Por
estos días visité el atelier de la
poeta puertorriqueña Mairym Cruz Bernal para darme con la gustosa sorpresa de
que su taller confesional, que ya lleva impartiendo por diez años, todavía sigue
vivo y pulsante. Allí, frente a la bahía de Condado y sentados alrededor de una
mesa de alquimista redonda, daban lectura a sus ejercicios poéticos varias
mujeres disciplinadas a quienes Cruz Bernal lidera.
La
maestra poeta se encuentra además estrenando una antología de versos que
incluye un diminuto pero grácil homenaje a la autora de sus días, quien
falleciera en meses recientes. Fue muy agradable sumergirme en el andamiaje poético
que dio vida a su obra melancólica más sentida, más íntima, dedicada a la
madre. Hojeé de cerca el libro de Jaime Sabines que sirvió de acompañante a
Mairym durante los días en que cuidaba a su progenitora en el hospital, mismo
que se convirtió en pergamino hechicero y le permitió perpetuar entre sus páginas
inspiradoras, los poemas que irían a convocarse bajo un mismo códice: "Amanecida de dolores" publicado por Roberto Arizmendi y Lina Zerón en el libro "Muerte y Poesía" (2016).
Enhorabuena.
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