domingo, mayo 05, 2013

Reseña a la Antología Gaybiqueer de cuento y cómic pornoerótico de Pingazos, Puerto Rico 2013



Apuntes para la ovación de un texto postransgresor y necesario
Antología Gaybiqueer de cuento y cómic pornoerótico de Pinga[zos], 2013
Por Yolanda Arroyo Pizarro

 

Una vez le escuché decir a una mujer lesbiana, de evidente constitución masculina, la frase: ¡Agárrame la pinga! De inmediato, sentí sorpresa y me dieron ganas de reír, lo cual no hice, porque aquella mujer era muy peligrosa, y yo los peligros me los tomo muy en serio. Al quedarme sola reflexioné sobre el poder que tiene la palabra Pinga. Tal es el poder, que de chicos, cuando se le escapaba a alguno de los muchachitos del colegio católico al que yo asistía, la pescozá de monja menopáusica, y luego el castigo, sellaban la advertencia de no volver a repetir esa palabra.
 
Increíblemente, ahora que lo recuerdo, todos los chicos que alguna vez se habían atrevido a decir Pinga en la niñez, son hoy por hoy homosexuales adultos hechos y derechos. Al parecer hay una conexión directa con ser arrojado y atrevido, en lo que a transgresión sexual se refiere desde los pininos, hasta la consecución de un individuo adulto en pleno ejercicio de su libertad sexual. Si lo analizamos, decir Pinga en una época en la que era inaudito decirlo, y en un entorno en el que era impensable mencionarlo, también puede ser considerado como uno de los más extremos ejercicios de libertad en aquel entonces. Es posible que estos jovencitos que decían Pinga ya venían retando el orden, ya venían rompiendo esquemas. Incluso la mujer lesbiana que me lo dijo a mí, que me vociferó el primer ¡Agárrame la pinga! de mi vida estaba, a su vez, retando el orden y rompiendo esquemas.

De más está decir que ante la épica noticia de la puesta en circulación de un texto como este, una antología puertorriqueña que lleva en su portada y adentros, en sus vísceras, la idea y la palabra a tutiplén, no pude hacer otra cosa que celebrar. Fue un placer para mí que Max Charriez me ofreciera el honor de presentar la misma.

Una minuciosa búsqueda en Google Scholar y Google Books demuestra que no existe un solo libro en español en cuyo título aparezca la palabra Pinga, al menos en el contexto sexual libertario con el que aquí se utiliza. Sí hay en Latinoamérica una tribu de los pinga y sí hay en la academia apellidos que lo contienen, como por ejemplo, un especialista chino llamado Shu-Pinga, y un educador asiático-americano llamado Wang Pinga que estudia el “Empirical Analysis to the Effect of Higher Education in Economic Growth” en la University de Lanzhou, China oriental.

En Amazon solo aparece un libro publicado por Ancestry.com, que da explicaciones del apellido Pinga, The Pinga Name in History. Sin embargo, pueden adquirirse gorras, llaveros y hasta baberos para los PingaLovers, porque resulta que para muchos Pinga es un pingüino muy adorable cuyas aventuras imagino que consisten en hacerse de un amante pingüino homosexual.

En el Dirty Spanish Workbook Filled with Slang, Sex and Swearing que también consulté y se consigue en Amazon, existe una entrada para la palabra Pinga que me parece es la que nos interesa aquí a todos: [Pinga: pene, miembro sexual masculino].

Cristhian Barragán Pérez en su ensayo ‘Para una literatura queer’ propone: “La literatura es un performance. Nada más irrevocable que la mutabilidad del texto literario. A partir de su composición es posible movilizar e interpretar la realidad en múltiples contextos y niveles de representación.” Para mí, el contexto y la representación más elocuente de la publicación de esta antología es precisamente el hecho de que haya sido posible publicarla.  Existe allí un acto de libertad tan crudo como apasionado. Esta antología representa un gran paso no solo en la cartera de haberes y existencias de la literatura queer LBGTT de Puerto Rico, sino también del mundo hispano. En Santo Domingo y Panamá, por ejemplo, no existe un texto tan osado que incluya la amalgama de voces elocuentes y talentosas que aquí comparten. No solo no existe, lo poco que existe se guarda en las librerías en la parte de atrás, se esconde y solo aquellos aventados que se lanzan a solicitar tal literatura ejercen una libertad completa, a expensas de las miradas condenatorias de libreros y público lector.  En Ecuador, por ejemplo, un extraordinario y bello país que nos acaba de cobijar por un ratito a Zulma y a mí en el Primer Coloquio Pensando lo Queer en América Latina, ni siquiera se guarda la literatura queer en la parte de atrás. Simplemente no existe, o no la permiten.

Puerto Rico sí tiene y para los que no se han enterado, no es que llegamos para quedarnos, es que siempre hemos existido y continuaremos quedándonos. El artículo ‘La homosexualidad en la América Preshipánica’ de Félix Esteves, Caracas, abril 2012 explica claramente cómo desde que América fue descubierta y explorada (s. XV al s. XVI) sus conquistadores, tanto españoles como portugueses, se dieron cuenta de que las relaciones hombre-hombre, mujer-mujer era algo común y corriente entre los nativos, pero como “la Península Ibérica fue “invadida” por más de una decena de Tribunales del Santo Oficio de la Inquisición, que convirtieron a la homosexualidad, llamada para aquel entonces como sodomía, en un terrible crimen tan nefasto y aún más grave y peligroso que el homicidio” las practicas fueron censuradas.

Sin embargo, no borremos la realidad de la historia, que para eso está ahí: en América Prehispánica la homosexualidad era algo común y corriente y existía desde el estrecho de Berhing hasta la parte más meridional del cono sur, tal como lo afirma el historiador e investigador venezolano Antonio Raquena en esta crónica:

... “muchos destos indios y indias eran sodomitas”… “en algunas partes destas indias, traían por joyel a un hombre sobre otro, en aquel diabólico y nefando acto de sodomía”…

Documentado está que por todas las islas del Caribe y las costas de Venezuela y Colombia se extendía una cultura o pueblos indígenas donde la homosexualidad era entendida y aceptada. En México, por ejemplo, los conquistadores hallaron ídolos de oro y barro en donde se ve a dos hombres cabalgando uno sobre otro, en forma de acto homosexual. Cerámicas similares se pueden encontrar en el Museo del Oro, en Bogotá, y entre los objetos dejados por los Mayas-Yucatecos. En el museo Rufino Tamayo de Oaxaca o en el museo de arte precolombino de Chile las pruebas están ahí. En 1576 se describe en unas crónicas de Pero Magallaes Gandavo, Historia da provincia da Santa Cruz. Tratado da Terra do Brasil, la existencia de las “Indias-Machos” o “Mujeres –Machos” que eran aborígenes femeninas lesbianas:

“Algunas indias hay que no conocen hombre alguno de ninguna calidad, ni lo consentirán aunque por eso las maten. Estas dejan todo el ejercicio de mujeres e imitan a los hombres y siguen sus oficios como si no fuesen hembras”… “y cada una tiene mujer que le sirve, con quien dice que es casada. Y así se comunican y conversan como marido y mujer.”

A partir de la conquista española y con el catolicismo como religión impuesta, el “machismo” se introdujo y los más terribles crímenes fueron realizados contra nuestros aborígenes, fueran heterosexuales u homosexuales, y esta barbarie de asesinatos fue apoyada por la religión. El pecado homosexual entró con el dios inquisitorio del judeocristianismo, fue un invento de unos pocos que quisieron jugar al “a ver qué tal”, “a ver cómo nos sale” esto de hacer creer que existe un ser invisible que castiga. Hasta el día de hoy se siguen saliendo con la suya. La publicación de un texto como este es una advertencia a esos hegemónicos de que “hasta aquí llegaron”. Ya no más.

