Arreglos

Veintidós años más tarde, y el perro regresa a morderte con el mismo ímpetu que si hubiera salido por la puerta ayer, anoche, hace unas horas. El peor de los temores se te acerca al rostro y se burla. El más oscuro de los secretos es finalmente develado y te sientes tan desnuda, tan fucking vulnerable.

Ella llama. Tu amiga, hermana de siempre, tu alma gemela, la que escogiste y te escogió en la niñez, en la pubertad, en la vida adulta para compartir el resto de tus días como pariente de sangre. Con la que lloraste el día que te contó lo que le hacía desde los cuatro años su padre. Vive fuera de Puerto Rico, escapada y escondida, a salvo, pero una tía ha muerto, y con ella se ha disparado la vorágine.

El espiral con turbinas empieza a deshacer pedazos de carne con piel, porque su hermano, que también vive fuera de Puerto Rico, ha hecho arreglos para regresar a la patria a dar el último adiós a la tía difunta. Entre los arreglos ha incluido un pasaje y estadía para ella, tu camarada, tu inseparable, la que solloza, la que teme aún en la distancia. Otro arreglo para que sea el propio padre de ambos quien los recoja en el aeropuerto ha puesto en jaque su estabilidad emocional. Ante la insistencia del hermano a preguntas del por qué no acepta que sea el padre el que les de la bienvenida, mi íntima, mi aliada, ha explotado. Su hermano le dijo:

—No puedo creer que no quieras que papi nos busque, después de todo lo bueno que él ha sido con nosotros, en especial, contigo.

Y ella ha respondido:

—¿Quieres saber cuan bueno fue conmigo?

Y le dijo. Veintidós años más tarde, mil horas de terapia después, infinitas dosis de ansiolíticos, calmantes e hipnosis luego, la contestación de ése, su hermano, ha sido:

—Pues no lo hubieras callado por tanto tiempo, ahora ya nada se puede hacer. Get a life y trátate con un psicólogo, pero no seas la que echa a perder todo siempre. ¿Ok?