Breves notas sobre
Mercenaria, poemario de Zulma Oliveras Vega
Por Rubis Camacho
Escritora puertorriqueña
I
“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón… Como un
documento inalterable, yo vengo a ofrecer mi corazón. Cuando no haya nadie,
cerca o lejos; yo vengo a ofrecer mi corazón… Cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.”
Imposible leer Mercenaria de Zulma Oliveras Vega, sin
recordar la gran pregunta que nos hace Fito Páez en su imperecedera
canción Yo Vengo A Ofrecer Mi Corazón. Imposible
leer Mercenaria y no regodearse en
la letra de Sueño Imposible: “Llegar donde nadie llegó, vencer un invicto
rival, tratar de alcanzar una estrella, seguir un ferviente ideal. Errar por
caminos de azar, arder con el más vivo ardor, tratar de alcanzar una estrella,
amar con el más puro amor… Ese es mi fin, ese es mi afán, más alto que el
cielo, más limpio que el sol; y la vida perder si me falta el valor… Y tal vez,
vuelva el mundo a encontrar una aurora de luz…”
Sí, este aluvión de emociones lo provoca el
libro “que reúne los escritos de una
diosa guerrera reencarnada”, como se asegura en la página titular.
Mercenaria es una palabra que el Diccionario
de la Real Academia Española define de la siguiente manera: “persona que por estipendio sirve en la
guerra a un poder extranjero”. Posiblemente a esta definición se deba el
que, por generaciones, el mercenario o mercenaria (personaje enigmático, figura
de la sombra) arrastre dudas sobre los
postulados que sostienen su lucha. Se impone la pregunta: ¿Cuán honorables son
los motivos que te impulsan a luchar en una guerra? ¿Cuánto vale un hombre o
una mujer que toma la guerra como oficio?
Zulma Oliveras Vega redefine el concepto. Bautiza
las cosas con un nombre nuevo. Se enseñorea sobre la palabra como diosa
reencarnada, y nos enseña que una mercenaria es: “Una mujer guerrera, guerrillera, soldada, descendiente taína que
combate por convicciones amorosas en defensa de la patria y la amada. Guerrera que ha protestado en Palestina y ha
sido encarcelada por la lucha en desobediencia civil de Vieques/ lesbiana y denunciadora
de las inequidades del sistema, la sociedad y la falsa moral de los
fundamentalistas.”
A esta mercenaria la mueven los mismos ideales
que al Quijote: “Porque Dulcinea, por mi
tierra y por vos estoy empeñado en dar la vida…” Desde esta nueva y maravillosa definición hablaremos, de ahora en adelante, de la Mercenaria. Vamos a la forma.
II
Un híbrido es un todo compuesto por elementos de distinta
naturaleza. Mercenaria, como texto,
coquetea con lo híbrido. Es un
poemario y también es un diario de viaje que comienza en octubre de 1970. Estas
páginas recrean la formación de una familia militante en San Germán. La Mercenaria sale de las aguas de Puerto Rico, pasa por
California, aterriza en Palestina, África y otras partes del mundo. Un viaje al
estilo de Ulises, rey de Ítaca, personaje llamado a sobrevivir las pruebas de un mundo injusto y sus
devaneos. Un diario de viaje al estilo de Fray Servando Teresa de Mier, el
fraile agónico que rescata el gran escritor cubano Reinaldo Arenas en su libro El
mundo alucinante. Al final de la
novela el fraile afirma: “Y heme aquí, tropezando constantemente
contra los edificios y la gente a causa de esta continua neblina que envuelve
todo este brumoso Londres… A lo único que no podré acostumbrarme es a vivir
entre la mezquindad y el engaño…” Zulma Oliveras Vega se niega a la
neblina, a la mezquindad y al engaño. La autora “quijotea”, lucha por enderezar
entuertos. Por eso este libro es también una lista de tareas, un álbum de
recuerdos, una sucesión de promesas, una canasta de símbolos, un
canto a la esperanza, una reflexión ética sobre los poderes temporales que
gobiernan, lo que llamó Carpentier “El reino de este mundo”, pero sobre todo, este libro es un proyecto de
vida. La voz poética viene con mochila, y trae el alma como trae el rostro,
limpia de maquillaje. No hay máscara, ni pose, no hay grandilocuencia ni verbo
reticente. No hace falta. Viene con la ilusión de la palabra. Se detiene a
decirnos que el mundo es un absurdo
largo. cito de su poema Mercenaria: “Vengo
de la tortura, del silencio y la mordaza…Yo, que estoy limitada por mi
espejo, además de por mi cama, veo causas en el color, además de en el sexo, y
me siento aquí preguntándome cuál de mis yo sobrevivirá a todas estas liberaciones”.
