La tergiversación en “Sara: la
historia cierta” de Rubis M. Camacho
Por Miranda Merced
El mundo de la realidad se nutre de la fantasía, no importa la
actividad que se realice. La fantasía es, en muchas ocasiones, el recurso que
facilita las metas que nos imponemos en la vida diaria; enciende la imaginación
permitiendo visualizar, como puertas que se deslizan, diferentes
caminos, soluciones y posibilidades. Esto se observa con especial frecuencia en
la pintura y en la literatura, ya que el artista conoce este detalle y lo
convierte en su materia prima. El escritor, en ocasiones, reescribe la historia
a su manera, añadiendo o cambiando algunos datos a su antojo
hasta convertir esa realidad manipulada, en la verdadera ante los ojos del
lector. A esa técnica de la creación literaria, se le llama tergiversación, de
la cual el escritor puertorriqueño, Luis López Nieves, ha dado cátedra desde su
cuento “Seva”, publicado por el
periódico Claridad en el 1983.
La escritora Rubis M. Camacho se adueñó de este recurso en su reciente
obra “Sara: la historia cierta” para
señalar no solo debilidades sociales, como la desigualdad creada por el
machismo, el abuso hacia el débil y la sumisión creada por ambos males, sino
también las realidades en las psiquis de las víctimas y los victimarios. Camacho
se remonta al pasado, dos siglos antes de Cristo, para hacernos conocer la
“verdadera historia” de Sara, esposa del profeta Abraham.
Contrario a lo que podrían esperar algunos lectores, el enfoque de la
narración no es ni religioso ni contra la religión, a pesar de que juega con la
desmitificación de figuras bíblicas. El enfoque utilizado es objetivo, similar
a una entrevista a cada uno de los personajes que intervienen de una manera u
otra con Sara, para convertirla en un personaje más importante que Abraham
mismo. La novela desnuda al profeta, del manto de justicia que la religión ha
insistido en ponerle, presentándolo como un (más que común) vil hombre, que
temeroso por su vida y guiado por la ambición, no duda en ofrecer a su
esposa-hermana a figuras de poder. Por su parte la hermosa Sara, no es
resaltada tanto por su belleza como por su definición de mujer de carne y
hueso, sometida por un marido-amo que la usa como a cualquier objeto y como
agravante, por “designios divinos”. En la página 21 la protagonista reflexiona:
“Valgo menos que una tienda o una túnica. Así son los
designios del Altísimo.” Detalle que también denuncia la supuesta intervención
cotidiana de un dios al que, cómodamente, se culpará de las desventuras y
decisiones de la gente.
A través de la novela, Sara es humanizada en el siglo
XX, gracias al descubrimiento de diesiséis papiros que cuentan varias historias
en primera persona. Los papiros se convierten en fragmentos de la “realidad”, desde
el punto de vista de cada personaje, que permiten al lector formarse un cuadro
más exacto de lo que sucedió en sus vidas. Mediante el manejo de la
tergiversación, Camacho nos muestra a una Sara mujer, capaz de observar la belleza en el sexo opuesto; una mujer
que no había conocido el disfrute de la sexualidad hasta encontrarse en las
manos de hombres que no son su marido, en un tiempo marcadamente machista.
Estos hombres que se asean, que huelen bien, que, a pesar de estar también en
posición de poder, se esfuerzan por hacerla sentir y disfrutar de los momentos
compartidos, y que reafirman la precaria situación en la que se encuentra en su
vida cotidiana.
Por su parte, Abraham confirma la fragilidad de su
imagen como “hombre justo”, cuando en la página 41 acepta: “nunca he dado más
importancia a los sentimientos de una mujer que a las necesidades de mi ganado”.
Al igual que su dios frío, toma sus decisiones sin tener en consideración las
emociones y necesidades de los demás. Pero el destino le juega tremenda trastada
al patriarca Abraham, quién, también por “designios divinos” se suponía que tendría
una vasta descendencia, al ponerse en duda al fin y al cabo la autenticidad de
la misma, por todos lados.
“Sara, la historia cierta” es una narración sumamente
interesante, que entusiasma al lector a leerla, como decimos, “de una sentada”.
La evocación del clásico de la
literatura: “Las mil y unas noches” es inevitable. El ambiente, el uso del
erotismo, el recurso de la caja china, el deseo que inyecta al lector de
continuar con la próxima historia, nos recuerda a ese tesoro de la literatura.
A pesar de tener unos detalles poéticos, en ocasiones
en la misma boca de Abraham, su lenguaje es sencillo, sin rebuscamientos, lo
que la acerca a un amplio grupo de lectores, que no llegan a sentirse almibarados.
No se necesita conocer los datos bíblicos para seguir la historia, pero si el
lector se siente tentado a corroborarlos se encontrará con que a pesar de que
no aparecen según narrados, las lagunas brindan margen a la duda… o a la maravillosa
creatividad de la autora.
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