Apuntes para la ovación de
un texto postransgresor y necesario
Antología Gaybiqueer de
cuento y cómic pornoerótico de Pinga[zos], 2013Por Yolanda Arroyo Pizarro
Una vez le escuché decir a
una mujer lesbiana, de evidente constitución masculina, la frase: ¡Agárrame la pinga! De inmediato, sentí
sorpresa y me dieron ganas de reír, lo cual no hice, porque aquella mujer era
muy peligrosa, y yo los peligros me los tomo muy en serio. Al quedarme sola
reflexioné sobre el poder que tiene la palabra Pinga. Tal es el poder, que de chicos, cuando se le escapaba a
alguno de los muchachitos del colegio católico al que yo asistía, la pescozá de
monja menopáusica, y luego el castigo, sellaban la advertencia de no volver a repetir esa palabra.
Increíblemente, ahora que lo
recuerdo, todos los chicos que alguna vez se habían atrevido a decir Pinga en la niñez, son hoy por hoy
homosexuales adultos hechos y derechos. Al parecer hay una conexión directa con
ser arrojado y atrevido, en lo que a transgresión sexual se refiere desde los
pininos, hasta la consecución de un individuo adulto en pleno ejercicio de su
libertad sexual. Si lo analizamos, decir Pinga
en una época en la que era inaudito decirlo, y en un entorno en el que era
impensable mencionarlo, también puede ser considerado como uno de los más
extremos ejercicios de libertad en aquel entonces. Es posible que estos
jovencitos que decían Pinga ya venían
retando el orden, ya venían rompiendo esquemas. Incluso la mujer lesbiana que
me lo dijo a mí, que me vociferó el primer ¡Agárrame
la pinga! de mi vida estaba, a su vez, retando el orden y rompiendo
esquemas.
De más está decir que ante
la épica noticia de la puesta en circulación de un texto como este, una
antología puertorriqueña que lleva en su portada y adentros, en sus vísceras,
la idea y la palabra a tutiplén, no pude hacer otra cosa que celebrar. Fue un placer
para mí que Max Charriez me ofreciera el honor de presentar la misma.
Una minuciosa búsqueda en Google Scholar y Google Books demuestra que no existe un solo libro en español en
cuyo título aparezca la palabra Pinga,
al menos en el contexto sexual libertario con el que aquí se utiliza. Sí hay en
Latinoamérica una tribu de los pinga
y sí hay en la academia apellidos que lo contienen, como por ejemplo, un
especialista chino llamado Shu-Pinga, y un educador asiático-americano llamado Wang
Pinga que estudia el “Empirical Analysis to the Effect of Higher Education in
Economic Growth” en la University de Lanzhou, China oriental.
En Amazon solo aparece un
libro publicado por Ancestry.com, que da explicaciones del apellido Pinga, The Pinga Name in History. Sin embargo,
pueden adquirirse gorras, llaveros y hasta baberos para los PingaLovers, porque resulta que para
muchos Pinga es un pingüino muy
adorable cuyas aventuras imagino que consisten en hacerse de un amante pingüino
homosexual.
En el Dirty Spanish Workbook Filled with Slang, Sex and Swearing que también
consulté y se consigue en Amazon, existe una entrada para la palabra Pinga que me parece es la que nos interesa
aquí a todos: [Pinga: pene, miembro
sexual masculino].
Cristhian Barragán Pérez en
su ensayo ‘Para una literatura queer’ propone: “La literatura es un performance. Nada más irrevocable que la
mutabilidad del texto literario. A partir de su composición es posible
movilizar e interpretar la realidad en múltiples contextos y niveles de
representación.” Para mí, el contexto y la representación más elocuente de
la publicación de esta antología es precisamente el hecho de que haya sido
posible publicarla. Existe allí un acto
de libertad tan crudo como apasionado. Esta antología representa un gran paso
no solo en la cartera de haberes y existencias de la literatura queer LBGTT de
Puerto Rico, sino también del mundo hispano. En Santo Domingo y Panamá, por ejemplo,
no existe un texto tan osado que incluya la amalgama de voces elocuentes y
talentosas que aquí comparten. No solo no existe, lo poco que existe se guarda
en las librerías en la parte de atrás, se esconde y solo aquellos aventados que
se lanzan a solicitar tal literatura ejercen una libertad completa, a expensas
de las miradas condenatorias de libreros y público lector. En Ecuador, por ejemplo, un extraordinario y
bello país que nos acaba de cobijar por un ratito a Zulma y a mí en el Primer Coloquio Pensando lo Queer en América
Latina, ni siquiera se guarda la literatura queer en la parte de atrás. Simplemente no existe, o no la permiten.
Puerto Rico sí tiene y para
los que no se han enterado, no es que llegamos para quedarnos, es que siempre
hemos existido y continuaremos quedándonos. El artículo ‘La homosexualidad
en la América Preshipánica’ de Félix Esteves, Caracas, abril 2012 explica
claramente cómo desde que América fue descubierta y explorada (s. XV al s. XVI)
sus conquistadores, tanto españoles como portugueses, se dieron cuenta de que
las relaciones hombre-hombre, mujer-mujer era algo común y corriente entre los
nativos, pero como “la Península Ibérica fue “invadida” por más de una decena
de Tribunales del Santo Oficio de la Inquisición, que convirtieron a la homosexualidad,
llamada para aquel entonces como sodomía, en un terrible crimen tan nefasto y
aún más grave y peligroso que el homicidio” las practicas fueron censuradas.
