Por estos días leí un artículo de internet, que decía lo siguiente: “Más que pensar en el sexo por una noche, las mujeres demuestran una actitud distinta que los hombres ante esta situación y su finalidad es romántica y amorosa, ligada a un ideal con planes sentimentales a futuro, esto según estudios recientes, publicados en el sitio Mundo.es.”
Tengo sentimientos encontrados con esta información y opiniones que se me entrecruzan, pero me limitaré simplemente a argumentar que Doris Lessing ya había pensado en ello cuando, varios años atrás, redactó el relato ‘Las abuelas’ en el libro del mismo título. ‘Las abuelas’ es uno de cuatro relatos o novelettas (novelas cortas) que, según los críticos, “se sumergen en los vericuetos de la vejez” o, como a mí me gusta llamarle, “erotismo en la abuelidad”.
Lessing trabaja en ‘Las abuelas’ con un instinto básico, la sexualidad de los años post-mozos. Y lo combina junto a lo que Mundo.es ha llamado “la finalidad romántica y amorosa ligada a un ideal con planes sentimentales a futuro.” ¿La trama? Fácil, dos mujeres que próximas al regodeo de la antigüedad quieren todavía sentir cosquillas en el estómago; dos mujeres que aún en su edad madura quieren enamorarse, quieren seducir, quieren coquetear y sentirse vivas, allí, justo en el centro donde les palpita rico y se bombean las lubricaciones más primitivas.
Un detallazo de parte de la Doris salpica de memorable la historia, y es que esta autora —por algo se ganó el Nóbel— nos describe una trama en la que estas dos mujeres, la mar de inteligentes, la mar de astutas y la mar de sicológicamente complejas, juegan una carta debajo del brazo (la carta de la victoria) y han decidido garantizar su estadio romancero y su desahogo carnal con una treta que dejará de una pieza a la mayoría de sus lectores, especialmente a los más decorosos.
En sus páginas iniciales nos dice: “Dos niñas llegaron a la gran escuela el mismo día a la misma hora, se conocieron y se hicieron grandes amigas”. Estas dos mujeres, Roz y Lil, ambas rubias, vivarachas y perspicaces, se parecían tanto que muchos decían que eran hermanas. Ese vínculo de búsqueda familiar de la una en la otra les permite unificar y solidificar lazos a lo largo de los años. El eje narrativo es precisamente esa amistad hasta que entran en la tercera edad, una viuda y otra con un matrimonio fracasado. Cada una atestigua y comparte los mayores acontecimientos de la vida de la otra: matrimonio, divorcio, viudez, nacimiento de primogénitos, negocios, cambios de carrera, advenimiento de nietos. Cada una ve en la otra la completitud que no se haya afuera. Por ende, cada una, sin querer queriendo, o más queriendo que sin querer, deposita en la herencia terrenal de la amiga/hermana sus más acérrimos anhelos de necesidad amorosa.
El tiempo pasa y a todas luces, frente a la palestra pública de una sociedad demencial y puritana, el que cada una se quede “sola” en el pueblo se explica atribuyéndoseles una relación de lesbianismo. Lejos están todos de saber que “la relación secreta” no es precisamente ésa, y sí otra, que al cabo de la historia descubren sus nueras.
Me fascina Doris Lessing sobretodo porque abre la posibilidad de la belleza y el sensualismo en una edad que carga con el tabú más grande: el de perpetuar seres asexuados porque son mayores. Y porque se atreve a proponer en su literatura lo impensable. Le dice fo al decoro, tira por la borda los falsos escrúpulos. ‘Las abuelas’ es una historia no apta para los que cargan con exageradas dosis de moralidad o mojigatería, a la vez que hila exquisitez con un cuidado estético y estilístico.
2 comentarios:
Tengo que leerla. :) Y sí ese artículo me dio piquiña. ¿tiene que ser esa la finalidad?
Excelente obra, me recuerda tomates verdes fritos, una escritura delicada del amor entre las mujeres. Atrevanse.
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