Nuestro Arango Interior / Our Inner Arango
Por Yolanda Arroyo Pizarro Publicación original de 9 de febrero de 2012
“Como todo, las palabras tienen sus qués, sus cómos,
sus porqués. Algunas, solemnes, nos
interpelan con aire pomposo, dándose importancia, como si estuviesen destinas a
grandes cosas (…), otras, de las más habituales, de las de todos los días,
acabarán teniendo consecuencias que nadie se atrevería a pronosticar, no habían
nacido para eso y, sin embargo, sacudieron el mundo” – José Saramago, Caín
No puedo
olvidar que Arango apoyó la resolución 99, aquella que pretendía elevar a rango
constitucional el matrimonio heterosexual como medida para obstaculizar alguna
futura ley que permitiera el matrimonio igualitario en Puerto Rico. No puedo
olvidar que Arango se opuso por mucho tiempo a las uniones de hecho, no
solamente a las que incluían parejas del mismo sexo, sino también a las
formadas por un hombre y una mujer que se unen para coexistir. Tampoco olvido que Arango llegó a decirle
"pato" al senador Bhatia y me parece que hasta le lanzó un patito de
hule, para empeorar las cosas. Así que todo esto me imposibilita darle mi simpatía
a Arango.
Por otro
lado, desde hace dos días he estado observando el desfile de las fotos de
Arango y su supuesto novio publicadas por la prensa: en la playa abrazando y
dejándose abrazar, acostados en la arena besándolo y dejándose besar. Se ven muy enamorados. Un amigo me dijo que se identificaba con
Arango, porque entendía que sus acciones del pasado respondían a la fase de
confusión y a que cuando queremos pelear con algo tan arraigado como un deseo
carnal que no es bien visto, buscamos esos escapes: joder a los otros, hacer shut down de nuestros sentimientos,
obstaculizar cualquier cosa que implique reflexionar sobre lo que estamos
sintiendo. Para mal de males, muchos
están toda la vida en esas.
La mayoría
de nosotros los gays y lesbianas tenemos ese asunto resuelto y asumido. Por ello cuando vemos una actitud y opinión
tan férrea respecto a eliminar derechos o privilegios, sospechamos enseguida de
la persona que no quiere dar su brazo a torcer, porque alguna vez tuvimos esos
sentimientos dentro y batallamos, mucho o poco, suave o más fuerte, contra
ellos. Hasta que al final abrazamos
nuestra circunstancia y lo que somos.
No sé
ustedes, pero yo veo a muchos amigos y colegas gays y lesbianas como personas
altamente maduras, entes totalmente trascendidos, elevados no solo en las
posturas de la comunidad LGTBQ, sino en asuntos universales. Se instruyen, llevan diálogos de altura,
coargumentan con intrépida lucidez y astucia y una se pregunta de dónde habrán
sacado el temple. Claro, lo han sacado
de años de entrenamiento para permitirle al cerebro funcionar a cabalidad,
abiertamente, balanceadamente. Se han
permitido eliminar argumentos apasionados de ira, y han dado cabida al análisis
inteligente. Han transcendido el Arango Interior. O sea, saben, como bien lo sé yo, que todos
nacemos siendo cuerpos, y que ser hombre, mujer, un híbrido, una mezcla, un
mejunje o alternalidades de eso mismo, se va develando en el camino.
Vamos
descubriendo que somos un constructo. Un
constructo que se ha inventado leyes, religiones y dioses para poder funcionar
en sociedad, y que va corrigiendo las anomalías o erráticas decisiones tomadas
a priori. Eso es lo que hacemos con la
visibilidad. Somos seres humanas y seres
humanos que hemos asumido el error de haber diseñado un mundos heteronormativo,
cuando hemos debido haber creado uno con base en la diferencia y en la
felicidad que esa diferencia permite.
Sabemos ya, a estas alturas, que somos cuerpos que algunas vez besamos a
un hombre y luego a una mujer (o viceversa) para probar suertes en esto de
cohabitar el planeta con algo de prosperidad en las manos. Y si nos gustó el beso al hombre, o el beso a
la mujer, hemos decidido sobre ello.