Sin embargo, no borremos la
realidad de la historia, que para eso está ahí: en América Prehispánica la
homosexualidad era algo común y corriente y existía desde el estrecho de
Berhing hasta la parte más meridional del cono sur, tal como lo afirma el
historiador e investigador venezolano Antonio Raquena en esta crónica:
...
“muchos destos indios y indias eran sodomitas”… “en algunas partes destas
indias, traían por joyel a un hombre sobre otro, en aquel diabólico y nefando
acto de sodomía”…
Documentado está que por
todas las islas del Caribe y las costas de Venezuela y Colombia se extendía una
cultura o pueblos indígenas donde la homosexualidad era entendida y aceptada. En
México, por ejemplo, los conquistadores hallaron ídolos de oro y barro en donde
se ve a dos hombres cabalgando uno sobre otro, en forma de acto homosexual. Cerámicas
similares se pueden encontrar en el Museo del Oro, en Bogotá, y entre los objetos
dejados por los Mayas-Yucatecos. En el museo Rufino Tamayo de Oaxaca o en el
museo de arte precolombino de Chile las pruebas están ahí. En 1576 se describe
en unas crónicas de Pero Magallaes Gandavo, Historia da provincia da Santa
Cruz. Tratado da Terra do Brasil, la existencia de las “Indias-Machos” o
“Mujeres –Machos” que eran aborígenes femeninas lesbianas:
“Algunas
indias hay que no conocen hombre alguno de ninguna calidad, ni lo consentirán
aunque por eso las maten. Estas dejan todo el ejercicio de mujeres e imitan a
los hombres y siguen sus oficios como si no fuesen hembras”… “y cada una tiene
mujer que le sirve, con quien dice que es casada. Y así se comunican y conversan
como marido y mujer.”
A partir de la conquista
española y con el catolicismo como religión impuesta, el “machismo” se
introdujo y los más terribles crímenes fueron realizados contra nuestros
aborígenes, fueran heterosexuales u homosexuales, y esta barbarie de asesinatos
fue apoyada por la religión. El pecado homosexual entró con el dios inquisitorio
del judeocristianismo, fue un invento de unos pocos que quisieron jugar al “a
ver qué tal”, “a ver cómo nos sale” esto de hacer creer que existe un ser
invisible que castiga. Hasta el día de hoy se siguen saliendo con la suya. La
publicación de un texto como este es una advertencia a esos hegemónicos de que
“hasta aquí llegaron”. Ya no más.
El Doctor y Licenciado en
leyes Diego Falconí, a quien tuve el gusto de conocer en el Coloquio de
Ecuador, gestor y precursor del mismo, menciona algo medular que entiendo
pertinente: “Para la transgresión
literaria es fundamental que el cuerpo se explique nominalmente; hay un
compromiso autorial de que ciertos cuerpos que han sido ignorados, se vean en
la escritura, la lectura desviada y la política como ejercicio transgresor.”
Ello viene a cuento con lo
ya dicho por Max Chárriez, el editor de esta importante antología, hermana de
leche de Cachaperismos I y II: “Esto no
es literatura queer para heterosexuales progresistas; no denuncia la homofobia,
no pretende explicar qué somos, no ofrece excusas, no esconde en una maraña de
figuras literarias qué es lo que es. El que quiera leerla, que bregue con las
pingas.”
El hecho mismo de no definir,
define. Aborda. Señala. Para la transgresión literaria es fundamental que el
cuerpo se explique nominalmente. Así que como vemos, el 2013 ha visto la luz de
una antología postransgresora. Va más allá de simplemente entretener o explicar.
Esta antología quiere molestar.
Los cuentos y cómics pornoeróticos
dejarán satisfechos a muchos y sorprenderán a otros. Las historias, con finales
de éxtasis orgásmicos, cumplen con la expectativa que alguna vez le escuché exigir
a mi mentora, la Dra. Lilliana Ramos Collado: “Estoy cansada de las historias
de gays y lesbianas que terminan en tragedia”. No hay tragedias en estas historias, al menos
no hay melodramas gratuitos y casi todos los finales son demarcadoramente
felices.
La diagramación es una obra
de arte. La representación pictórica de una pinga en su grosor, no solamente
incluye una muestra de la biología biográfica del paso de cada artista escriba por
el mundo portorricense. Allí se recogen por cierto sus valiosas contribuciones
a la literatura de mi país a la vez que se muestra una genialidad en la pictográfica
tipo test de Rorschach compuesta por manchas de tinta, asimilando la
interpretación que hacen los sicólogos, y que evidencia un salpicar de
eyaculación sobre los datos “pingüísticos” de cada autor. Hasta ese detalle se
ha tomado en cuenta.
Un fuerte aplauso por la
valentía de publicar este texto tan osado a todos los autores, y les deseo una
carrera literaria abundante, no sin antes recordarles que esta solo se consigue
escribiendo. Mi lema es ENEF, es lo que les enseño a mis estudiantes en los
talleres. ENEF significa Escribir No Es
Fácil. Pero si te declaras esclavo de tu arte y le dedicas tiempo y
esfuerzo, ella, tu arte, te devolverá el favor sumamente agradecida. Bendita
sean las Pingas. Amén.
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