Hablaste, me besaste la lengua y me dijiste que yo te fascinaba en todas mis etapas, y que me encontrabas hoy más bella que nunca. Sonreí, no sin antes hacer un puchero, porque el día no había estado fácil; porque la felicidad de la noticia de que mi hija de ocho años pasaría al cuadro de honor de su escuela me duró tan sólo cincuenta minutos. Ni siquiera una hora.
Suspiro. ¿Cómo se le dice a una hija que el lunes en la mañana te van a extirpar un seno? ¿Que te acabas de integrar a las estadísticas de cáncer? ¿Cómo una saca fuerzas de madre pujante y luchadora de donde no las hay?
La hija es mi prima, la madre es mi titi. Me duele por el amor que siento hacia ambas. Me duele porque sí. Pienso en qué harí si me sucediera a mí. ¿Cómo es que todo este viento con aromas de madera me dura siempre tan poco?
¿Le sonrío a mi hija de ocho años disimuladamente y le aseguro que todo estará bien, que podemos seguir festejando, celebrando su triunfo? ¿Que nada malo va a pasarnos?
1 comentario:
Wow...
Sumamente fuerte, una realidad que cada vez es común y mayor.
Muchas fuerzas y siempre esperando que todo salga bien. Leí un artículo hace algún tiempo que la mejor batalla contra el cáncer es mantenerse optimista.
Mis mejores deseos para tu Titi y su familia.
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