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Pedro Juan Gutierrez tiene un cuento pasmoso, el que abre el libro ‘Carne de perro’, en donde el protagonista encuentra a un viejo borracho inconsciente y lo lleva al hospital. La madeja de complicaciones que se disparan después y cómo las esgrime Gutierrez es asombrosa. Inmiscuir al médico, a las enfermeras, a la guardia de La Habana, nos hace fijar la mirada en la Cuba de pescadores y soñadores. En ese cuento, ‘El mundo es muy peligroso’, unas ratas le comen la mano al hombre embriagado, y el pobre está siempre tan anegado en ron, que no se defiende. El resultado es la mano del hombre con pedazos que le faltan por las mordidas de las ratas. En la brujería, la mutilación de las colas de estos animales guarda estrecha relación con el hechizo que se persigue para lograr maleficios en contra de alguien que se resiste a marcharse. Como bien sabemos, la literatura a su vez, guarda estrecha relación con lo oculto y con el patrimonio. No nos sorprende que se extrapole o se infiera el evento relatado en el cuento, como el de una venganza de las propias ratas por todo el tiempo en que han sido masacradas para utilizarse en rituales. Al comerle las manos al borracho, están dejando la notificación del ya basta. Esto se da, a la vez que el borracho se nos presenta con la personificación de la soledad y el abandono.
Existían hechiceros así como sacerdotes practicantes de magia en Egipto allá en el siglo dieciséis a. de la E.C. y durante la edad media en Europa, los sospechosos de brujería eran ejecutados. En ambos casos se ha documentado la experimentación con ratas para su consumo, con licores para invocar los guardianes y así, encontramos un paralelismo esotérico en el texto de Gutierrez. Sin embargo, por siglos la brujería y el vudú se han practicado más o menos libremente en África, Asia, América del Sur e islas del mar Caribe como religiones prominentes. En la propia Cuba está aceptada.
Por otro lado está el asunto de la hechicería a los que se resisten a marcharse. Esto en Cuba tiene un significado muy profundo, debido a los tantos exilios que esta isla provoca.
Los cuentos ‘Te pareces a Dick Tracy’, ‘Carne de perro’ y ‘A lo bestia’ son muy bien logrados, mostrándonos un Caribe estrepitoso, de alcoholizados y putas con gonorrea y sida, dándole forma a la novela cuentada más entretenida que haya leído yo en mucho tiempo. El título nos pone a pensar, puesto que se culpa a Ester, la mujer que mató a su madre, de ser carne de perro, o sea, una buena para nada. Y el protagonista (acaso el mismo autor), le dice a su progenitora: ¿Y qué? En el fondo todos somos carne de perro?
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