lunes, febrero 11, 2008

Balas


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No vivía una balacera desde mis días de infancia en Cataño. No pensé que hoy me tocaría vivir otra, mucho menos si llevaba a la nena conmigo en el auto. Creí que mi cuota de matanzas, sicarios, reyertas de bichotes y vendettas pistoleras ya estaba copada. Lo de hoy me ha tomado por sorpresa.

Salimos del restaurante Longhorn en Plaza Escorial, mi hija y yo. Festejamos el domingo tan maravilloso, tan soleado, tan de Car Wash, tan de cumpleaños de Lucián frente a la playa, tan de uñas postizas de Walgreens, tan de piraguas con Isaac y sus hijos. Comimos postre en Baskin Robins. Nos montamos en el auto e hicimos fila civilizada en el semáforo de Direct TV de Carolina. Éramos el tercer automóvil en esa fila. El primero, una Trooper crema sin marcas ni suspicacias, por alguna razón desconocida sacó una metralleta desde el cristal del pasajero y comenzó a disparar al vehículo pequeño, azul celeste, justo a su lado. Hubo cristales rotos. Metales destrozados. Carros que dieron reversa en plena vía. Autos detenidos por el pánico, y una gritería de gente desesperada desde los transportes, desde las aceras, desde el edificio de apartamentos en donde jugaban niños, subiendo y bajando en los columpios y tirándose por las chorreras.

Maniobré como pude en contra del tránsito. Aurora empezó a llorar del miedo. Yo también, sólo un poco, porque quise infundirle valor mientras disimuladamente me tocaba el cuerpo y escudriñaba el de ella, intentando localizar alguna bala perdida. No encontré ninguna.

Ahora, cuatro horas más tarde, luego de acostar a la nena que se ha dormido sollozando en esta madrugada insomne y sin sentido, me burlo del vistaril 50 mg que no ha hecho efecto. Sigo hurgándome el cuerpo. Sigo tocándome los boquetes no hechos. Creo que en algún poro recrecido encontraré una de esas balas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Anda pal carajo! ¿A plena luz del día fue esto? Que horrible! Reaccionaste muy bien, yo me hubiese quedado paralizada en el carro. Una pena que ese día mágico con la nena terminara así. Espero que se encuentren bien. Besos!

anaivelisse dijo...

Se lo que se siente, Yola. A finales del año pasado iba camino a Borders de Plaza Escorial por la 65 de Infanteria; una ruta que no utilizo demasiado. Frente a Monte Hatillo, y esperando el cambio de luz, comienzan los disparos de un lado y de otro. Comienza el corre y corre y en par de segundos, ya estaba eb la interseccion con la Carr. *. No se como lo hice, debe ser el sentido de supervivencia y de proteccion a nuestras crías. Puro instinto.

Anónimo dijo...

I am glad you and Aurora are ok...That is what is important...

Miranda Merced dijo...

Es triste que se haya convertido en un peligro el salir por nuestras calles. Una amistad me decia que yo estaba paroica porque temo los lugares excesivamente concurridos. Es que me da miedo no poder correr si sucede algo asi. Dios nos guarde!
Besos!

Acerca de mí

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Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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