jueves, junio 10, 2010

Madame Escenas y su ‘Adiós Mariana y otras despedidas’ (5 de 20)


Madame Escenas y su ‘Adiós Mariana y otras despedidas’

Le dije a Awilda Cáez que de ahora en adelante la llamaría Madame Escenas. Cáez domina la redacción de escenas en el texto moderno como ningún otro exponente de mi generación en suelo boricua. Y mira que a mí me encanta la armonía de acción de los textos de Francisco Font Acevedo, el manejo del tiempo y el espacio poético en ficción extendida de Mayra Santos Febres, la ágil velocidad idad con que esgrimen Blancairis Miranda y Tere Dávila, y la cinematografía de Luis Negrón. Soy asidua revisitadora de la prosa de todos estos. Sin embargo lo de Awilda es otra cosa.

Cuando asigno ejercicios de Antitaller para que los participantes y futuros narradores se afanen con textos en donde se utiliza la técnica de “matar al narrador” siempre llevo ejemplos de Lorrie Moore, de Susan Sontag, de David Foster Wallace. Incluso recomiendo encarecidamente que utilicen la anatomía escenográfica recomendada por Les Edgerton en “Hooked: Write Fiction That Grabs Readers at Page One & Never Lets Them Go”. A partir de ahora sé, con esta intuición asesina que me apasiona de la literatura, que no tendré que ir tan lejos. Awilda Cáez se apropia del "hooked" y convierte la lectura de cuentos en una magnifica gesta alcanzable.

Aquí incluyo varias muestras que ejemplifican lo que quiero decir. La narración comienza en un “in media res” bien dotado, bien estructurado, con un patrón de hilos imperceptibles incapaces de decepcionar al lector. Estos cuatro relatos tienen ese poder que noquea:


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El libro además brilla en la medida en que posee un diálogo directo con lo metaliterario, un elemento que pulula por todas las páginas siendo sus máximos exponentes los cuentos “Adiós, Mariana”, “En la esquina del Café Ámsterdam, “La pluralidad de la existencia” y “Un largo y pesado imposible”. Descubrimos cómo los personajes son escritores, o desean escribir, o son aspirantes escribientes mientras usurpan la silla de profesionales que escriben. Algunos son muy cultos, pues leen el periódico La noticia, El Informante, o el Le Monde de Francia. Unos son veteranos escritores a los que se pide que cambien el final para no morir. Otros van construyendo una historia en la que advierten a un paralelo, o se les hace evidente el deseo de querer asesinar. Los personajes visitan Borders, publican novelas de horror en editoriales leoninas, y hasta tienen dificultades con laptops y otros menesteres tecnológicos.

Los desencuentros encuentran a sus héroes, como en el cuento del hombre de las manos bonitas en donde éste se vuelve objeto del deseo y la obsesión silenciada correspondida por otro silencio, igualmente dirigido a la persona deseante en ‘De lunes a viernes’. ‘La pluralidad de la existencia’ es un juego tipo ‘El hombre duplicado’ de José Saramago en donde el desasosiego por no ser o por no explotar lo que se es, mina el superlativo.

Hay una angustia por el exterior; un añorar a Francia, a Madrid, a San Francisco y recordar el recorrido de sus calles y túneles y puentes. Parecería que se pudiera diagramar en Google Earth o Bing Maps las piruetas geográficas que dan los habitantes de las páginas dibujadas por Awilda.

Los cuentos tienen ingenio e hilaridad. Recuerdo aquel en que una chica descubre en un bote de basura la flecha de Cupido y se reviste de peripecias para volverla a su estado normal y luego colocarla a favor de su conquista de amor platónico. El Morro, Ballajá, la Plaza del Quinto Centenario y la calle del Sol son el ambience adecuado para estos ritos de conquista romancística.

