Conferencia dictada en University at Albany SUNY, New York
23 de abril de
2012
Por Yolanda
ArroyoPizarro, Guest Lecturer
1. drapetomaníacos
La esclava Jacinta, a quien han bautizado cristianamente
con ese nuevo nombre para invisibilizar sus orígenes yorubas, se escapa por
cuarta vez de la hacienda cafetalera. Sus amos ofrecen, de nuevo, una
recompensa por su captura. Alegan que
Jacinta padece de sus facultades mentales y que como ella, cualquier otro esclavo
que escape, estará alterando el orden natural de las cosas, aquellas que
gracias a la iglesia y la biblia dictan que la esclavitud es una institución
bendecida y avalada por el único dios verdadero y sus seguidores. Aquellas que
alegan que todo esclavo que no desee el cautiverio debe ser considerado un
paciente mental.
Los dueños de la hacienda siguen de este modo y con la
bendición de párrocos y obispos, los preceptos de las autoridades en medicina de
la época que denuncian que todo fugitivo está enfermo de “drapetomanía”. La palabra “drapetomanía” fue creada en 1851 y
acuñada por el reconocido cirujano y benemérito psicólogo del estado de
Luisiana, Dr. Samuel A. Cartwright quien alegaba que los negros y negras se
contagiaban de la discapacidad de querer escaparse epidémicamente. De hecho, él y sus colegas de las ciencias
entendían el padecimiento como “el deseo incontrolable de los negros y negras por
la libertad” y se llegó a afirmar que la misma era una consecuencia de los dueños
de esclavos que “se dieron a la tarea de comportarse con demasiada familiaridad
con los cautivos, tratándolos como iguales”.
En la exhibición que se lleva a cabo en el Centro para las
Artes Literarias del Condado de Broward en el estado de Florida, titulada “A
Disease Called Freedom: An Exhibition of 18th-, 19th- and Early 20th-Century
Material Culture of the African Experience in the Americas” se muestra material
relevante que describe a cabalidad dicha disfunción psicológica que “inducía al
negro a huir de servicio”, y que consideraba el acto como “cualquier otra
especie de enajenación mental que debía ser curada para el bien de la
humanidad”[1].
Debido a ello, muchos ancestros fueron atendidos
medicamente para incitar la eliminación de los síntomas, así que además de
identificar la drapetomanía, Cartwright recetó un remedio: With "proper medical advice strictly followed, this troublesome
practice that many Negroes have of running away can be almost entirely
prevented. In the case of slaves "sulky and dissatisfied
without cause" — a warning sign of imminent flight — Cartwright prescribed
"whipping the devil out of them" as a "preventative
measure". As a remedy for this disease,
doctors also made running a physical impossibility by prescribing the removal
of both big toes[2].
En la actualidad la drapetomanía se considera un ejemplo de
pseudociencia, o una ciencia fatula y ha sido catalogada como el ejercicio
prejuiciado del racismo científico. Sin duda una falacia que en su momento fue
muy novedosa y que gozó de mucha popularidad sustentada por expertos.
2. histéricas
Para la década de 1980 fue eliminada de los libros de neuropsiquiatría
la condición de “histeria femenina”, que por decenios se estuvo diagnosticando
a mujeres insatisfechas sexualmente. La histeria femenina fue diagnosticada en
la era victoriana de manera muy habitual debido al puritanismo de la sociedad y
la iglesia, y al dato comprobado “científica y bíblicamente” de que la mujer
solo servía para procrear y no para obtener placer de la relación sexual. Solo a las prostitutas se les permitía tener
emisiones parecidas a las eyaculaciones masculinas por lo que se cree razón
suficiente para que ninguna de ellas padeciera nunca de histeria. La definición
de este término tan creativo fue responsabilidad directa de los médicos y
peritos de la época e incluía los siguientes síntomas: desfallecimientos,
insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares,
respiración entrecortada, irritabilidad, pérdida de apetito y “tendencia a
causar problemas”.
Para tratar la histeria, se recomendaba como tratamiento en
1860, masajes pélvicos únicamente ejercidos por doctores y masajes de agua por
parte de las parteras. Las pacientes diagnosticadas debían recibir esta estimulación
de los genitales hasta llegar al orgasmo, una o dos veces en semana. Al considerar el deseo sexual reprimido de
las mujeres como una enfermedad, los negocios de clínicas de frotaciones y
masturbaciones que curaban el falso padecimiento estuvieron muy en boga. Las mujeres, enfermas o astutas, tenían un
presupuesto asignado de parte de sus esposos, como dote de matrimonio y en
algunos casos dejados como herencia para financiar los métodos recetados, que
se extendían por toda una vida con tal que la mujer no fuera declarada loca,
maniática o esquizofrénica.
Otra solución fue la invención de aparatos para
proporcionar masajes, lo que eliminaba la necesidad de recurrir a una comadrona
o a la consulta. A finales del siglo XVIII ya se vendían dispositivos de
hidroterapia con pulsión directa al clítoris, y a mediados del siglo XIX ya
existían balnearios de lujo para mujeres en Europa y los Estados Unidos, algo
así como un recinto de bidets, en donde las mujeres se reunían a
descargar-desahogar sus energías. La compañía Sears incluyó en 1918 el primer
consolador en su catálogo de artículos para damas, lo que coincidió milagrosamente
con minimizar los diagnósticos de mujeres “afectadas”.
