Serie narradoras puertorriqueñas: Arlene Carballo y revertir la victimización de la mujer
Cómo escribí mi cuento favorito
Especial para Boreales de Yolanda Arroyo Pizarro
La idea para este relato me vino al leer la columna
semanal “Antes que llegue el lunes” de la escritora Mayra Montero. El tema
principal de aquella nota dominical no lo recuerdo, pero lo que no se me olvida
fue que las últimas líneas Montero las dedicó a defender a Denissa, una joven
vedette puertorriqueña arrestada en una redada de prostitución y quien se había
convertido en el tema preferido de los medios noticiosos. Al final, y como
quien no quiere la cosa, la escritora cierra sugiriendo que de ser Denissa,
ella hubiera manejado las cosas de forma distinta.
Ese solo comentario me picó la curiosidad. Aunque yo no
había estado pendiente de los pormenores del arresto, el exceso de publicidad
hacía difícil no saber del caso. Pero, ¿qué tenía en mente Montero? ¿Y cómo
revertir la victimización de esta mujer? Esa fue la chispa. De ahí comencé a
construir la historia de una artista venida a menos que enfrenta un cargo de
prostitución del cual se defiende con mucha astucia.
“Mechita gana una” me gusta porque incorpora elementos
pintorescos del Puerto Rico del siglo XXI, retrata la farándula y los medios,
tiene humor y la protagonista es muy lista. Este cuento figura en la antología
de cuentos ‘Mujeres que se portan MAL’ publicada en el 2013.
“Mechita gana una” (fragmento)
La ramera percibió el orgasmo del hombre, se zafó del
cuerpo y se fue a vestir. Era una de esas mujeres que le gustan a los hombres:
con mucha teta, mucho culo, pero sobre todo mucha disposición.
Mechita lo escuchó pedirle una ñapa, pero se negó;
otros clientes la esperaban. Fue cuando quiso cobrarle por el servicio que él
se identificó como un policía. Ella intentó evitar el arresto al ofrecerle la
denegada faena oral, pero ya era tarde.
—Venía
a arrestarte de todas maneras, pero no pude resistir darme una gozaíta
contigo...
Al llegar al cuartel de la policía, el semblante
victorioso del oficial Hermenegildo Esquilado anticipaba la fama que le
proveería ese arresto. Mercedes Montijo (Mechita cuando habitaba aquel otro
mundo) era una artista desempleada de mediocres habilidades pero con suficiente
factor de reconocimiento para que la prensa amarillista de la región se allegara
hasta la comandancia a indagar sobre su notorio cambio de profesión.
Aunque llegó con más ropas que cuando animaba el
programa De aquí a Piñones, la primera finalista del certamen de belleza
Miss Guayama e intérprete del sencillo Arañándote el pecho llamó la
atención de inmediato por lucir una espesa melena pelirroja, una minifalda
estampada en imitación de piel de leopardo y una entallada blusa de cuero cuyos
botones de presión se aferraban a la tela para contener unos magníficos senos
tatuados con pequeñas rosas. Emisarios de la prensa farandulera ya rondaban el
lugar, deseosos de una declaración y de fotos del fichaje de la olvidada actriz
que de inmediato se transformaba en la etiqueta más accedida de los medios
cibernéticos.
Ella pudo haber solicitado su
representación legal, pero lo que buscaba era venganza por el abuso de otro
agente más, por haberle informado a la prensa de su arresto y por la
fanfarronería con la que Esquilado se conducía.
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