Itinerario de muerte
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Publicado: lunes, 7 de mayo de 2012 | |
Periódico Claridad |
Su primera obra, la novela histórica Corsario sobre la vida del pirata
Roberto Cofresí, fue reseñada en esta sección del En Rojo para el año 2008. Hoy
damos una mirada a una segunda producción que, en la intención inicial del
autor, pretendió ser su segunda novela, pero la narrativa cobró vida propia y se
transformó en un relato histórico. Luis Asencio Camacho, caborrojeño como
Cofresí y como Ramón Emeterio Betances, nos ofrece en esta ocasión, bajo el
título Itinerario de muerte (Editorial Coquí, 2012), el relato de un vuelo de
trabajadores agrícolas migrantes fatalmente abocado al desastre.
En este libro –de unas 160 páginas– se consigna un realidad histórica que desató polémicas en su época y que, de igual modo, provocó el que se tomaran decisiones esenciales. Asencio Camacho obtiene parte de la información de primera mano para la narrativa de estos hechos mediante entrevistas a dos de los sobrevivientes del desastre aéreo de la nave N1248N de la Westair Transport, acaecido el 5 de junio de 1950 a 300 millas al este del Cabo Cañaveral. Estos fueron los mayagüezanos Juan Vélez Martí y Fortunato Cintrón Fiallo, ambos ya fallecidos para el momento en que el libro sale de la imprenta. Ellos formaban parte de los 62 pasajeros –en su mayoría procedentes del oeste de Puerto Rico– de los cuales sólo sobrevivió cerca de la mitad luego del amarizaje de emergencia realizado en el trayecto de San Juan, Puerto Rico a Wilmington, Carolina del Norte, como punto inicial de un trayecto que les llevaría a las fincas de remolachas de Michigan.
Los obreros que viajaban respondían entonces a la convocatoria publicada por la iniciativa federal de nombre Farmlift, adscrita al Programa Laboral de Emergencia de 1943. Para la época de este accidentado viaje, Luis Muñoz Marín era gobernador de Puerto Rico y Fernando Sierra Berdecía era el comisionado del Departamento del Trabajo.
El avión N1248N de la Westair Transport –línea aérea que tenía su base en el estado de Washington– estaba pilotado por el capitán Joseph M. Halsey (con experiencia de 7 mil horas de vuelo) y copilotado por William R. Holleran (con 2 mil horas de vuelo). La aeronave despegó a las 5:24 p.m. con tres tripulantes y 62 pasajeros a bordo desde el Aeropuerto de Isla Grande y tendría una travesía con una duración proyectada de 6 horas con 50 minutos. Según el informe de la investigación, el avión sufre el percance de la pérdida de un motor por razones que no se establecen en el mismo, lo cual precipitó la decisión de amarar a las 9:34 p.m. de ese 5 de junio:
“La aeronave, sin desplegar sus alerones ni encender sus luces de aterrizaje, amaró a los veinte minutos del fallo del motor izquierdo”.
Los pasajeros evacuaron la nave de manera precipitada y caótica, mal orientados por un camarero o asistente de vuelo boricua de nombre Héctor Medina, contratado para esos menesteres el mismo día de la salida del vuelo y, por tanto, carente de los adiestramientos esenciales para ejercer tal función. Unos y otros salieron como pudieron del avión y alguno se hundió junto al fuselaje del mismo para tener como sepultura uno de los puntos más profundos del Océano Atlántico. El rescate de los sobrevivientes no se produjo hasta el amanecer del día siguiente cuando finaliza la odisea con la llegada a tierra a Charleston, Carolina del Sur.
El libro consigna interesantísimas reacciones por parte del comisionado residente en Washington, Antonio Fernós Isern y el presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, Gilberto Concepción de Gracia. El trágico hecho también avivó diversas críticas contra la operación Farmlift entre las que destacan las del líder nacionalista Pedro Albizu Campos, quien tocó el tema en su discurso del aniversario 82 del Grito de Lares. De igual modo, hubo polémicas de apoyo y rechazo a este programa de incentivo migratorio federal entre los periódicos principales de entonces: El Mundo y El Imparcial.
Otra de las tristes consecuencias de la tal operación Farmlift radicaba en lo difícil que se les hacía a los obreros migrantes el volver a su tierra, acción que se les facilitaba a los enfermos o a quienes sufrían discapacidades, pero no así a quienes deseaban regresar a la Patria decepcionados por la triste realidad de las ofertas y las condiciones de trabajo. Eileen Finlay, autora de varios tratados sobre los obreros migrantes, afirma que “la negativa del Estado a atender el derecho de los obreros a regresar a la Isla era sólo un método efectivo de suprimir la creciente disidencia nacionalista e izquierdista”, según citado por el autor en una de las frecuentes notas explicativas que enriquecen al texto.
El libro Itinerario de muerte por Luis Asencio Camacho se complementa con varios apéndices que incluyen un listado de los nombres de los viajeros del N1248N, una cronología minuciosa del accidente y del rescate, una detallada ficha técnica del avión y una traducción por el autor del Informe de investigación del accidente (Expediente 1–0093) de la Junta de Aeronáutica Civil. Además, se encuentran en sus páginas finales una impactante galería de fotos y una abarcadora bibliografía de 33 páginas compuesta por obras de consulta, artículos de periódicos, artículos de revistas, manuales técnicos y otros recursos.
