Por Yolanda Arroyo Pizarro
El libro
cruzó los mares desde España, y luego desde Chicago. Llegó a Carolina, Puerto Rico autografiado,
con una nota que leía: “tan pronto abres estas páginas me empiezas a ligar”. Ligar,
en puertorriqueño, significa algo así como “checking you out”, te estoy velando,
te estoy mirando… pero con propósitos de cachondeo (a lo madrileño). Entonces nada
más el título me hace pensar en los versos de Nemir Matos, y en Nicolás Guillen,
y en el todomezclado de la poesía rítmica caribeña migrada, esa hibridez apoteósica
que nos congrega para amar.
La autora es
pana. En puertorriqueño eso significa “gran
amiga”. De esas amistades que se logran con la conspiración de una sonrisa. Antes de conocerla y hacernos panas, ya conocía
de su poesía y la admiraba gracias a la obcecada instrucción de Mairym Cruz
Bernall y sus talleres. Estudiamos algunos de sus trabajos antes de que nos
presentaran en una fiesta/bohemia de fin de año. Luego de ello, viajamos por
casualidad a Huelva, España, y fuimos roommates, evento que nos marcó como
hermanas de sangre. Es por eso que
celebro este hermoso libro, con la admiración de una discípula que aprende el
arte versado de una talentosa antecesora.
‘Querido
voyeur’ nos invita a fisgonear por la mirilla, como indica la autora en sus
primeras páginas. La pluma de Johanny Vázquez
Paz taladra la desnudez, se impone ante las condiciones del tiempo y pronostica
lo inmisericorde. Sobre las baldosas del texto hallaremos a ‘En ruta’ (estoy montada en este cuerpo de tren que
siento tuyo. Cada parada una embestida que aumenta el deseo), ‘Exilios de
mar’ (tengo que cerrar las ventanas para
que el mar no inunde de recuerdos mi casa), ‘Despedidas a la orilla’ (Aceptar que de eso se trata, nunca ser
feliz más de dos días, jamás llorar más de una hora, mudar las hojas cuando el
frío apremie) y ‘Frío en la piel’ (un
frío de despedidas que esperan un beso que las selle, de mentiras que corren detrás
de sus verdades).
Los homenajes
a Virginia Woolf, Julia de Burgos y Mario Benedetti dan cierre al libro y a su
prosa cadenciosa colocándonos frente al desfiladero de un monte sin ecos. Absortos
nos dejan las imágenes de Vázquez Paz. En
‘Yo que te quiero’ la poeta/prosista se declara enamorada de Cardenal: “cómo te
escribo un poema, Ernesto, yo que te quiero como si fueras dios” y es imposible
no sucumbir a la conmoción del conmoverse.
El documento
de Johanny, si bien está publicado bajo el sello Torremozas y ha sido
categorizado Poesía, es una hibridez adulterada de narraciones, muy bien
labradas, muy bien entretejidas. Repiquetean
algunas en repeticiones y énfasis, sin agotarnos del todo. Pero si la languidez seduce, y una se ladea
exhausta, bastará con mirar por una hendija… para ligarnos un verso.
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