domingo, noviembre 25, 2012

La "otra Guaracha" del Macho Camacho

(Mayo 24, 1962 – Noviembre 24, 2012)

La "otra Guaracha" del Macho Camacho
Por Yolanda Arroyo Pizarro

 

Glorye es mi mejor amiga-hermana-madre de la niñez.  Mujer impactante, atractiva, apoderada de sus grandes formas coquetas, que a su paso nadie resistía ni resiste.  Todavía hoy día conserva ese perfume feromonal de seductora campechanería que la caracterizaba desde entonces. Campechana también en sus tratos era. Su sinceridad al hacerle saber a un hombre, cuánto ese hombre le gustaba de inmediato, se convirtió en una lección de vida para mí. Lección honesta que me salvó de una vida aburrida y que me logró grandes e imposibles romances que disfruté desde muy temprano, como ya he dicho, gracias a que lo aprendí de ella. No se amilanaba, la Glorye.  Gustaba de ir a fiestas de cierre de campaña política, pero no a Fiestas Patronales de pueblos.  Adoraba pasear en guagua pública, pero usaba sandalias para bañarse en duchas ajenas puesto que le daba asco que sus pies tocaran las losetas. Iba a la playa, pero nunca al río, por aquello de la bilarcia. Se cepilla los dientes, todavía hoy, una docena de veces al día y, usaba y usa el hilo dental antes y después de besar al amado. O al menos así lo cuenta grandilocuentemente. Y yo le creo.  Como mismo le creí en 1989 cuando me dijo: Yolanda, a la salida de clases hoy, iremos a comprar el libro de mi novio, el Macho Camacho.

Glorye tenía dos novios. El primero era el artista Franky Ruíz, a quien en un concierto de salsa en el que él cantaba con su orquesta, ella se le había acercado, le había coqueteado y él, irresistible como era la ojiazulosa mujer, le había estampado un beso en la boca.  Ella se había dejado besar, correspondiendo el lengüeteo incluso. Fue la envidia de casi todas las compañeras del salón hogar del Colegio Santa Rosa en Bayamón, donde estudiábamos nuestro duodécimo grado.  Pocas fanáticas de artista, hasta ese entonces, habían logrado lo que ella: acercarse al objeto del deseo juvenil para domarlo a besos. Así que ése, Franky Ruiz, y el otro, el boxeador Macho Camacho, eran los novios imaginarios de la Glorye.

Entonces, esa tarde de su cumpleaños número diecisiete, en que yo había prometido regalarle lo que ella quisiera, me dijo: Quiero un libro.  ¿Cuál?, pregunté yo. La guaracha del Macho Camacho, de Luis Rafael Sánchez. Y no hizo falta explicar nada más, puesto que ambas intuimos de inmediato que se trataba de la vida del ideal de novio boxeador de la Glorye, nada más y nada menos, que escrito de la pluma de un autor al que yo, a mi vez, idolatraba. No se habló más y el libro fue adquirido en una librería cercana al Cantón Mall del pueblo del chicharrón.

El que una semana más tarde Glorye estuviese decepcionada porque la novela para nada se trataba de la vida del joven púgil, no logró quitarnos las ganas.  Ni a mí de amar la literatura de Wico Sánchez, ni a ella de continuar platónicamente enamorada del Macho Camacho. Ambas nos hicimos adictas a seguirles la pista a los dos. Yo compré inmediatamente y como pude ‘La importancia de llamarse Daniel Santos’ y ella siguió celebrando que en marzo el mamito con el risito en la frente hubiera ganado para la gloria del país el Campeonato WBO Light Welterweight. Cuando lo arrestaron en el 2005, ella juró y perjuró que era un caso fabricado, tú sabes, la gente es mala y envidiosa. Luego, cuando en 2011 fue tiroteado en el residencial Luis Llorens Torres fue más que obvio para quienes lo queríamos que aquello se trataba de un error.  Una bala perdida o algo similar.

Hoy, 25 de noviembre de 2012, nos enteramos de que ha muerto luego de haber permanecido varios días en condición crítica hospitalizado.  Algún malhechor tiroteó el vehículo en el que iba de pasajero, privándonos de su presencia a quienes le seguimos sus incidencias y sus peculiaridades a lo largo de una vida difícil, como casi todas terminan siendo, en especial la de los pobres que un día dejan de serlo.  Yo ya he llamado a la viuda (a mi amiga Glorye) y le he dado el pésame. Estaba triste. Macho Camacho para nosotras representa mucho más que boxeo.  Significa juventud, coquetería imberbe, el colegio, los primeros novios, las escapadas a la discoteca, los primeros besos, el corazón roto, el corazón sanado, la mocedad. Significa antaño. Y en medio de una carcajada adolorida, ella me dice: Al menos aún nos queda La guaracha.

Descansa en paz, eterno novio de Glorye.

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Acerca de mí

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Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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