‘Cuando vuelvas Rogelio’ es para mí el texto más logrado de la dieciochesca colección. Fue un cuento que leí por primera vez en Café Berlín, una tarde en que Bárbara Forestier organizaba tertulias literarias en Viejo San Juan. Este texto fue añadido a la publicación luego que la misma ganara el Primer Premio del Certamen Interuniversitario 2009 fallado por el entonces Presidente del Jurado Fernando Iwasaki.

Me regodeo en la feliz idea de que Awilda Cáez va por buen camino. Estoy segura que valdrá la pena quedarse cerca para esperar por lo demás.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Los inicios que presentaste son prometedores. Me parece destacable la segunda persona, que siempre es tan arriesgada. Sobre los juegos metaliterarios, creo que en el siglo pasado ya alcanzaron y dejaron atrás sus obras estelares, pero, bueno, el poder de Cortázar y Borges sigue siendo fuerte en la cuentística en español. En todo caso, aunque los cuentos prometen, todavía hay un océano de distancia entre ellos y el ritmo y la intensidad de Lorrie Moore.

Anónimo dijo...

La gente siempe tan mañosa. No hay un solo comentario de felicitación ni nada remotamente parecido. Por el contrario, este ahora alega que hay una comparacion con Moore cuando todo lo que se dice que se puede usar el texto de Caez como una referencia mas en los antitalleres. El ser humano es cosa mala.

Max dijo...

"En todo caso, aunque los cuentos prometen, todavía hay un océano de distancia entre ellos y el ritmo y la intensidad de Lorrie Moore. "

?Como puede saberlo si solo ha leido los inicios que se presentan aqui????? INCREIBLEEEEEEEE

Felicitaciones Awilda!!!!!!!

Anónimo dijo...

Continúo con el segundo párrafo.


La sexta oración hace algo desaconsejable: se devuelve de manera brusca a un tiempo inmediatamente anterior a un evento que el cuento ya describió. ¿Por qué no avanzar la acción si ese párrafo no le aporta mucho al conflicto que se presentó como el conflicto central del cuento? Además, el párrafo tiene unas construcciones un poco desafortunadas. Por ejemplo, la frase "me tomé una de las pastillas para dormir de Rogelio" tiene un para ambiguo que casi que obliga a leerla dos veces. ¿Se tomó una pastilla para dormir de Rogelio (tal vez para olvidarlo)? Claro, la ambigüedad se aclara de inmediato: son pastillas para dormir y son de Rogelio, no es que las tomó "para dormir de Rogelio". Puede parecer pueril señalar esto, porque la ambigüedad puede parecer inevitable. Pero es evitable. Por ejemplo, la narradora pudo haber dicho algo así: "en la madrugada, busqué entre las medicinas de Rogelio y me tomé una de sus pastillas para dormir". Así, el lector no se tiene que detener a deshilvanar los posibles sentidos.

Por último, la frase final de ese párrafo. En primer lugar, empieza con un adverbio terminado en -mente, que tienden a ser una mala idea en la redacción de literatura en español. El de esta oración "Usualmente") era fácil de reemplazar, inclusive, con una frase como esta: "Por lo general". Y surge de nuevo el problema de la explicación: ¿a quién, y por qué, la narradora le está explicando su hora normal de levantarse?

Espero haber dado las razones por las cuales no presenté un comentario caprichoso, "mañoso", o malévolo. Hay razones para creer que el cuento requería un poco más de trabajo. Pero es prometedor. Vuelvo a lo mismo: ¿cuál es el problema con presentar una apreciación mixta de los inicios de estos cuentos?

En general, hay algo de la apertura de este cuento que evoca el inicio de "The Management of Grief" de Mukherjee. Leerlos lado a lado sería instructivo. Es probable que la autora se haya inspirado en el texto de Mukherjee, que es un gran cuento. Por lo que se vio en esta selección de textos que presentó Yolanda, no me sorprendería que un cuento futuro de Awilda también pueda ser un gran cuento.

Anónimo dijo...

