El feminismo no es blanco, ni de clase media: propuestas de algunas feministas
negras en la construcción de otro feminismo
(2011)
Respuesta de mujeres ante el racismo:
MI reacción ante el
racismo es la ira. Una ira que me ha acompañado casi toda la vida, tanto si
hacía caso omiso de ella como si me alimentaba de ella o aprendía a emplearla
antes de que echara a perder mi visión. Antes vivía la ira en silencio, asustada
por sus consecuencias. Mi miedo a la ira no me aportó nada, vuestro miedo a la
ira tampoco os aportará nada.
Todo debate
sobre el racismo mantenido entre mujeres debe dar cuenta de la existencia de la
ira y de sus usos… Toda mujer posee un nutrido arsenal de ira potencialmente
útil en la lucha contra la opresión, personal e institucional, que está en la
raíz de esa ira. Bien canalizada, la ira puede convertirse en una poderosa
fuente de energía al servicio de progreso y del cambio. Y cuando hablo de cambio
no me refiero al simple cambio de posición ni a la relajación pasajera de las
tensiones, ni tampoco a la capacidad para sonreír o sentirse bien. Me refiero a
la modificación profunda y radical de los supuestos en que se basa nuestra
vida.
Audre Lorde, “La hermana, la extranjera”
La premisa
fundamental por la que muchas y muchos vamos aprendiendo el feminismo es la
experiencia vivida. Las sucesiones de historias muy personales que nos cruzan
indefectiblemente, a veces casi de manera repetitiva. Sentirnos en una cultura
que no ha sabido nombrar la diferencia de las mujeres, y la diferencia de
algunos hombres, sentir la incumbencia de un estado represor, un mercado donde
se tranza el trabajo, el cuerpo, la vida de maneras crueles y malsanas. Y no
puedo hablar de otra forma de un sistema económico que posiciona de maneras tan
sólidas a ciertos sujetos en lugares de subordinación y enajenación tales que no
hay forma de ganarse la vida, de trabajar por un salario digo.
La frase:
“no hay forma de hablar de feminismo, si no es hablando de la raza y de la
clase”, se ha vuelto una cliché casi esquizofrénico en los pocos cursos y
lugares donde la palabra género y feminismo no son mal vistas. Yo parafraseando
esto diría, que no se puede pensar el feminismo sin las realidades del racismo y
del clasismo. Decirlo así, nos pone frente a dos males altamente mutables,
cambiantes, pero cercanos, liados mutuamente para la satisfacción de los que
tienen el poder. El racismo históricamente, en nuestras Américas ha servido para
legitimar ampliamente la noción del poder colonial sobre algunos pueblos
bárbaros, que llenos de riquezas debían ser cristianizados y
puestos en orden. La Historia marca las rutas de nuestra existencia como
sociedad.
Entonces,
hablar del racismo como un sistema de creencias que separa a sujetos y los
valoriza, aún ahora después de 300 años de una falsa liberación colonial, (que
fue en realidad la liberación de los criollos del impuesto de la corona
española), es decir que el racismo es parte de una ordenación simbólica, en la
que constantemente estamos midiendo que tanto valemos y que tan oscuras somos.
Pero esta valoración simbólica es puesta en evidencia en la separación entre
clases, donde las clases más privilegiadas tienen acceso a salud, a altos
niveles de educación, a trabajo remunerado, a horas de ocio y de creación. Estas
clases privilegiadas siguen siendo en su mayoría blancas, y las clases
subordinadas económica y socialmente seguimos siendo todas las demás. La gran
mayoría en amplias variaciones de colores, sigue estando al lado de la
precariedad, de la lucha constante y de la rebeldía.
El
capitalismo se vuelve una forma de ordenamiento de las relaciones sociales y
subjetivas en la que sólo algunos (y estos algunos son en su mayoría, hombres
blancos y de clase alta), tienen los medios de producción, o los bienes por los
que se puede crear riquezas. Estos algunos controlan y explotan a su antojo a
poblaciones enteras, de su misma raza quizá, pero siempre de otra clase, y
pueden explotar de maneras más legítimas y extremas a población enteras si son
oscuras, negras, delincuenciales, bárbaras, pobres, desesperadas.
El
feminismo blanco.
Bell
Hooks, pensadora feminista, negra y norteamericana, en su libro “Desde donde
hablamos”, nos convoca a mirar cada una nuestras imágenes cotidianas, en las que
aún a pesar de tener un discurso antirracista, las personas que no viven esta
opresión olvidan constantemente que ubican a las mujeres y hombres negros, en
lugares de desprestigio y de diferencia jerarquizada. Cuando habla de
“personas de color”, lo hace utilizándolo como un nombre de
autodefinición política que muchas mujeres feministas provenientes del llamado
“tercer mundo” se han autoimpuesto para problematizar y politizar la diferente
de raza. “Women of color” o mujeres de color, solo sirve como metáfora
agrupadora para pensar la opresión, pero nunca para homogenizarla, siempre para
colocarla de lado de la propuesta por el cambio. No un cambio de lugar en la
jerarquía, sino un cambio que incluya lo más profundo de nuestras mentes y
corazones para destruirla.
Para Bell
Hooks, lo característico del feminismo de los sesentas es que por primera vez
las mujeres de la clase dominante, blancas y de clase media y altamente educadas
se rebelaban contra el patriarcado y contra un sistema de creencias sexista. Lo
que ha permanecido en el imaginario colectivo es la mujer blanca luchando por la
liberación sexual y por el acceso al poder; lo que no se tiene en cuenta es que
tanto el feminismo de ese tiempo, como los movimientos críticos de las mujeres
en otras partes del mundo, como en el Perú, han hablado siempre de los problemas
de la clase, pero lo relacionado a la sexualidad, por ser más escandaloso y
mediático, es lo que ha recibido más atención.
Dentro del
movimiento de mujeres y feministas en el Perú sucedió algo similar, sin entrar
en detalles de un proceso del que no tengo más herramientas que libros y
conversaciones de las mujeres que tomaron parte en de ese proceso, ya que por mi
edad lo no viví; pero aún así, como miembro de una nueva generación de
feministas puedo decir de manera lejana, y con cierto grado de crítica, que el
discurso sobre la clase fue fundamental en esta primera etapa, en primer lugar
porque la mayoría de las mujeres provenían de una tradición de izquierda, pero
también sabemos por testimonios de las mismas mujeres, que el tema de la
discriminación por orientación sexual y del racismo no fueron tomados de maneras
conjuntas.
Pero más
allá del discurso del feminismo, es lo que las mujeres han sentido como suyo,
cercano, una esfera de pensamiento, una práctica política que evidencia que la
clase y la raza, no es sólo un tema, sino una vivencia, un compromiso, una
manera de acercarse y de cambiar la sociedad. Esto no ha existido. Es en
entonces una deuda pendiente desde el feminismo y las mujeres, potencia una
mirada crítica desde la propia vida de las mujeres negras y cualquier otra que
sufre o siente los efectos de la discriminación y del clasismo.
Entonces
les propongo que juguemos un juego. Este ejercicio lo crearon, Mujeres de
frente, organización feminista en Ecuador que desde hace 8 años trabaja con
mujeres en situación de encarcelamiento, sobre todo mujeres negras y pobres. A
través de los años, no sólo las categorías que muchas de ellas conocían desde
las ciencias sociales, fueron tomando fuerza, sino cuerpo, rostro, cabellos,
sonrisas, nombres, sentimientos. Cada una de las opresiones leídas en los libros
estaba personificada en los cuerpos y memorias de estas mujeres: mujeres con
hijas, mujeres lesbianas, mujeres que traficaban droga cómo única manera de
sustentar un hogar.; aunque las entrañas se llenaran de globos de droga, aunque
eso implicara años de años, en la cárcel, siguiendo en la rueda continúa del
racismo y del clasismo.