El Doctor y Licenciado en leyes Diego Falconí, a quien tuve el gusto de conocer en el Coloquio de Ecuador, gestor y precursor del mismo, menciona algo medular que entiendo pertinente: “Para la transgresión literaria es fundamental que el cuerpo se explique nominalmente; hay un compromiso autorial de que ciertos cuerpos que han sido ignorados, se vean en la escritura, la lectura desviada y la política como ejercicio transgresor.”

Ello viene a cuento con lo ya dicho por Max Chárriez, el editor de esta importante antología, hermana de leche de Cachaperismos I y II: “Esto no es literatura queer para heterosexuales progresistas; no denuncia la homofobia, no pretende explicar qué somos, no ofrece excusas, no esconde en una maraña de figuras literarias qué es lo que es. El que quiera leerla, que bregue con las pingas.”

El hecho mismo de no definir, define. Aborda. Señala. Para la transgresión literaria es fundamental que el cuerpo se explique nominalmente. Así que como vemos, el 2013 ha visto la luz de una antología postransgresora. Va más allá de simplemente entretener o explicar. Esta antología quiere molestar.

Los cuentos y cómics pornoeróticos dejarán satisfechos a muchos y sorprenderán a otros. Las historias, con finales de éxtasis orgásmicos, cumplen con la expectativa que alguna vez le escuché exigir a mi mentora, la Dra. Lilliana Ramos Collado: “Estoy cansada de las historias de gays y lesbianas que terminan en tragedia”.  No hay tragedias en estas historias, al menos no hay melodramas gratuitos y casi todos los finales son demarcadoramente felices.

La diagramación es una obra de arte. La representación pictórica de una pinga en su grosor, no solamente incluye una muestra de la biología biográfica del paso de cada artista escriba por el mundo portorricense. Allí se recogen por cierto sus valiosas contribuciones a la literatura de mi país a la vez que se muestra una genialidad en la pictográfica tipo test de Rorschach compuesta por manchas de tinta, asimilando la interpretación que hacen los sicólogos, y que evidencia un salpicar de eyaculación sobre los datos “pingüísticos” de cada autor. Hasta ese detalle se ha tomado en cuenta.

Un fuerte aplauso por la valentía de publicar este texto tan osado a todos los autores, y les deseo una carrera literaria abundante, no sin antes recordarles que esta solo se consigue escribiendo. Mi lema es ENEF, es lo que les enseño a mis estudiantes en los talleres. ENEF significa Escribir No Es Fácil. Pero si te declaras esclavo de tu arte y le dedicas tiempo y esfuerzo, ella, tu arte, te devolverá el favor sumamente agradecida. Bendita sean las Pingas. Amén.

 



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Acerca de mí

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Yolanda Arroyo Pizarro (Guaynabo, 1970). Es novelista, cuentista y ensayista puertorriqueña. Fue elegida una de las escritoras latinoamericanas más importantes menores de 39 años del Bogotá39 convocado por la UNESCO, el Hay Festival y la Secretaría de Cultura de Bogotá por motivo de celebrar a Bogotá como Capital Mundial del libro 2007. Acaba de recibir Residency Grant Award 2011 del National Hispanic Cultural Center en Nuevo México. Es autora de los libros de cuentos, ‘Avalancha’ (2011), ‘Historias para morderte los labios’ (Finalista PEN Club 2010), y ‘Ojos de Luna’ (Segundo Premio Nacional 2008, Instituto de Literatura Puertorriqueña; Libro del Año 2007 Periódico El Nuevo Día), además de los libros de poesía ‘Medialengua’ (2010) y Perseidas (2011). Ha publicado las novelas ‘Los documentados’ (Finalista Premio PEN Club 2006) y Caparazones (2010, publicada en Puerto Rico y España).

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