Leyendo el acta de premiación. |
El jurado y Almudena Grandes: Yolanda Arroyo Pizarro, Milena Mijares, Ignacio Padilla |
Almudena firma mi copia de Inés y la alegría |
Discurso de Presentación del Premio Sor Juana Inés FIL Guadalajara 2011
Leído por Yolanda Arroyo Pizarro
30 de noviembre de 2011
Soy una mujer puertorriqueña atrapada en un país con circunstancias políticas y de seguridad muy peculiares. Sé lo que es el miedo. Sé lo que es colocarse en los zapatos de alguien que debe decidir hablar o morir, escribir o morir. A veces la muerte no es únicamente atentar para que a un cuerpo se le detenga el pulso. A veces la muerte es el asesinato de tu moralidad, de tus creencias, es la amenaza constante de que a ti y a los tuyos les puede suceder algo muy terrible, muy doloroso, lentamente doloroso. Soy también un hombre blanco, alto, delgado que trasciende entre las páginas de Las edades de Lulú, Atlas de geografía humana, El corazón helado, ahora Inés. Almudena tiene esa privilegiada capacidad de erigir ucronías, de hablarle a los más experimentados en esto de cumplir años, pero también a los más jóvenes. Inés y la alegría es una saga, tiene continuidad pero también posee independencia literaria. Posee ternura, dolor, sentimiento. En una escena en que nos muestra el año 1952, Galán se empeña en que él e Inés tengan otro hijo. El dialogo fluye de la siguiente manera: Dirá papá antes que mamá. Todos lo dicen porque es más fácil pronunciar la p que la m. Esta vivencia tan personal e íntima en medio de los acontecimientos de tanto dolor fue lo que logró que el jurado compuesto por Nacho, Malena y esta servidora se inclinara por Almudena. Almudena logra hacerme sentir mujer, hombre, chico, pequeña, grande, moribunda, traicionada. Me hace sentir la guerra interminable desde la degustación de un vaso de agua lleno de tierra, desde ser testigo de una, dos, tantas ejecuciones. Almudena me atrapa. Inés me venda los ojos, me amarra las manos y me empuja al piso de la calle Montesquinza, la cárcel de Ventas, la de Pont de Suert, su carcelero hermano, Tolouse en Francia, el clandestino Galán, la pasión por la cocina. Las 715 páginas de la alegría utópica y alcanzada saben a muy poco. Inés es boricua, es fantasma, no es víctima, quiere para mí y los puertorriqueños una isla descolonizada. En mi pueblo, Carolina, también hay Zurdos, Angelitas, Amparos, Lobos. En mi país no tenemos una dictadura. Lo que sí tenemos son servidores públicos y políticos que por sus acciones parecen haber sido seducidos por el juego de poder que imita a la dictadura. Sin embargo, y a pesar de eso, por tantos méritos hoy es Inés y es Almudena y es la alegría.
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