¿Qué tiene de malo señalar virtudes ("prometen") y defectos (sí, no son como las joyas que publica Moore) a la vez? ¿O es que la única posible respuesta consiste en felicitar a la autora con una larga cadena de signos de exclamación? No. Ya que me consideraron injusta en el comentario pasado, analicemos con calma uno de los inicios. Y, aunque sea un inicio nada más, los demás comentaristas deberían recordar que un cuento, escrito breve por naturaleza, triunfa o fallece en el inicio. Si esto fuera un concurso, lo más probable es que los jurados no seguirían leyendo el cuento si se toparan con un inicio defectuoso.

Detengámonos entonces en "Cuando vuelvas, Rogelio". Por la extensión del comentario, lo divido en dos.

La primera oración es fuerte: queda en suspenso (¿se enteró de qué?), bien construida (voz activa, por ejemplo), ubica el conflicto de inmediato.

La segunda oración menciona el nombre completo de una persona a quien la narradora debe conocer muy bien. Si esta parte del cuento es un monólogo interior, esta información sobra (en una reflexión que hago para mis adentros, no menciono el nombre completo de alguien a quien conozco). Si se descubre después que la narradora está presentando el texto ante un público compuesto por terceros (que piden explicaciones, por ejemplo), entonces la información de más se justifica. Igual problema afecta al nombre del periódico. ¿Por qué la narradora dice "periódico El Informante" si ella sabe que es un periódico? ¿Por qué no decir sólo El Informante? Es muy temprano en el cuento para juzgar de manera definitiva, pero la oración da unas explicaciones demasiado detalladas para una narradora en primera persona, y eso genera algo de fricción entre los lectores atentos.

La tercera oración tiene un cambio brusco de dicción: "confirmar la veracidad del rumor que ya circulaba" es una expresión formal, casi burocrática; "por todas partes" es una expresión coloquial. La yuxtaposición es incómoda. Sería mejor ser uniforme en la formalidad, tal vez para ser fiel a la voz de la periodista que pregunta ("confirmar la veracidad del rumor que ya circulaba por tantos medios"), o ser más informal en general ("Me preguntó si era cierto el rumor que circulaba por todas partes"). Yo sugeriría la segunda versión.

La cuarta oración de nuevo da explicaciones que en un monólogo interior sobrarían ("Aquí en Taumalipas los secuestros son comunes"). Volvemos a lo mismo: ¿por qué lo dice la narradora si ella misma ya lo sabe? El resto de la oración es extremadamente formal --casi insensiblemente formal-- para una persona que está reproduciendo la sensación de enterarse de que su esposo ha sido secuestrado. ¿Y por qué "esta" desgracia"? Por los pensamientos de la narradora, y la situación que se ha expuesto, sería más apropiado decir "esa desgracia".

La quinta oración empieza con un conector propio de los ensayos, que muchos libros de escritura (como el que sugirió Yolanda Arroyo en el blog) recomiendan evitar. Y tienen razón al hacerlo, porque en la ficción hay otras formas --formas dramáticas-- de marcar el cambio de registro. En este caso, la cuarta y la quinta oraciones se pudieron haber comprimido para obtener una mayor economía verbal y para producir un efecto más poderoso. Por ejemplo: "Con lo comunes que son los secuestros en Taumalipas, hay que tomar medidas. Se nos debió haber escapado algún detalle".

Yolanda Arroyo Pizarro dijo...

Argumentar sobre los adverbios terminados en mente tan facilonamente es, claraMENTE una muestra de que hace falta más praxis, más pericia. Invitamos a cultivar esto. Además, en Boreales agradecemos a la “lectora” que ha posteado con tanta minuciosidad sus comentarios en el anonimato, con sus debidas licencias creativas, y la invitamos a que un día de estos abra un blog. También la invitamos a que lea el siguiente libro “Get a life of your own and get real: thousand ways to interpret fiction without been such a party pooper”. Lo puede conseguir an Amazon.com.

Acerca de mí

Mi foto
Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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