de Yolanda Arroyo Pizarro
por Anthony González Miranda
Avalancha destaca la violencia de las personas de una manera más naturalista que realista. Realmente se aleja del hiperrealismo de libros como ‘Mundo cruel’ y ‘La belleza bruta’ y representa una extraña muestra de narrativa moderna en donde la existencia de sus personajes está sujeta a una condición humana inescapable: la violencia.
‘Borealis’ me pareció un autentico relato naturalista; la crudeza de ciertos aspectos humanos, la inevitabilidad del destino de los personajes y la abundante descripción de la naturaleza encajan perfectamente con el modelo naturalista de, por ejemplo, ‘La charca’, de Manuel Zeno Gandía. Es interesante ver cómo funciona este estilo artístico algo antiguo en una narrativa más contemporánea que se preocupa por lo físico (por la piel), cosa para mí equivalente a lo natural.
Una decisión peligrosa que ha tomado Yolanda Arroyo es utilizar numerosas referencias a la cultura pop. En muchas casos se detiene y las explica, o al menos da un trasfondo, para que tengamos una idea, pero al igual que Reyerta TV, algunos lectores pueden sentir una brecha generacional al leer algunos relatos de Avalancha, como por ejemplo, ‘Montar las olas’.
‘Montar las olas’ ha llamado mi atención porque me ha parecido más bien una pequeña novela. Al final conocemos que todo lo que ocurre con ‘Cranky Kong’ tiene un trasfondo personal terrible, pero hay muchas cosas sucediendo alrededor de los muchachos protagonistas de este relato que retrata la violencia y la indiferencia y los devela como parte de un jueguito cínico que se ha inventado este infame conclave de sádicos juveniles. Sus aventuras son impresionantes. La sentencia final ‘Todas las bananas del mundo’ es cómica, y a la misma vez dolorosa, y ese efecto muy bien logrado es apreciable.
Hay momentos en los que la narración de Yolanda me recuerda el estilo del ‘collage’ que utiliza, por ejemplo, Emilio Díaz Valcárcel en su novela ‘Figuraciones en el mes de marzo’. Sus relatos no son realmente ‘collages’, pero sí suelen estar construidos como una serie de fragmentos narrativos que van haciendo poco a poco una de dos cosas: o van hilvanando lo que está sucediendo, o van caracterizando a los personajes importantes de los relatos. Los cuentos son más bien largos, así que dan espacio para esta manera de contar las cosas sin perder ritmo.
Puedo decir que Avalancha es un libro fuerte; fuerte debido a su temática, fuerte también porque es un libro valiente. Yolanda Arroyo Pizarro es una autora atrevida que, como toda buena narradora del erotismo y de la condición humana, nos estremece con cada imagen chocante y verdadera. Puede haber gente que sea incapaz de digerir completamente el estilo honesto de nuestra autora, pero esa honestidad es un lubricante que nos permite reconocer el trasfondo de cada planteamiento de la autora: la violencia (“Todas las bananas del mundo.”), la piel (“Tuvo sed y dijo mi nombre. Quiso agua y me pronunció.”), la naturaleza (“Hoy las ballenas lloran conmigo”).
Mis relatos favoritos han sido:
‘Avalancha’
‘Estallido de besos rojos’
‘Las ballenas grises’
Elementos sobresalientes:
-Narración naturalista (crudeza, atención a la naturaleza)
-Semejanza al ‘collage’ de escenas o imágenes.
-Erotismo
http://decuentosvivo.blogspot.com/2012/02/libro-noveno-avalancha.html
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Interacción entre reseñador y reseñada:
Conversación virtual sobre Avalancha
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"Cuéntame de Avalancha"
Especial para Carlos Esteban Cana
Por Yolanda Arroyo Pizarro
El primer cuento que escribí de Avalancha fue el titulado “No pensarte”. Me lo hizo escribir la Dra. Mayra Santos Febres en el primer taller que tomé con ella en 2004. En 2001, justo luego de la caída de las Torres Gemelas, perdí al novio de mi infancia: Miguel Ángel. Justo como lo describo en ese cuento. Era su primera semana de trabajo en Los Molinos, allá en Amelia, por el lado de las barcazas en el área de Sabana. Mientras hacía su recorrido en el décimo piso, cayó por un hueco al vacío. Tenía 31 años. Toda su familia y sus allegados le lloramos mares. Escribir esa experiencia me ayudó con el luto.
“Las ballenas grises” fue escrito para un certamen argentino que gané, y que comenzó a posicionarme como narradora en la Isla. Trata sobre la amnesia senil que padece un hombre que abusó de su hija cuando ésta era pequeña. Ella ha estado asistiendo a terapia toda la vida para superar la experiencia, pero cuando se da cuenta que por la edad, su padre ha olvidado algo que a ella la marcó tanto, el dolor la cubre.
