Menstruation, collage by Vicky Steptoe
Hoy se acabaron los cinco días de mi sangre mensual. ¿Qué culpa tuve de que mi reconciliación con el príncipe se diera durante el segundo día? Por cierto, el más incómodo de los días. Estaba más hinchada que nunca, más adolorida que nunca. Palpitaban las caderas a ritmo de quistes que se derramarán durante la futura ovulación. Desgarre uterino, punzadas viscerales. Pero no podía dejar pasar esta oportunidad de abrazarlo de nuevo, ¡por fin!, de permitir que me acariciara otra vez. Nada de intromisiones a un cuerpo que despide líquidos oscuros acompañados de coágulos; no señor, nada de eso. Pero sí coqueteamos con frotaciones por encima y por debajo de la ropa, dedos entre la blusa y su camisa, agarres de espalda y más abajo; el corazón y el índice en giratorios por el monte Venus. Movibles, volubles, rotatorios. Orgasmos que no conocen de etiqueta de mesa y a los que poco les importa que el segundo día sea el más doloroso. Me acordé después, luego de las emanaciones, cuando terminaron las convulsiones y la ingle continuó temblando en su recorrido por alcanzar pacíficamente un punto indoloro. Me acordé del malestar más tarde. Y mientras los cólicos se aferraban al movimiento telúrico sobre la cama, quise gritar. Acaso la dolencia era apaciguada por su presencia abrazada a mi cintura. Acaso era ignorada por el sabor de su “tratemos de nuevo”.
Hoy se acabaron los cinco días de mi sangre mensual. ¿Qué culpa tuve de que mi reconciliación con el príncipe se diera durante el segundo día? Por cierto, el más incómodo de los días. Estaba más hinchada que nunca, más adolorida que nunca. Palpitaban las caderas a ritmo de quistes que se derramarán durante la futura ovulación. Desgarre uterino, punzadas viscerales. Pero no podía dejar pasar esta oportunidad de abrazarlo de nuevo, ¡por fin!, de permitir que me acariciara otra vez. Nada de intromisiones a un cuerpo que despide líquidos oscuros acompañados de coágulos; no señor, nada de eso. Pero sí coqueteamos con frotaciones por encima y por debajo de la ropa, dedos entre la blusa y su camisa, agarres de espalda y más abajo; el corazón y el índice en giratorios por el monte Venus. Movibles, volubles, rotatorios. Orgasmos que no conocen de etiqueta de mesa y a los que poco les importa que el segundo día sea el más doloroso. Me acordé después, luego de las emanaciones, cuando terminaron las convulsiones y la ingle continuó temblando en su recorrido por alcanzar pacíficamente un punto indoloro. Me acordé del malestar más tarde. Y mientras los cólicos se aferraban al movimiento telúrico sobre la cama, quise gritar. Acaso la dolencia era apaciguada por su presencia abrazada a mi cintura. Acaso era ignorada por el sabor de su “tratemos de nuevo”.
2 comentarios:
Nena, get over it; todavía te quedan 15 años.
Ja!
Bueno, es una obsesión, y uno nunca get over of our obsessions. Besides, le he tomado cariño; son casi 25 años con el asunto.
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