Mis días sin ti son tan oscuros
Tan largos tan grises
Mis días sin ti
Mis días sin ti son tan absurdos
Tan agrios tan duros
Mis días sin ti
Mis días sin ti no tienen noches
Si alguna aparece
Es inútil dormir
Mis días sin ti son un derroche
Las horas no tienen principio ni fin
Tan faltos de aire
Tan llenos de nada
Chatarra inservible basura en el suelo
Moscas en la casa
Me morí aquel día. Me ahogué en lágrimas que de pronto se volvieron mexcal, agave azul, tequila crudo. Una piscina que ha durado inundada sesenta y cinco días. Me arrancaron al hermano, al canchanchán, al fotógrafo de lunas de Viejo San Juan, al rescatador de diosas expulsadas del Olimpo, al escuchador de historias de amor como pocas, al reciprocador de secretos y afectos. Me quedé tuca, manca, coja, tullía, tuerta, hipoacúsica, ñoca. Me quedé con el boleto en la mano, a la espera del tren sin vías de ferrocarril. Me morí, aquella tarde. Vomité, aquella noche, mareada. Me comí las uñas de las manos y los pies. La menstruación redujo su ciclo a veintidós días, dos veces al mes. Lo lamento tanto. Lo siento tanto. Acostumbrada a que se vayan otros, no vi venir esto. No lo vi venir. Me tomó por sorpresa. Daría lo que fuera por el “Rewind”, por el “Undo”, por el “Backspace”.
Pateando las piedras
Aún sigo esperando que vuelvas conmigo
Aún sigo buscando en las caras de ancianos
Pedazos de niño
Cazando motivos que me hagan creer
Que aún me encuentro con vida
Mordiendo mis uñas
Ahogándome en llanto…
Extrañándote tanto
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