Por Yolanda Arroyo Pizarro
Anoche asistí a la lectura Tinta de Sidario, en recordación de los caídos por la epidemia del HIV/SIDA, convocada por Librería Mágica y el Colectivo Literario Homoerótica. Fue muy emotiva, sobre todo porque afloran preguntas esenciales: 1)¿cómo celebro 30 años de una pandemia que se llevó a tantas queridas y queridos? 2)¿cómo no llorar entre tanta letra conmovedora? 3) ¿cómo seguir con esta nostalgia?
Parafraseando a Susan Sontag, “some questions have no future”. Es mejor no contestar. Es mejor suspirar. Es mejor escuchar la introducción de una noche memorial dirigida por Ruben Ríos Ávila y su susurro mientras nos contaba: “Es imposible ser homosexual, mayor de 50 años y no haber perdido a alguien ante la plaga del sida”.
Es mejor acunarse en su recuerdo vergonzoso de la ex amiga: “Esa tarde llegué al trabajo, saludé a mi amiga de siempre y ella me apartó diciendo: ¡Cómo te atreves! Soy madre y tengo un hijo al que defender”.
Es mejor seguir mirando a Ruben, reflexionar cuando nos confiesa: “Tardé una eternidad en hacerme la prueba, nervioso, esperando todos los días que aparecieran los síntomas. Moretones, llagas, herpes labial. Nada de eso apareció.”
El origen del Sida han querido achacárselo a Haití, a África, a los maricones, a las promiscuas. Nunca a los doble-vida fundamentalistas con esqueletos en el clóset. Nunca a los senadores, capitalistas o dirigentes parlamentarios que van a misa y se acuestan con menores. Nunca a los que fornican de espaldas y son padres de familia, esposos de mujeres de sociedad que se reúnen a mostrar sombreros raros, o esposas de hombres Opus Dei.
Ruben nos contó cuando iba al hospital a visitar a Manuel Ramos Otero. No le hablaba de su moribundez, ni le preguntaba sobre los escalosfrios ni el sarcoma de caposi. Seguía siendo un ente vivo, energético, talentoso. Le hablaba de la edición de un texto que iba a publicarle.
La ficción de Ramos Otero fue, en palabras del escritor puertorriqueño Luis Rafael Sánchez, “una revelación espléndida de capacidad y penetración (…) inauguró en las letras puertorriqueñas una nueva época literaria” que luego confirmarían críticos como José Luis Vega y Lilliana Ramos Collado. Inauguró una poesía atrevidamente transgresora feroz, desde donde ventilaba el tema homosexual como nunca antes lo había hecho un puertorriqueño, ni un caribeño, ni ningún otro ciudadno latinoamericano. Era la primera vez de una literatura puertorriqueña tan audaz, tan “sacada de su escondite”. Mayra Santos Febres ha declarado ya: “Ninguno hasta ahora, y con tal polivalencia metafórica, la ha asociado tan eficaz- y tácitamente a la desafiante reconfiguración de un canónico legado literario, a la condición de desplazado paria o forzado exilio del (e)migrante isleño, o (como en “Nobleza de sangre”) a duraderas nociones históricas coloniales de pureza de sangre, enfermedades sanguíneas, y las dolorosas, aisladoras soledades y dislocaciones de la modernidad”. Y concluye que su poética incluye “un giro militantemente homosexual, agresivamente erótico, flagrantemente insurgente, “anulador del género,” y “sedicioso”.
En efecto, recordamos anoche a Manuel, y también a José, y a Pedro y a la mamá de Peri, y a Cecilia, y a Ricardo, y a todos los caídos por el HIV y hasta a los que hemos perdido por la diabetes y la mercantilización de los servicios médicos. Duele demasiado, se nos aprieta el pecho mucho. Es mejor escuchar a Gil René, a Iliana García, y a Miguel Diffoot en lecturas emotivas y dramatizadas, leyendo textos de Ricardo Santana, Moisés Agosto Rosario, Karen Sevilla, Luis Negrón, David Caleb Acevedo, Lina Nieves, Ángel Antonio Ruiz, Julio A. García, Nemir Matos Cintrón y del mero mero Manuel Ramos Otero.
Es mejor seguir escribiendo…
Fotos de H. Roberto Llanos
Texto Nobleza de Sangre de Manuel Ramos Otero
1 comentario:
Gracias, querida Yolanda, por esa lectura tan generosa y certera de mis palabras y de la noche de anoche. Un abrazo.
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