(Mayo 24, 1962 – Noviembre 24, 2012) |
La "otra Guaracha" del
Macho Camacho
Por Yolanda Arroyo
Pizarro
Glorye es mi mejor
amiga-hermana-madre de la niñez. Mujer impactante,
atractiva, apoderada de sus grandes formas coquetas, que a su paso nadie resistía
ni resiste. Todavía hoy día conserva ese
perfume feromonal de seductora campechanería que la caracterizaba desde
entonces. Campechana también en sus tratos era. Su sinceridad al hacerle saber
a un hombre, cuánto ese hombre le gustaba de inmediato, se convirtió en una lección
de vida para mí. Lección honesta que me salvó de una vida aburrida y que me
logró grandes e imposibles romances que disfruté desde muy temprano, como ya he
dicho, gracias a que lo aprendí de ella. No se amilanaba, la Glorye. Gustaba de ir a fiestas de cierre de campaña política,
pero no a Fiestas Patronales de pueblos.
Adoraba pasear en guagua pública, pero usaba sandalias para bañarse en
duchas ajenas puesto que le daba asco que sus pies tocaran las losetas. Iba a
la playa, pero nunca al río, por aquello de la bilarcia. Se cepilla los dientes,
todavía hoy, una docena de veces al día y, usaba y usa el hilo dental antes y después
de besar al amado. O al menos así lo cuenta grandilocuentemente. Y yo le
creo. Como mismo le creí en 1989 cuando
me dijo: Yolanda, a la salida de clases
hoy, iremos a comprar el libro de mi novio, el Macho Camacho.
Glorye tenía dos novios. El primero
era el artista Franky Ruíz, a quien en un concierto de salsa en el que él
cantaba con su orquesta, ella se le había acercado, le había coqueteado y él,
irresistible como era la ojiazulosa mujer, le había estampado un beso en la
boca. Ella se había dejado besar,
correspondiendo el lengüeteo incluso. Fue la envidia de casi todas las compañeras
del salón hogar del Colegio Santa Rosa en Bayamón, donde estudiábamos nuestro duodécimo
grado. Pocas fanáticas de artista, hasta
ese entonces, habían logrado lo que ella: acercarse al objeto del deseo juvenil
para domarlo a besos. Así que ése, Franky Ruiz, y el otro, el boxeador Macho
Camacho, eran los novios imaginarios de la Glorye.
Entonces, esa tarde de su cumpleaños
número diecisiete, en que yo había prometido regalarle lo que ella quisiera, me
dijo: Quiero un libro. ¿Cuál?,
pregunté yo. La guaracha del Macho
Camacho, de Luis Rafael Sánchez. Y no hizo falta explicar nada más, puesto
que ambas intuimos de inmediato que se trataba de la vida del ideal de novio
boxeador de la Glorye, nada más y nada menos, que escrito de la pluma de un
autor al que yo, a mi vez, idolatraba. No se habló más y el libro fue adquirido
en una librería cercana al Cantón Mall del pueblo del chicharrón.
El que una semana más tarde
Glorye estuviese decepcionada porque la novela para nada se trataba de la vida del joven púgil, no logró quitarnos
las ganas. Ni a mí de amar la literatura
de Wico Sánchez, ni a ella de continuar platónicamente enamorada del Macho
Camacho. Ambas nos hicimos adictas a seguirles la pista a los dos. Yo compré
inmediatamente y como pude ‘La importancia de llamarse Daniel Santos’ y ella siguió
celebrando que en marzo el mamito con
el risito en la frente hubiera ganado
para la gloria del país el Campeonato WBO
Light Welterweight. Cuando lo arrestaron en el 2005, ella juró y perjuró
que era un caso fabricado, tú sabes, la
gente es mala y envidiosa. Luego, cuando en 2011 fue tiroteado en el
residencial Luis Llorens Torres fue más que obvio para quienes lo queríamos que
aquello se trataba de un error. Una bala
perdida o algo similar.
Hoy, 25 de noviembre de 2012, nos
enteramos de que ha muerto luego de haber permanecido varios días en condición crítica
hospitalizado. Algún malhechor tiroteó el
vehículo en el que iba de pasajero, privándonos de su presencia a quienes le
seguimos sus incidencias y sus peculiaridades a lo largo de una vida difícil,
como casi todas terminan siendo, en especial la de los pobres que un día dejan
de serlo. Yo ya he llamado a la viuda (a
mi amiga Glorye) y le he dado el pésame. Estaba triste. Macho Camacho para
nosotras representa mucho más que boxeo.
Significa juventud, coquetería imberbe, el colegio, los primeros novios,
las escapadas a la discoteca, los primeros besos, el corazón roto, el corazón sanado,
la mocedad. Significa antaño. Y en medio de una carcajada adolorida, ella me
dice: Al menos aún nos queda La guaracha.
Descansa en paz, eterno novio de Glorye.
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Descansa en paz, eterno novio de Glorye.
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