Cómo escribí mi cuento favorito
Especial para Boreales de Yolanda Arroyo Pizarro
Casi pierdo la cordura en el entierro. Mientras bajan la
caja, internalizo que cuando comiencen a arrojarle tierra encima, será todo.
Nunca más voy a volver a verlo, a reírme con él, a enviarle un capítulo recién
terminado o editar uno de sus cuentos. Él está encerrado en esa caja, siendo
abrazado por Gaia Madre y yo, encerrada en un mundo donde él no está.
Ahí entendí la manía de viudas de arrojarse al suelo
gritando a los cielos «Llévame contigo». Es porque lo que aterra no es la
muerte o la vida, sino la soledad. Mi cialeña interna y mi puertorriqueñidad
intravenosa me dictan como instinto milenario que me arroje al piso yo también.
El pensamiento no procede. Él es capaz de volver de la muerte para castigarme
si llego a hacer una escena en su entierro.
Me quedé hasta que todo el mundo se fue. De un segundo a
otro oiré su risilla diabólica diciéndome que esto es una broma. Pienso en la
muerte, la risa, la literatura y la negación. Por último, pienso en el
suicidio. Pero no hay nada de qué preocuparse, eso es solo algo que me pasa los
últimos martes del mes.
Este cuento se llama P, como el personaje muerto al que hace alusión. Es mi cuento favorito porque es, probablemente, el más personal que he escrito. La muerte es inventada, pero todo lo demás no podría ser más cierto. Cuenta la historia de dos gemelos, el hermano muerto joven y la hermana que queda desamparada de él y que es quien narra la historia. Se trata de gemelos fraternos, pero también hermanos en la tinta. Se acompañan en su meta común de convertirse en escritores. El final del cuento termina revelando que la conexión con la literatura es lo que más le va a servir a a narradora para mantener a su hermano cerca de ella, puesto que ella termina saliendo del entierro de la mano de uno de los personajes creados por su hermano. Invocado por la misma pérdida, Darwin viene a ayudar a Valentina a sobre llevar la muerte de P.
Lo más que me gusta del resultado de este cuento es lo
verdadera que se siente la voz narrativa. Me gusta pensar que las lágrimas que
la gente derrama llega un punto en que se une a la corriente del mismo río. El
dolor nos hermana. Por eso me gusta escribir del dolor, porque siento que
hermano a todos los que, como Valentina, han perdido algo que no pueden
recuperar y sin lo que se sienten menos de la mitad de un todo. Nunca estamos
realmente solos, es lo que esta historia me dijo a mí cuando me llegó.
Lo escribí de una sentada y me bebí las lágrimas durante
todo el proceso porque en ningún momento dejé de imaginar el féretro abierto y
a mi Raymond, mi mejor amigo y mi hermano en la tinta, adentro… muerto de la
manera más definitiva. Este cuento me enseñó que es inútil
tratar de vivir desconectado de las personas que nos rodean. Siempre nos vamos
a conectar y siempre nos va a doler al desconectarnos, sea por la razón que
sea. Evitar el dolor del todo no es una salida viable y si lo fuera no es una
positiva. Es mejor dejarnos hermanar por el llanto que marchitar de soledad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario