En busca de
la patria perdida: reseña a Barra china de
Manolo Núñez Negrón
Por Yolanda
Arroyo Pizarro
El narcotráfico como un ecosistema complejo y yuxtapuesto, intrincado
por nexos étnicos irreconciliables (o quizás levemente reconciliables) que se ambientan
en el caluroso Caribe. Nacer en Asia, renacer en un Borinquén cuyo nuevo himno bien
pudiera ser la canción de salsa “devórame otra vez”. Re-renacer bañado en sangre,
manos inundadas de vísceras, heces fecales y pedazos de cuerpo, vomitando la
bilis provocada por el recién homicidio de un capo que duerme con pañales para
adultos. De eso, y del dolor de volver a
perder-recuperar una patria
(cualquiera) es de lo que trata la estupenda novela Barra china del ingenioso escritor puertorriqueño pepiniano, Manolo
Núñez Negrón.
La ausencia de la patria por la búsqueda de la mejoría económica
es siempre tema controversial y de añoranzas múltiples. ¿Se ausenta la
patria? ¿Se le extirpa a uno la
patria? ¿Se va uno de ella, se va ella? ¿Se
sustituye por otra, o por un acto delictivo? ¿Es el asesinato la nueva patria?
Las interrogantes son muchas mientras nos devoramos (ven, devórame
otra vez) el libro de apenas 89 páginas y esperamos a ratos a que Yuga Wang
regrese, que pague, que salde su deuda, que encuentre lo que dejó perdido
dentro de aquel contenedor apestoso que lo acurrucó por tantos días marítimos. Ni
hacerse de un compatriota amigo, ni conocer del Tiguerón y su cachaza, ni
enfrentar al Viejo o enamorarse de Yombina le quitarán a él, ni a nosotros los
lectores, el desosirio del pecho; esa desolación hambruna que nos mantiene con
la incógnita de la existencia y que nos permite seguir pasando las páginas para
saber hasta dónde llega esta vida adeudada, aprisionada, que parece nunca ser de
nadie.
La narrativa fragmentada, que cohabita con el indirecto libre,
se zambulle en la prosa hiperrealista (todo sucede ahora, en secuencia agrandada,
con rapidez y efectividad). El astuto autor
las utiliza como técnica para atrapar la atención de los lectores en esta nueva
entrega que contrasta positivamente con su anterior libro de cuentos El oficio del vértigo también aclamado por la crítica y que fuera
recipiente del Primer Lugar del Premio PEN Club 2011. Ello le funciona. Funciona
y más. La historia te deja fatigado, desfallecido,
como si necesitáramos un pompazo de albuterol para disipar el asma. El viaje
recreado para colocar en su lugar el mundo de los personajes, sumado a que la develación
acontece a modo de un correcto colocar de piezas de rompecabezas, insuflan la
trama. Este narrador es talentosísimo.
Vale la pena mencionar lo ya dicho por Carmen Dolores
Hernández: “La escritura de esta novela es literalmente brillante”. También las
palabras de Ana Lydia Vega: “Una escritura tersa y una historia cautivante”.
À la
recherche de la patrie perdu, Manolo y un estridente Enhorabuena por otro excelente texto.
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