Esta es la historia de un libro que como bien afirma su autor “no empezó como terminó ni terminó como empezó”. Es preciso conocer como pueblo este doloroso momento de la historia obrera de nuestro país y Luis Asencio Camacho aquí lo deja consignado para todos nosotros.
Comenterios a: luznereida63@aol.com
En este libro –de unas 160 páginas– se consigna un realidad histórica que desató polémicas en su época y que, de igual modo, provocó el que se tomaran decisiones esenciales. Asencio Camacho obtiene parte de la información de primera mano para la narrativa de estos hechos mediante entrevistas a dos de los sobrevivientes del desastre aéreo de la nave N1248N de la Westair Transport, acaecido el 5 de junio de 1950 a 300 millas al este del Cabo Cañaveral. Estos fueron los mayagüezanos Juan Vélez Martí y Fortunato Cintrón Fiallo, ambos ya fallecidos para el momento en que el libro sale de la imprenta. Ellos formaban parte de los 62 pasajeros –en su mayoría procedentes del oeste de Puerto Rico– de los cuales sólo sobrevivió cerca de la mitad luego del amarizaje de emergencia realizado en el trayecto de San Juan, Puerto Rico a Wilmington, Carolina del Norte, como punto inicial de un trayecto que les llevaría a las fincas de remolachas de Michigan.
Los obreros que viajaban respondían entonces a la convocatoria publicada por la iniciativa federal de nombre Farmlift, adscrita al Programa Laboral de Emergencia de 1943. Para la época de este accidentado viaje, Luis Muñoz Marín era gobernador de Puerto Rico y Fernando Sierra Berdecía era el comisionado del Departamento del Trabajo.
El avión N1248N de la Westair Transport –línea aérea que tenía su base en el estado de Washington– estaba pilotado por el capitán Joseph M. Halsey (con experiencia de 7 mil horas de vuelo) y copilotado por William R. Holleran (con 2 mil horas de vuelo). La aeronave despegó a las 5:24 p.m. con tres tripulantes y 62 pasajeros a bordo desde el Aeropuerto de Isla Grande y tendría una travesía con una duración proyectada de 6 horas con 50 minutos. Según el informe de la investigación, el avión sufre el percance de la pérdida de un motor por razones que no se establecen en el mismo, lo cual precipitó la decisión de amarar a las 9:34 p.m. de ese 5 de junio:
“La aeronave, sin desplegar sus alerones ni encender sus luces de aterrizaje, amaró a los veinte minutos del fallo del motor izquierdo”.
Los pasajeros evacuaron la nave de manera precipitada y caótica, mal orientados por un camarero o asistente de vuelo boricua de nombre Héctor Medina, contratado para esos menesteres el mismo día de la salida del vuelo y, por tanto, carente de los adiestramientos esenciales para ejercer tal función. Unos y otros salieron como pudieron del avión y alguno se hundió junto al fuselaje del mismo para tener como sepultura uno de los puntos más profundos del Océano Atlántico. El rescate de los sobrevivientes no se produjo hasta el amanecer del día siguiente cuando finaliza la odisea con la llegada a tierra a Charleston, Carolina del Sur.
El libro consigna interesantísimas reacciones por parte del comisionado residente en Washington, Antonio Fernós Isern y el presidente del Partido Independentista Puertorriqueño, Gilberto Concepción de Gracia. El trágico hecho también avivó diversas críticas contra la operación Farmlift entre las que destacan las del líder nacionalista Pedro Albizu Campos, quien tocó el tema en su discurso del aniversario 82 del Grito de Lares. De igual modo, hubo polémicas de apoyo y rechazo a este programa de incentivo migratorio federal entre los periódicos principales de entonces: El Mundo y El Imparcial.
Otra de las tristes consecuencias de la tal operación Farmlift radicaba en lo difícil que se les hacía a los obreros migrantes el volver a su tierra, acción que se les facilitaba a los enfermos o a quienes sufrían discapacidades, pero no así a quienes deseaban regresar a la Patria decepcionados por la triste realidad de las ofertas y las condiciones de trabajo. Eileen Finlay, autora de varios tratados sobre los obreros migrantes, afirma que “la negativa del Estado a atender el derecho de los obreros a regresar a la Isla era sólo un método efectivo de suprimir la creciente disidencia nacionalista e izquierdista”, según citado por el autor en una de las frecuentes notas explicativas que enriquecen al texto.
El libro Itinerario de muerte por Luis Asencio Camacho se complementa con varios apéndices que incluyen un listado de los nombres de los viajeros del N1248N, una cronología minuciosa del accidente y del rescate, una detallada ficha técnica del avión y una traducción por el autor del Informe de investigación del accidente (Expediente 1–0093) de la Junta de Aeronáutica Civil. Además, se encuentran en sus páginas finales una impactante galería de fotos y una abarcadora bibliografía de 33 páginas compuesta por obras de consulta, artículos de periódicos, artículos de revistas, manuales técnicos y otros recursos.
Esta es la historia de un libro que como bien afirma su autor “no empezó como terminó ni terminó como empezó”. Es preciso conocer como pueblo este doloroso momento de la historia obrera de nuestro país y Luis Asencio Camacho aquí lo deja consignado para todos nosotros.
Comenterios a: luznereida63@aol.com
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