I. asma
entre la tarde que
se obstina
y la noche que se
acumula
hay la mirada de
una niña
—Octavio Paz, Días hábiles (1958)
la mano de nena negrísima
los negros ojos
pestañas como alas de
pichón
tiempo que entreabre los párpados
y se deja mirar y nos mira
mareado cielo
que alguna vez fue yoruba
que se encaja zulu
y hoy es isla caribe
poblada de ancestras
en las tonadas de una
aurora austral
en el silencio de una
madre que dice no quererte
tableta tras tableta
las picas de caballos en
una fiesta patronal
y los tesoros de tus
partes
y un padrastro que te
ignora accidentado
paciente y enfermo
en una esquina asilenciada
hombre que usa yeso en la
pierna
y murmulla
se queja
una curiosidad que nace
que quiere hacer contigo
lo que la primavera hace
con los cerezos
hay una veta
un ribete vetusto de
colores en las paredes pobres
lo rancio de tragedias en
Trastalleres
Maelo que canta en los
altavoces
la lancha que lleva a la
capital
musicalizada en las
dolamas de la bahía
y te pasea por Cataño
y ojalá no hubiese soledad
desbordada
ni tantos lagartos arrastrados
en los setos
tragando mosquitos
tiempo para mirar el yeso,
la pierna, los bultos de piel
hambre para esperar que
alguien duerma
que nadie mire
estudiar la barba
caminar a tientas
la noche boca arriba
y a navajazos los amantes
del piso de abajo
que se escuchan gemir
las azoteas de los ecos
los truenos empachados de
savia
vibrato desconocido entre los muslos
contarás mariposas
monarcas
rodeando alborotadas los
ombligos
y a nadie te pareces desde
que yo te amo
la madrugada boscosa
posa tu mano negrísima
sobre el aleteo
los vacíos que pregonan
decadencias
lejos del catecismo
un padrastro que ya no te
ignora accidentado
paciente y enfermizo
en
una esquina asilenciada
todo oráculo es un labio
presionado
un secreto que crees nadie
averiguará
el espejo que te enseña a
besar
para practicar en su
lengua
el deseo con hambruna de
latir en la piel
las bembas feas
dos cejas irredentas y
acomplejadas
lo prieto
la peste
pómulos abanderados con el
sol
y la respiración
sentenciosa
inhalación
de salamandras
déjame tenderte entre guirnaldas amarillas
quién escribe tu nombre con letras de humo entre las
estrellas del sur
¿acaso Neruda resucitado?
¿cómo sabes eso de
memoria, si eres tan chica?
él se queda quieto
así
lo besas
un parque de las palomas
que bate plumas
soleado y húmedo
en la refrescante muralla
sanjuanera
que se vislumbra desde
Isla de Cabras
un volcán de alérgenos
timoratos
que expulsa lava
y arrasan estornudos
cual aliento de las
preguntas inocentes
¿estoy creciendo?
¿mis pechos a qué saben?
¿es esta la fruta de mi
centro?
te dejas tender como una
guirnalda amarilla
un cuerpo desvirgado en la
playa
un bulto de carne por
primera vez
varias garitas
otro beso
quien escribe tu nombre te
lanza humo de cannabis al rostro
los labios de la herida
la boca de la sangre
y la primicia
plumas en forma de
girasoles
contrapuestas unas y otras
en el sendero desmemoriado
de hermosura prístina
corsarios que desgarran
botines
aparecen y se van
grito en garganta como la
opera Ofelia
y nada importan las
fracturas
ni las edades
o las diferencias
aparenteladas
crece la noche y se
agrandan los escondites que resoplan
cuello
templos
rotonda
jaranas
una isla sin invierno
que nada penetra
y a la que nada duele
todo es barba suave
todo es soliloquio
una abeja sin aguijón
y el primer ataque
el primer jadeo
la inicial respiración
iracunda
marea ceñuda
débil la herida
acunada en la espiga que
oxigena desde el tanque
aquel hombre con yeso se recupera
¿quieres ser mi novio?
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