La propuesta cuentística de Rubis Marilia Camacho Velázquez ya está a la venta en las librerías del país. Hoy estuvo firmando libros en Borders de Plaza Escorial, en Carolina, en donde me allegué a toda prisa, haciendo esa parada antes de abordar mi vuelo hacia Trinidad Tobago. Compré el ejemplar, lo sometimos al ritual de las dedicatorias, conocí a la autoridad en lingüística Luz Nereida Pérez quien escribiera palabras de regocijo y recomendación del libro, y hasta saludé al amigo Jacobo Morales quien hacía publicidad de sus trabajos cinematográficos.
Me leí los primeros cuentos en el aeropuerto de Isla Verde. Así degusté uno de mis favoritos, el del Rabí y la hija jorobada de Cleofás titulado ‘El milagro’. Recordé las palabras del Padre Darío Carrero declaradas hoy en el periódico El Nuevo Día, sobre la muerte de José Saramago: algo así como que se la ausencia de fe sólo se sostiene donde sobreabunda el amor, si el ateísmo iba blindado de amor al otro. Este cuento de Rubis me hizo pensar en ese tipo de ateísmo, ya que una de sus ideas coquetea con la duda cristocéntrica de la incierta existencia del tal yavéh. El propio Jesús tuvo que haber sentido un flaqueo constante de fe más allá de aquel único evento concentrado en el discurso de las siete nefastas palabras católicas. Y esta narración retrata parte de esa posibilidad.
A bordo de la aeronave leí el resto de la veintena. Conté que éramos tan solo 28 pasajeros y fantaseé pensando en que hubiera podido regalarle un cuento a cada uno, y luego haber repetido los ocho más impactantes al resto: el del Milagro, el de Luisa Capetillo, el del Ché Guevara, el de Albizu Campos, María Antonieta, Dolores, Manuela, el de la Reina Negra.
Terminé el libro en Port of Spain, esperando a que Ernie, el taxista que me habían asignado, se presentara a buscarme y me llevara al hotel. No hay duda de que Rubis Camacho conoce su oficio. Su prosa se adorna de un vasto manantial de ideas que nos llevan al panorama de los acontecimientos pictóricos. Las 123 páginas de estos cuentos son una primicia que espero sean acompañados de otras publicaciones. Me encantaría leerla en novela. Supongo que con su don de relatora veterana y su pletórica imaginación, una prosa más extensa sería todo un regalo.
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