las hormonas. Sólo sé que vomita y escribe, escribe y vomita, pero ni por un segundo aguanta la pluma. No se retrae. Lo mismo que la diosa Moles, domina la Corpulencia, esta vez de las palabras. Y cómo no ver en ella a Minerva, toda sabiduría en el diálogo, en la inclusión, en el cuento de amores y desamores. Le he leído varias cosas, le he aplaudido otras tantas. Intuyo que su creatividad se acrecienta imantada cuando lleva gente dentro de ella. Lo mismo le pasó con el primer baby y ya vimos el resultado: un santo premio que le trajo gloria y orgullo al país. Habrá que cuidarse ahora a ver que le trae la marea. O mejor dicho, que va a ir ella a buscar adentro de los marullos, porque es de las que se va de pesca, no de las que espera porque los peces le lleguen a la orilla.

Anoche me tocó hablar en una tertulia con otras mujeres diosas: Mayda, Mairym, Astrid, Ana María, Jessica, Cheryl, Iriselma, Beba. Cada una con poderes sobrenaturales. Cada una estoica y luchadora. Cada una con un traje de Mujer Maravilla debajo de las ropas y una varita mágica escondida en algún rincón que se activa con el movimiento de la nariz a medio hechizo.

Mujeres de fuerza descomunal todas ellas. Cuando sea grande quiero ser así, ¡carajo!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como no puedo llenarte los bolsillos de guerras ganadas, al menos déjame batallar a tu lado en las constantes escaramuzas que la vida nos enfrenta. Sabes que te siento de mi sangre y no importa un carajo más.
LA MUJER CRUDA

Acerca de mí

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Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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