He hecho trampa,
y es que este poderoso poemario de Anna Lidia Vega Serova no lo he leído
directamente, me lo han leído al murmullo, con la fuerza de la energía erótica,
tan impregnada en las propias páginas. La poeta cubana nos advierte: “Mi cuerpo
es un líquido acero, cuchillo trémulo de carne. Nadie merece estar en la palma
de mi mano, cuando los dedos se cierran en puño.”
Serova tiene
maestría, se atreve y juega a la soledad de los versos: “Mi cama: sigue desierta aleteando
las secas sábanas”/ “recité un Padrenuestro en ruso para que me ayudara”/ “En
una palangana seca siembro violetas, pero al otro día inevitablemente amanecen
secas; de vez en cuando me acuesto acompañada, pero al otro día,
inevitablemente, amanezco sola”. Aquí nos acompañan los lápices, los niños fantasmas, la luna, la casa bonita, el 14 de febrero y las gaviotas en vals.
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