La Mujer Pecas también es parte del Clan de treintonas, igualmente próxima a cumplir años, el próximo 29 por cierto, y también es mi mejor amiga de la adolescencia. Se puso furiosa y celosísima cuando le dediqué una columna a nuestra otra mejor amiga, La Mujer Cruda, pero se le pasó muy rápido cuando le acaricié el alma al decirle que era mi pecosa favorita.
La Mujer Pecas me preocupa, y es que no puedo evitarlo porque la quiero. Así, como se quieren a las hermanas y se vela por ellas. Me preocupa porque a veces suena taciturna, esquiva, malhumorada y yo se que su corazón rebosa por explotar en carcajadas, pero ni una sola le sale. A veces fuma y se le escapa una risilla contándome el último chisme de su casa o el trabajo. También me regaña, con demasiada frecuencia para mi gusto, y quisiera que lo hiciera menos, y que se censurara menos y que soltara la trenza, el moño y la peluca para que disfrutara más de su vida. Creo, no me lo ha dicho pero lo creo, que vive atada al recuerdo de su último amor. La relación terminó give or take hace un año.
¿Cuánto se guarda luto en amores? ¿Cuánto se espera a que se vaya el recuerdo o a que se sane la herida? ¿Es justo para uno mismo hacerse eso, postergar el asunto, seguir solo, cerrando cualquier puerta que apenas intente querer abrirse? ¿Esperar? ¿Esperar aunque sea con la esperanza de mandarlo al carajo tan pronto regrese con el rabo entre las patas?
A la Mujer Pecas hasta le han salido canas, muy chulitas por cierto, pero muy amargadas si las miramos quienes la amamos con fervor y de verdad. Nos gustaría verla feliz. Nada mi cielo, mi pecosa adorable, que aquí tienes siempre mi hombro.
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PD: Pecas, sé que estas aún más triste por estos días, y de luto por el joven boricua que murió en la masacre de Virginia Tech. Era tu primo. Tienes mi abrazo y mis hombros desde siempre.
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