3. lesbianas
Ser una mujer que siente atracción sexual o romántica por
otra mujer, fue considerado en occidente, hasta hace muy poco, una
enfermedad. En 1973 la Asociación
Americana de Psicología eliminó de su libro de enfermedades mentales el
diagnóstico de la homosexualidad. Ello,
sin embargo, no eliminó de los dogmas religiosos actuales, ni de sus líderes, ni
de sus feligreses el que continuara el asedio para remediar “dicha
disfunción”. En la mayoría de las
iglesias católicas y protestantes existen protocolos emocionales y psicológicos
para atender los casos de “torcidos y torcidas” y encaminarlos por el buen
sendero. Hasta se ha logrado algún tipo de confabulación científica para
medicar a gays y lesbianas, en un intento de inhibir sus deseos
“contranatura”.
Hace unos meses el mundo conoció a través del rotativo
holandés "NRC Handelsblad" que la Iglesia católica ordenó en los años
50 castrar a menores con el objetivo de "ayudarles" a superar su
"comportamiento homosexual"[3].
Se sospecha que los clérigos en complot con el personal psiquiátrico del centro
en donde se encontraban los varoncitos, molestaban y sodomizaban a las víctimas. Si mostraban algún gusto por el trato que
recibían, les eran removidos sus partes genitales. Se han recopilado pruebas de
estas vejaciones que incluyen documentos, grabaciones médicas, notificaciones
de abogados y cartas privadas[4].
Tan reciente como en 2010, un prominente psiquiatra de
nuestra Isla fue entrevistado bajo la protección de un seudónimo e indicó a la
entrevistadora, la profesora y trabajadora social Yarissa Tolentino, que en su
opinión los gays y las lesbianas padecían un cierto tipo de esquizofrenia que
los hacía comportarse con la orientación sexual que demostraban. Así se halla contenido en el libro que la
Prof. Tolentino publicó en el 2011 titulado “Salir o mentir: la angustia de
vivir en el clóset”[5].
De otra parte CNN, la cadena de noticias, ha dado difusión
a un documental que muestra entrevistas con mujeres del Sur de África que han
sido víctimas de corrective rape, un
tipo de violación sexual recetada y autorizada para que la mujer lesbiana
corrija su “desviación”. Y más cerca de la periferia geografía, tenemos el caso
de Quito, Ecuador donde la nueva Ministra de Salud, Carina Vance, feminista y
abiertamente lesbiana, acaba de lanzar en marzo de 2012 una campaña para cerrar
las clínicas que por tantos años se dedicaron a 'curar' la homosexualidad y el
lesbianismo por medio de torturas y las susodichas violaciones correctivas.
4. nuevas
esclavitudes
Estas son, pues, las nuevas esclavitudes, este intento por enfermizar la otredad, esta obsesión por
patologizar lo que no se parece al
dominio, a la hegemonía, a los que mandan. Mientras no sepamos nuestra historia
y las referencias ancestrales de estas fatales decisiones que han llevado al
ser humano a la catástrofe social que vivimos, no podremos hacer mucho para
erradicar los males que nos aquejan. Cada cierto tiempo, casi tan cíclico como el
período caldeo de 223 lunas de Saros (18 años y 11 días), renace o resurge una
nueva tendencia avalada y “demostrada” científicamente para patologizar, o endilgarle carácter de
enfermedad, al invento de turno que la hegemonía dominante reconozca en la
otredad como una amenaza. El asunto raya
en la peligrosidad absoluta, puesto que incluso se recogen supuestas “pruebas
fidedignas, de comprobada efectividad” que corroboran con síntomas fisionómicos
“reales” y que constituyen el toque de quedad pseudocientífico para erradicar a
los marginados o a sus indeseadas conductas.
Ese es, a mi entender, la nueva esclavitud. Quienes tienen la sartén agarrá [sic] por el
mango, hacen y harán lo que les venga en gana con eterna y absoluta impunidad,
a menos que hagamos algo. Habrá que ir
identificando a los nuevos drapetomaníacos de nuestros días y del futuro:
aquellas y aquellos recién estrenados cimarrones que se opongan con fervor en contra
de este juego de poderes incluso con latentes aires—ojalá y me equivoque— de
holocaustos y exterminios.
[1] Exhibición contenida en el
libro ‘Drapetomania - A Disease Called Freedom: An Exhibition of 18Th-, 19Th-,
& Early 20Th-Century’. Findlay & Beard. Bienes Center for the Literary
Arts 2000
[2] Cartwright, Samuel A. (1851).
«Report on the Diseases and Peculiarities of the Negro Race». DeBow's Review
XI. Text included in the book Also see:
The New Orleans Medical and Surgical Journal 1851:691-715 (1851). Available at
Google Books and excerpted at PBS.org
[3] Ordenó la Iglesia de Holanda
castrar a menores por homosexualidad. NRC Handelsblad. http://www.vanguardia.com.mx/ordenolaiglesiadeholandacastraramenoresporhomosexualidad-1243115.html
[4]
Para reprimir su homosexualidad, acusan a la Iglesia holandesa de castrar
menores en 1950. http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2012/03/17/religion-iglesia-holanda-castracion-menores-homosexuales-informe.shtml
[5]
Tolentino, Y. “Salir o mentir: la angustia de vivir en el clóset” Publicaciones
Puertorriqueñas, 2011
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