POLÍTICA Y SOCIEDAD
por Yolanda Arroyo Pizarro / Especial para Revista Cruce
Zulma y yo fuimos a África.
Se nos invitó al Yari Yari Ntoaso: Continuing the Dialogue – An International Conference on Literature by Women of African Ancestry. La OWWA, Organization of Women Writers of Africa, el New York University Institute of African-American Affairs, the Mbassem Foundation y el NYU in Ghana Program fueron muy hospitalarios, afectuosos y diligentes durante nuestra estadía en mayo de 2013.
La organización nos advirtió que se respetaban las sexodiversidades dentro del circuito cultural, intelectual y literario de la conferencia, pero que fuera de este existía gran hostilidad de parte de los ghanianos hacia la homosexualidad. Que fuéramos prudentes, se nos pidió. Advertencia muy a tono con la realidad de Ghana, que recibe a sus turistas con un letrero en el aeropuerto en el que establece que si uno es pervertido, debe dar la vuelta y marcharse a su país de origen, porque allá no se toleran esas desviaciones.
Zulma y yo tomamos previsiones. Decidimos no realizar ningún tipo de expresión afectiva en público y nos propusimos ser muy cuidadosas. Durante los días de la conferencia, en la que yo estaba participando con una charla, ella con la parte de la traducción instantánea de español a inglés, y ambas con una lectura de poesía erótica, siempre que sentíamos la necesidad de acariciarnos en público, o tocarnos, o hacernos algún cariñito como acostumbramos hacer en Puerto Rico, en vez de eso, nos chocábamos las manos. Es decir, levantábamos las palmas y las colisionábamos, una con la otra, en el famoso “high five” de los jóvenes. Creímos que eso bastaría para parecer “heterosexuales normales” y no poner innecesariamente nuestras vidas en peligro.
Durante nuestro día de asueto, fuimos a comprar vestimenta africana y souvenirs. Fuimos alertas, estuvimos pendientes, y a la misma vez nos quedamos confiadas en que si tomábamos todas las precauciones, nada nos sucedería. Sin embargo, al analizarlo en retrospectiva, nos daríamos cuenta que igual fue un descuido. Bajamos la guardia ante el hecho de que cualquiera que ve a Zulma (mujer hermosamente masculina, alta, sin maquillaje ni uñas pintadas, mujer que trasgrede parámetros de género) y luego me ve a mí a su lado (una mujer que la ama), solo tiene que sumar uno más uno.
Así las cosas, al visitar el Ossu Market, un mercadito de kioscos con techos en zinc y tela, ubicado en las calles de Accra, la capital de Ghana, fuimos perseguidas por un hombre que agresivamente nos gritó: Lesbians. We do not want lesbians in Africa. We kill lesbians in Africa. Go back.
Y en efecto, el lesbianismo es ilegal en Ghana. Anualmente se informa de miles de casos en que las lesbianas son agresivamente golpeadas y violadas incluso por los policías que las arrestan. Las violaciones correctivas, es decir, para corregir según los intolerantes el lesbianismo, han tomado gran auge en distintos lugares del continente.
El hombre que nos gritaba nos persiguió media cuadra. En nuestra carrera desesperada, pasamos en frente de un puesto de policías que atestiguó todo y no hizo nada. Tuvimos que entrar a una tienda tipo boutique de ropa de hombre para escondernos del individuo. Era obvio que los dueños de la tienda no nos querían allí, pero el miedo fue mayor y nos mantuvo dentro de las instalaciones a pesar de que éstos y algunos clientes no hicieron nada y también estaban molestos.
Salimos cuando creímos que el hombre ya no estaba afuera agitado y gritando. Avanzamos a tomar un taxi y regresamos al hotel.
Zulma y yo nos peleamos. La situación nos dejó muy afectadas. En el repaso mental nos dimos cuenta que el hombre quería vendernos unos cuadros. Dijimos que no, pero él continuó persiguiéndonos. Cada vez que se acercaba, Zulma hablaba con él en inglés y yo le decía a ella en español que no podía seguir hablando con él porque el asunto se podía poner hostil. Pero él regresaba, ofrecía los cuadros por menos dinero, hasta le dijo a Zulma “tómalos gratis” y ella continuó intentado hacerlo desistir de manera amistosa. Ella es una mujer pacifista, agradable, con una muy arraigada filosofía hippie love que va desplegando entre todos los que la conocen. Es una de las razones que me hace amarla con todas mis fuerzas.
En un momento dado le dije al acosador, “Sir, please no”. Y ahí fue que él me contestó iracundo: “Don’t say no to me. Are you a lesbian? Of course you are!”. Y empezó a gritar que nos matarían en África.
En el taxi, después que escapamos, Zulma y yo no pudimos tocarnos por miedo a que el chofer nos viera. La mujer a la que amo y me ama, no pudo abrazarme y decirme que todo estaría bien. No pudo apaciguar mi nerviosismo. No me pudo consolar, ni yo a ella.
Esa noche en el hotel dormimos con la puerta sellada, resguardada por los muebles del cuarto que movimos hacia la misma, intentando tener algo de paz que nos permitiera dormir.
Zulma y yo nos besamos en África. Llorosas y eufóricas, embravecidas y acobardadas, en la falsa seguridad de un cuarto de hotel peligrosamente rodeado de gente que bien pudo habernos hecho mucho daño. Gente que diariamente viola y asesina a sus mujeres y sus hombres, que comete estos actos contra sus vecinos y familiares.
Yari yari significa futuro en kuranko, lengua de Zimbabwe. Ntoaso significa entendimiento en akan, lenguaje que se habla en Ghana. Besarte, mi amor, nunca ha sido tan imperioso, tan vital, como besarte en África. Amarte en un lugar tan arriesgado, nunca me ha llenado de tantos temores y a la vez de tanta vida como amarte en África, acariciarte en África, meter mi cuerpo en tu cuerpo en África, refraseando la melodía. Ojalá en nuestro yari yari juntas podamos ver un mundo reformado, para que encontremos el mejor ntoaso de esta existencia.
*Todas las imágenes pertenecen a la autora, Yolanda Arroyo Pizarro.
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