Cierro la cita. En el siglo de las
comunicaciones, la globalización, la cientificidad desbordada, la voz lírica
confiesa “vengo del silencio, de la tortura y la mordaza. De golpe nos pone
frente a lo obtuso del orden establecido.
III
Contenido
Abre el
poemario con una confesión (formulación
que se hace de la propia vida), pero
esta confesión es una especie de soliloquio íntimo donde la voz poética revela
las fisuras que el caos del mundo esculpen en su espíritu: “Confieso no creer en un solo padre
todopoderoso. Mi inventora es
Pachamama. Confieso, mi mejor razón
para vivir es en armonía y rebelión.” La religión institucionalizada no le
ha servido a la Mercenaria. Se nutre del vínculo sagrado con la tierra. Vive en
armonía y rebelión. Parece una antítesis, pero no olvidemos la máxima de Sun
Tzu en El arte de la Guerra, texto
escrito para el último tercio del siglo cuarto antes de Cristo, “Quién quiera
la paz, debe prepararse para la guerra.” Por eso no es extraño el lenguaje
bélico del poema: “Y me entrego como
bomba suicida, si tan solo pudiera renacer y explotar otra vez en el siguiente
centro de corrupción”. No hay ingenuidad en la voz poética. Sabe que los
sistemas son implacables; por eso afirma “Renacer, explotar, Renacer, Libertar.”
Expresa la lucha cíclica, es decir, la continuidad del mal requiere la
continuidad del bien.
Los poemas que
siguen abordan los siguientes temas: la inconformidad con el estado de cosas
que deben ser redimidas, entre ellas el maltrato a la niñez (“Prometo no besar de lengua a nadie de cinco
años); un reclamo de pulcritud y decencia en los órdenes gubernamentales (“Los gobiernos son payasos, nosotros sus
espectadores, se ríen burlándose de la ironía, mientras succionan el jugo hasta
el gajo como bufones.”), la necesidad de gritar lo turbio desde la
experiencia de la vida limpia y honesta (“Prometo
echar ácido en el rostro a quien me confiese haberlo hecho.”), el
redescubrimiento de los grandes modelos de nuestra historia (“Defiendo la
patria junto a Albizu, ¿dónde están mis camaradas?”), abierta alusión a Julia
de Burgos y su papel definitorio en la lucha por la libertad de Puerto Rico, la
defensa de los derechos amatorios y sexuales que implica dar al traste con la
doble moralidad de los santurrones, de los encapsulados y de los perdidos en el
amor (“Confieso que me gusta una negra, descendiente cimarrona, que me hierve la sangre y me
amarra con sus pestañas.”), lo erótico explicito (“Los autos continúan pasando durante el rush hour, y me pregunto si
alguien asumirá que somos las del viernes de chillería… Esta vez llueve tan
fuerte que la tarde parece noche, nadie se fija en nuestro carro, ni la policía
se baja a investigar. Todos quieren llegar a sus hogares y salir de estas lluvias,
menos nosotras. Aprovechas para abrir tus piernas. Me las ingenio para meter mi
mano en tu falda. Tu cueva se desborda como represa del Carraízo. Los gritos de
éxtasis se pierden con los truenos de la tarde en la curvita del grajeo.”), el
cuerpo como habitáculo sagrado (“Yo soy
mi cuerpo, mi templo, mi escudo, mi prostíbulo”), y la verdad como bandera ( “Soy mercenaria y disparo las verdades de
mi historia escondida”).
Mercenaria es un texto autobiográfico,
auto referencial, objeto y sujeto del amor a la humanidad, a la vida, al sueño
de una sociedad justa para todos y todas. Mercenaria
es un evangelio, porque es una buena noticia.
Nelson Mandela,
Nilda Medina, Ernesto Che Guevara, Mahatma Gandhi, Marilyn Buck, Rafael Cancel
Miranda, Jesús de Nazaret, Oscar López Rivera, Teresa de Calcuta, Pedro Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer,
entre muchos, han afirmado que un mundo mejor es posible, que la utopía de una aurora nueva es alcanzable. A esta lista,
añádase el nombre de la Mercenaria
Zulma Oliveras Vega.
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