La cantante puertorriqueña Choco Orta, acompañada de la Banda del ICP, dirigida por el Maestro Ángel “Cucco” Peña, tendrá a su cargo la interpretación de varios temas que fueron famosos y distintivos en la voz de la fenecida cantante ponceña, Ruth Fernández. Esto como un homenaje a la artista y en celebración del 60 Aniversario del Instituto de Cultura Puertorriqueña. La actividad se llevará a cabo el domingo 28 de junio de 2015 desde las 8:00 p. m. en la tarima principal, ubicada frente a la Sede del ICP en el Viejo San Juan. Este concierto es libre de costo.
A modo de celebrar a Ruth, a Choco Orta, al ICP y al próximo Congreso de Afrodescendencia de Puerto Rico que es a su vez un significativo saludo del Decenio Internacional de los Afrodescendientes proclamado por las Naciones Unidas, incluyo mi cuento 'Las nietas' para el disfrute de todos los lectores y con el solemne propósito de que las grandes aportaciones de nuestros talentosos hombres y mujeres negros y negras borincanos sean siempre reconocidas y recordadas.
Cuento 'Las nietas'
Por Yolanda Arroyo Pizarro del libro Animales de apariencia inofensiva
Camina erguida, pavoneada,
como si las prietas necesitaran dignidad; como si las nietas de africanas
poseyeran un lugar en este mundo. Su entrada por la puerta principal del Hotel
Condado Vanderbilt desafía miradas, contubernios murmurados, el aspaviento de
los abanicos con encajes que pertenecen a las mujeres blancas y que han sido
regalados por sus esposos ricos. Ruth Fernández se llama, y es cantante, y es cerca
de 1940 en El Caribe, y sus abuelos bien pudieran haber sido ghanianos. Mis
ojos azules se asustan porque a esta edad de diez años ya sé lo que deben y no
deben hacer los de la servidumbre, aquellos del color feo y los cabellos
nauseabundos. Los pechos se agitan, los sudores se agolpan ante el
atrevimiento. La orquesta Whoopee Kids
comienza a entonar una melodía que distraiga, que baje los nervios. Para
sorpresa mía, de mis padres catalanes y del público blanco, la negra de Ponce
que debió haber entrado por la cocina, abre la boca. La abre y estira el
cuello. Lo estira, modula la voz y armoniza. Entona un repertorio que todavía
hoy, cincuenta años más tarde, me sabe a gloria si cierro los párpados. Mis
nietas pequeñas, mulatas de cabellos grifos y encaracolados, tararean las
canciones de Ruth que aún sobreviven en los discos de vinilo en nuestro hogar.
Ellas hoy no entenderían la palabra ‘segregación’. Habría que hacer malabares
para explicarles también lo de abolir. Antes de morir, o algún día cuando estén
listas, les contaré. Cantaré con ellas, como aquella. Abriré la boca y estiraré
el cuello.
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