miércoles, diciembre 13, 2006

Charlas con E (III)
“Damage Control” o Por qué los tatuajes de hena no duran

Charlas con E (III)
“Damage Control” o Por qué los tatuajes de hena no duran


E me dijo, como todo buen amigo escuchador de penas, y como todo excelente consejero miembro activo del sindicato de la sinceritud y honestitudidad, que yo tenía que bregar con el control de daños causados a ciertos crímenes contra la humanidad. Y vamos, seamos claros; mucho, mucho, no hay que explicar cuales han sido esos daños. He sido una niña traviesa, con la licencia que me da el que “amo y me gusta amar y no podría vivir si no amara todo lo que amo”, rompiendo abiertamente y sin ningún tapujo o cargo de conciencia, uno de los más trillados de los mandamientos, aquel de la pareja del prójimo…, o algo así. He estado rompiendo el mandamiento ése a diario, en un horario consecuente y continuo, convenciéndome, por supuesto, de mis buenas intenciones tras un acto ¿aberrante, a la vez que delicioso? Y lo he hecho abusando de la buena u oportuna voluntad de gente que acompaña mis días. Hay cosas que lloran ante los ojos de dios, diría mi abuelita.

Es cierto. He estado dividida en otros menesteres del corazón que a veces se mezclan con la ficción, y he fusionado ficciones caóticas en mi entorno, que en ocasiones, la mayoría de ellas, mezclo con mis realidades.

Así que dicho lo ya dicho, estoy aceptando el primer paso. La culpa. Un nuevo antidepresivo, depakote whatever, que regula los estados de ánimo de bipolaridades románticas, también me ha ayudado en la proeza de mi autoinculpabilidad y hasta ha cooperado en descartar mi insomnio del miocardio con mal de amores.

Bueno, regreso al asunto que nos concierne, y es que gracias a E, debo deslizarme grácilmente hacia el siguiente paso, o sea, etapa dos: la solución. E ha sugerido la depilación total y absoluta de mis partes pudendas sureñas. Nada de afeitadas de segunda con productos Gillette o facsímiles razonables, que si bien es cierto muestran a posteriori las áreas muy bonitas, no sirven para dejar establecido un argumento efusivo o vehemente sobre el agasajo culpatorio. E dice que es más impresionante el Kojack por la vía de la cera depilatoria. Claro, que el muy bandido se ha ofrecido de voluntario a ejecutar la penitencia, pero luego de pensárselo bien y darse de bofetadas en el rostro, me ha conseguido a una amiga que lo hace divino. Todo ello, dizque para agasajar a la musa que duerme a mi lado, y recompensarlo por mis indiscreciones noveleras.

Yo tengo mis reservas sobre el asunto. Creo que me va a doler, pero supongo que algunos dolores valen la pena, y supongo también que es peor parir, y eso ya lo he hecho antes. Así que lo demás debería ser accesorio.

Como ven, lo estoy considerando… y todo por culpa de E. El maldito E y sus ideas descabelladas (des-cabelladas, vaya ironía) que me ponen a dudar, a pensar, a dar zancadas pa’tras como el cangrejo. A veces lo odio, aunque no por mucho rato.

No niego que traté en vano de maniobrar con este control de daños, antes que E lo sugiriera y a mi modo, durante un viaje que di fuera de la Isla. Me dejé tatuar una teta con el nombre del príncipe en ella. La teta derecha, por cierto. Pero el susodicho tatuaje, el cual me garantizaron que duraría unos meses grabado en mi piel más seductora, ya se está borrando y no han pasado ni dos semanas. Según los expertos en el arte del Tá, resistiría el agua, el jabón, el shampoo de perro, el tratamiento contra la caspa, las lavasas de baño de espumas con los productos de Marshalls, las burbujas de un jacuzzi y hasta las aguas de colonia de Victoria Secrets. Nadie me dijo que los líquidos eyaculotarios no estaban incluidos dentro del grupo de sustancias borrativas de tatuajes de hena que debía evitar. Juro que nadie me lo advirtió. Ni el joven que me tatuó, ni los amigos que lo vieron y tocaron, ni siquiera el propio E, que es un experto gurú en estos menesteres.

O me tomaron el pelo, o fui muy ingenua. ¿Alguien sabe dónde retocármelo? ¿O tendré que sucumbir al “damage control” que ha sugerido E, aquello de la depilación absolutista a sangre fría de mi cosita rosa chocolate?

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8 comentarios:

Anónimo dijo...

Conozco a E, y sería incapaz de sugerir aberraciones como éstas.

De todas formas, creo que hacía tiempo que no me reía tanto.

Excelente estilo.

Ana dijo...

Saludos! Me encantan esos dilemas y ma's aun como narras.
Si es un tatuaje con henna o mehndi, puedes comprar el henna preparado y que alguna amiga con talento arti'stico ayude en el re-dibujo, pero hace un tiempo salio' en el ND, diario local, una entrevista a una chica que los realiza en la isla, Dianne Viego. Yo me hice con el producto que venden preparado, siguiendo intrucciones y no duro' na'.
Lo de depilacio'n no duele, hay una maquinita que arranca el vello de rai'z que... buaaaa, debo ser masoquista, pero funciona muy bien, jaja.
Un abrazo muy fuerte!

Goddess dijo...

Que mucho haces reir Yolanda!

Las imágenes visuales y sensoriales me hicieronhasta apretar las piernas del dolor... buen estilo narrativo, me encantó.

Anónimo dijo...

Mi Diosa de las palabras, usted es simplemente deliciosa. Ser su muso o musa es todo un privilegio que solo pocos tienen. Deberian atesorarlo.

Que bien que andes entre nosotros.

Anónimo dijo...

Bravisimo!!!!!

Anónimo dijo...

Daría cualquier cosa porque mi musa se tatuara mi nombre. Tienes que estar bien enamorada, y él, a él lo debes haber dejado loco...

Eso es amollllllllllll.

Edwin Vázquez dijo...

Yolanda:

¡Qué delicia tu blog! Leí algunos posts y me azotó un viento fresco. Gracias.

J O E L dijo...

eah... mira eso... jaja
Sabes, cada vez la línea de lo real y lo ficticio se pone más borrosa en este sitio!

Acerca de mí

Mi foto
Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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