El juego
consiste en cerrar los ojos, en imaginar un maleante. Pensemos en qué sexo
tiene, cómo viste, cómo habla, si tienes cicatrices, cómo es su cuerpo, si está
sucio, dónde vive, qué idioma hablar, pensemos en su familia, en la relación con
su madre, si tiene hijos o no, en su sexualidad, pensemos en su color. Hagamos
este ejercicio y sabremos que hemos normalizado el racismo en pensamiento y
subjetividades capaces de pre-disponer, ordenar nuestras sensaciones y emociones
hacia determinado tipo de personas: personas obviamente negras oscuras y pobres.
No importa que lo podamos justificar diciendo que las estadísticas dicen lo que
dicen, porque lo importa acá es la relación casi inmediata entre criminalidad,
raza y clase.
El
feminismo es, en palabras de Audre Lorde, otra importante pensadora negra
dentro del feminismo, lesbiana y poeta, una forma de pensar nuestras vidas como
mujeres, una forma de pensar la diferencia. “La amenaza de la diferencia
también ha cegado a las personas de Color. Quienes somos Negros debemos
comprender que las realidad de nuestras vidas y nuestra lucha no nos hace
inmunes al error de hacer caso omiso a las diferencias o llamarlas con nombres
erróneos. El racismo es una realidad viva en el seno de la comunidad negra y
muchas veces las diferencias que hay entre nosotros se consideran peligrosas o
sospechosas. Muy a menudo, la necesidad de unidad se interpreta erróneamente
como una necesidad de homogeneidad, y la visión feminista Negra se toma por una
traición a nuestros intereses comunes como pueblo”.
El
feminismo, es, en la pluma de las feministas negras, revisitado, re
estructurado, alimentado con ira potente crítica y nutridora a cualquier
pensamiento capaz de cambiar vidas, de genera acción colectiva. El feminismo ha
sido duramente criticado por las pensadoras negras, y las provenientes del
tercer mundo, para poder decir la vida de las mujeres en su más amplia
expresión, para buscar nuevas formas de rebeldía.
Para Audre
Lorde, el racismo tiene influencias externas, y sobre todo tiene un impulso
interno. Ella nos dice para el contexto estadounidense, pero me atrevo a
imaginar que algo muy parecido puede estar sucedido en el Perú, que “la
permanente batalla contra la aniquilación de la raza, librada en conjunto por
las mujeres Negras y los hombres Negros, es la causante de que algunas mujeres
Negras continúen negándose a reconocer que también estamos oprimidas como
mujeres y que la hostilidad sexual contra las mujeres Negras no es patrimonio
exclusivo de la sociedad racista blanca, pues también ocurre en las comunidades
negras. Es una enfermedad que golpea el corazón de la nación Negra y el silencio
no la hará desaparecer”. Además que “exacerbada por el racismo y por las
tensiones generadas por el devaluación, la violencia contras las mujeres y niñas
Negras se convierte muchas veces en norma y medida de la virilidad en nuestras
comunidades.”
Es así que
en muchos estudios sobre el machismo en Latinoamérica, sobre todo desde una
mirada de género, que tiene en cuenta las relaciones de poder entre hombres y
mujeres, y sus interdependencias; pero que no necesariamente tienen el talante
crítico del feminismo, han potenciado al imagen del hombre negro y
latinoamericano, como el macho abusador pero también pobre y no educado. Esta
entrada de los estudios de las masculinidades ha servido para descubrir muy poco
de las relaciones entre los diferentes hombres, hombres blancos, mestizos,
negros, etc., pero ha fortalecido esta mirada objetivizante y clasista hacia
los hombres.
Hoy no
puedo más que acabar esta corta ponencia, diciendo que sabiendo que este
seminario es sumamente importante y que pone en relieve temas cruciales para las
luchas contra las hegemonías, no podemos olvidar que hoy y mañana son días de
paro Nacional. Un paro organizado por organizaciones sociales a raíz de las
medidas de un Estado que ha asesinado nativos en la Selva, que criminaliza la
protesta pública, que vende riquezas naturales sin una consulta popular. Un paro
que representa la lucha social de la que hemos hablado hoy, contra el racismo y
contra el sistema económico actual.
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