“Golpe de gracia” fue concebido en el 1998, el año en que parí a mi hija Aurora, pero lo pude escribir en el 2007 y fue el cuento que me lanzó al Bogotá 39. Trata de mi miedo a la posibilidad de perder mi hija. Paranoia cruda, porque pensaba que cualquiera iba a robarla. Hubo una época en PR que se robaban recién nacidos de los hospitales. Era tan sencillo como entrar al hospital y salir con un bebé. Entonces, ese drama de tantas madres sufriendo ese secuestro hizo que escribiera la historia.
“Estallido de besos rojos” vino a calmar mi obsesión por la dismenorrea (menstruación dolorosa), la cual padezco desde chica y que ha sido protagonista de tantos otros textos de mi autoría (otro de ellos con igual temática sobre la ingestión de sangre menstruante se titula “Infusiones”). “Borealis” fue escrito en homenaje a la novela “Nadie me verá llorar” de Cristina Rivera Garza y ganó un premio como Finalista en España en el Certamen de Revista Eñe. “Avalancha” es un texto denuncia, para sacarme de encima una agresión de la que fui víctima y agraciadamente fue incluido en la colección antológica de la UNAM en 2010 bajo la tutela de la Dra. Rosa Beltrán. “Montar las olas” me retrotae a la década de los ochenta cuando el periódico El Vocero publicaba aquellas portadas tan sangrientas y nos educaban en aquella cultura de tanta violencia; también toca el tema de Vieques y ciertos aspectos de cultura popular como lo son los videojuegos y el surfing. Finalmente, el último cuento de esta colección que escribí fue “Asian Jelly” para la antología Cachaperismos 2010, un texto que describe sin mayores pretensiones el romántico acto de dar y recibir un “beso negro”.
Verdaderamente se esconde un universo detrás de cada palabra. Es delicioso poder conocer el trasfondo de cada historia que uno acaba de saborear. Uno se imagina mil cosas cuando las lee. A veces es bueno ver que son como las imagino; otras veces también es bueno conocer los confines de mi ignorancia.
Es curioso lo que me dices de ‘Montar las olas’ porque me imaginaba algo más contemporáneo. Creo que fue porque me pude identificar con esa era, pero ahora que lo veo de lejos, comprendo que ya me pongo viejo. Donkey Kong es viejo. Ahora los nenes cool juegan Call of Duty jajajajajajaja. Pero tu prosa es poderosa precisamente porque puede atrapar diferentes nichos de gentes que viven y han vivido en sus propias burbujas sociales. Penetrar algo tan accidentado y rabioso como alguna subcultura requiere de mucha observación. Te felicito por capturar la diversión y la crueldad en un mismo texto. Solapar la alegría y el dolor no es tarea sencilla.
Yo creo que, de todos los cuentos de ‘Avalancha’, ‘Las ballenas grises’ ha sido el más que me ha sorprendido. Cuando te vas dando cuenta de lo que sucede sientes coraje y pena por este hombre senil y abusador. De nuevo me estrello contra el guiso de sentimientos encontrados. Creo que me fascina que se logren bien estas ironías literarias, y creo que son las de más poder. Ese soy yo.
De ‘Estallido de besos rojos’ puedo decir que es embriagante. Sabe a vino tinto. Me hace cómplice y lo disfruto. “Asian Jelly’ es poesía carnal.
No se cuán mal deba sentirme por escribir esto, pero en ‘Golpe de Gracia’ sentí simpatía por la chica que se roba a la niña. ¡Otra contradicción! El hecho de que le roben una hija a una madre como aquella, me perdonas, pero se siente catártico, heroico, afortunado, crimen convertido en justicia. El personaje ladrón se justifica y me convence porque me da su punto de vista tan terrible de aquellas familias. Y lo acepto. Porque se que siempre ha sido verdad. Ahora sí, no puedo imaginar el dolor de que le roben un hijo a uno, sea uno malvado, irresponsable o llanamente ignorante. Nada de eso justifica el castigo de perder a un hijo o hija.
Ya que me mencionas las varias menciones y premios que han recibido tus cuentos, ahora puede tener una imagen más clara sobre la aceptación de nuestro lenguaje y folklore en el extranjero. A través de mi blog me he preguntado si es saludable recurrir tanto a los anglicismos y a la cultura pop al escribir un relato corto, pero tal parece que es algo que no le quita méritos al trabajo; que, inclusive, puede resaltarlo sobre otras obras.
Por eso me gusta que me dejen comentarios. Los blogs son un conservatorio, un vaivén de ideas. Agradezco mucho tu atención, Yolanda. Luego de comentar a Waltzen (que está súper rarooooo) haré un interludio para volver a revisar desde más lejitos los primeros diez libros de cuentos que he revisado. Creo que será una pausa adecuada. Entonces comenzaré una segunda jornada (como el Decamerón!) en la que seguiré mis lecturas de cuentistas puertorriqueños contemporáneos. Ya pronto vendrá Epidemiología…