Nosotros
sabemos de ese Inner Arango, esa
extraña y pasajera posesión que nos habita a unos más tarde, y a otros más
temprano. Cuando jóvenes criticábamos a
la muchacha de nuestra edad, valerosa y blanco perfecto para los bullies,
porque vestía como niño, sabiéndonos en secreto con el mismo deseo, anhelando
besar y abrazar a una mujer, como Arango abraza y besa ahora a su pareja en la
playa. Por eso desconfiamos de todo aquel que tan duramente se opone a ciegas a
nuestra lucha, salivándole la boca con argumentos rabiosos. Sospechamos lo que les pasa por la mente cada
vez que se toca el tema de la equidad y la tolerancia. Los ponemos a pensar A TODOS sobre besar,
acariciar o hacer el amor a alguien de nuestro mismo sexo. Algunos descartan el
pensamiento sacudiendo la cabeza. Otros,
sacudiéndose otras partes del cuerpo. Y desearían regresar sin consecuencias a
ese matrimonio infeliz o a esa vida mediocre.
Pero con nuestra visibilidad los sacamos de su zona de confort cada vez
que sugerimos que examinen su mente y su corazón. Ellos creen que les estamos diciendo: “Pregúntense
si pueden relacionarse románticamente con alguien de su mismo sexo”. La realidad es que les estamos diciendo: “Prueben
si pueden relacionarse románticamente con alguien de su mismo sexo”. Y es que ellos no quieren enfrentarse a esa
invitación. Sería tan sencillo como
decir: ya probé el brócoli y no me gusta. O sí me gusta.
El asunto es
mucho más complejo. Existen estudios
desde la época de Kingsey (1894) que demuestran que hemos nacido cuerpo y que
todos sin distinción pensamos alguna vez en probar. Pero nadie quiere decirlo, o
nadie quiere que se lo recordemos. Lo
desean hacer en silencio, en sueños, en el anonimato. Y si alguno de nosotros se atreve a
sugerirlo, se niega sin más, con dolor de pecho y negación telenovelística
incluida. Y es que en medio de este
constructo de mundo, nos hemos armado del juego de la moralidad, de los
mandamientos y veinte otras construcciones que respaldan la negativa a la
invitación. Dicen: “Eso no se puede probar, porque tal libro, o tal creencia inventada por
la humanidad, pero que ahora nos controla nos lo impide.” Obvian que el
impedimento mismo, es un constructo, nace de nuestro ingenio. Ha sido adoptado
por nuestro imaginario.
Los que sí
hemos infringido el orden, hemos aceptado probar la vainilla y el
chocolate. A lo mejor uno nos gusta más
que otro, a lo mejor uno no nos gusta y el otro sí, a lo mejor ninguno nos
gusta o nos gustan los dos. Y no pasa
nada. Los trascendidos saben que así es
la sexualidad, la sensualidad, el principio de querer compartir algo con otro alguien. ¿Lograremos sobrepasar el Arango Interior sin demasiados daños a
terceros? Without casualties of war?
¿Sin dejar matrimonios rotos, familias rotas, vidas desmenuzadas, gente desosiriada
con la noticia de un frustrado intento?
Estoy segura
que nos encantaría ser más abiertos de mente y permitir y concebir la
exploración responsable entre adultos que consienten. Quizás mi mentalidad de ficcionaria me hace
pensar en una clase de Salud Sexual a mayores de edad, en la que se permita o
se asigne besar a un hombre y a una mujer, y escribir un ensayo sobre los
hallazgos, alejados totalmente de preconcepciones fundamentalistas. Y que luego con una decisión informada de lo
que anhelan tu cuerpo y tu mente, te permitan una vida plena con lo que has escogido,
siendo aplaudido por tus compañeros de clase, tus maestros y tu sociedad. Y que hasta graduemos a estos seres con altos
honores, permitiéndoles ser recibidos por un aparato judicial y legislativo que
le otorgue igualdad a cualquiera de esas decisiones. Sería bueno darnos cuenta que como todo es un
constructo, ya no hay que construir como sociedad circunstancias que nos
hostigan, nos cercenan, nos laceran.
Sería bueno darnos cuenta que todo cuanto existe, todo cuanto está a
nuestro alrededor, cuanto vemos, admiramos y sufrimos, lo hemos hecho con
nuestra propias acciones. Que somos los últimos responsables. Que deberíamos sacar de nuestro vocabulario
frases huecas tales como “Si dios quiere” y sustituirlas por “Si quiero yo”. Con
esa responsabilidad en mente pudiéramos permitirnos el constructo de una
sociedad más justa. Una sociedad en donde nuestro Inner Arango sea tan solo un mal chiste, o un recuerdo oscurantista
ya superado.
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