Miras los tres libros sobre la repisa de tu salón comedor. Posees varias repisas-bibliotecas en diferentes lugares de tu casa. Ésa, la color madera clara, es la del salón comedor y es en ella donde tienes las tres copias de Jerome David Salinger. Murió anoche, o al menos anoche te enteraste. Hoy todos los diarios cibernéticos replican la noticia. Los tres libros de su autoría que tienes son ‘El guardián en el centeno’, ‘Nueve cuentos’ y ‘Catcher in the Rye’. O sea, el mismo que el primero pero en inglés. Y allí están. Frente a ti. No están enterados que su creador murió. No lo saben, y existe la posibilidad de que a ellos poco les importe. O nada. Eso, sin embargo, no impide que ellos estén allí, siendo mirados por ti.
Miras por la ventana, hacia afuera. Afuera hay un mundo que quizás no sabe que su creador también se murió. La muerte de J.D. Salinger no te da tristeza. Es esa otra cosa…, el asunto más metafísicamente importante lo que te estremece los huesos.
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