Cuando todas
somos la otra
Comentario
a ‘No me quieras’ de Anuchka Ramos RuizPor Yolanda Arroyo Pizarro
¿Es eso lo que somos en el fondo? ¿Queridas, amantes,
chillas, cortejas todas? ¿La otra? ¿Todas sin distinción? Aún aquellas que
rompemos “la” primera relación y nos
convertimos en la ex y convertimos al ex, en efecto, en nuestro ex, una vez
iniciamos la relación nueva regresamos intermitentemente a la anterior... o a otra. Y si no
lo hacemos en la acción, lo hacemos en el pensamiento. Y si no lo hacemos nosotras, lo hacen ellos, o las ellas de los ellos. Y así el
caleidoscopio de relaciones sentimentales intrincadas se vuelve una madeja,
tela de araña infinita, en la que copulan siempre los caballitos de mar.
Esa es la tesis de la novelista puertorriqueña Anucka Ramos
Ruiz en su estreno literario ‘No me quieras’. Ramos Ruiz nos presenta a la
protagonista, Consuelo, con el estómago lleno de pastillas y un tubo
introducido por su nariz que intenta extraérselas. El que se convertirá en su
ex a medida que continúe la narración, Sergio, llega a socorrerla, o a socorrerse
a sí mismo, o a su conciencia, y durante el resto de la convalecencia —las diez
horas restantes— Consuelo repasará su vida, y la vida de las mujeres de su
vida, documento testimonial que luego se convertirá en epístola descarnada con
la intención de que sea leída por Sergio, al abandonarlo, si sobrevive a aquel sueño
profundo auto infligido. Como bien ella nos cuenta en la página 13, lo
ha cometido por y para ella. “Todos dirán algo que se reduce a ti, pero no.
Esto fue por y para mí. Porque cuando decidí dormir un sueño más largo de lo
normal, no pensé en ti. Para hacerlo debería quererte como quieren otras
mujeres, y los dos sabemos que no es así”.
La narración gestada por la autora se apodera de un púlsar de
intensidad en la primera línea y jamás lo pierde (“Ahora soy yo como un unicornio
en la camilla de un hospital”). Cada capítulo tendrá un punto culminante,
varios conflictos humanos atrayentes, ingeniosas resoluciones que provocarán más
de una taquicardia y que confeccionarán en cada lector un mapa cognitivo de reflexión.
Vernos inherentemente reflejados en cada situación bien pensada, bien
construida y velozmente atinada, es inescapable. Las mujeres de la vida de
Consuelo no son solamente su madre, sus tías, su mejor amiga, la abuela…
incluye además a la amante de su marido, a la esposa de su amante, a las
queridas de los novios, las chillas de otros tantos, a las traidoras que traicionan,
que traicionan, que traicionan y que son traicionadas a perpetuidad.
Abrir una puerta de apartamento/nido de amor y encontrar a la
pareja en plena infidelidad, me parece a mí que es de las desilusiones más profundas
que puedan existir. Darnos cuenta que eso no detiene el seguir amando, la
continuidad de la humillación, o el inicio de la revancha en la que nos vamos
hundiendo para herir y herirnos, es el patetismo en su máxima expresión y hasta
ese nivel llegamos. Y lo sobrepasamos. O al menos así lo testifican estos
personajes.
Dejar, extrañar, volver, dejar. Rehacer la vida en una relación
nueva y traicionar esa relación con el mismo que se dejó, o añorarlo ad
infinitum, o escribirle cartas, o imaginar que es otro quien te cabalga. Es esta de
las tomaduras de pelo que mejor logra construir el ser humano. Esta novela muestra
una radiografía de ese momento de embaucamiento extralimitado que construye la
siquis, en detrimento de la seguridad emocional y física. Anuchka sabe bordear
este límite y sabe permitirnos que nos lancemos a él. Por otro lado, su dominio
de la técnica narrativa la convierte en una relatora organizada que permite
al lector no perderse, seguir la rayuela, ir hacia atrás y hacia adelante con
consumada maestría, para siempre encontrar el ojal.
“Las mujeres tristes ya pasaron de moda. Aún cuando sea culpa
de otro lo que te pasa, es tu culpa…”. La titi de Consuelo trata de advertirnos.
La propia Consuelo, por cada pastilla suicida tragada, lo intenta también. La novela
se acompaña de un epílogo de lujo, en el que habla la contrincante de la abuela de Consuelo. Le habla
a la esposa oficial de su querido, como la corteja que fue (una de tantas). Le habla a la Regina con quien compartió
hombre/amante/marido. De una perspicacia atípica es este cierre de historia,
que dará mucho que hablar.
Enhorabuena por este texto altamente recomendado.
Algunas citas que se quedaron conmigo:
"Tanto desearlo solo para mí, y cuando por fin lo tuve, no encontré diferencia". (p. 148)
"Amanecía en mi cama, eso era todo". (p. 148)
"Perdí el presente pensando en el pasado. Cuando quise vivirlo, ya tú mirabas al futuro". (p. 132)
"Empecé a odiarte dulcemente por lo que habías hecho de mí, empecé a odiarme vilmente por lo que había hecho de ti. Nos hicimos una nada mutua, Sergio. Dos vacíos paralelos, dos estropajos de carne que se frotan sin sentido". (p. 131)
"Ese cuerpo ya no era mío. Te lo regalé. Maldito como la cruz del calvario". (p. 109)
"Somos animales de costumbres, Sergio. Por eso traes dos cafés en la mano (...) Estás acostumbrado a mí. Aunque hace tiempo quieres irte, pero no encuentras cómo. Eres un animal de costumbres, Sergio. No estás adiestrado a irte primero. No es peyorativo lo de animal, yo también lo soy (...) Quizás en 240 minutos sepamos qué tan animales somos. Quizá uno de los dos se vaya, no importa quien primero, solo que uno de los dos se vaya." (p. 80)
"Ninguna mujer ata a un hombre: eso las dos lo sabemos."(p. 146)
"¿Qué te hizo pensar que éramos las únicas?" (p. 147)
"Amé a un hombre que amaba a dos, a tres, a cuatro (...) Aprendí que la felicidad es un instante". (p. 148)
Algunas citas que se quedaron conmigo:
"Tanto desearlo solo para mí, y cuando por fin lo tuve, no encontré diferencia". (p. 148)
"Amanecía en mi cama, eso era todo". (p. 148)
"Perdí el presente pensando en el pasado. Cuando quise vivirlo, ya tú mirabas al futuro". (p. 132)
"Empecé a odiarte dulcemente por lo que habías hecho de mí, empecé a odiarme vilmente por lo que había hecho de ti. Nos hicimos una nada mutua, Sergio. Dos vacíos paralelos, dos estropajos de carne que se frotan sin sentido". (p. 131)
"Ese cuerpo ya no era mío. Te lo regalé. Maldito como la cruz del calvario". (p. 109)
"Somos animales de costumbres, Sergio. Por eso traes dos cafés en la mano (...) Estás acostumbrado a mí. Aunque hace tiempo quieres irte, pero no encuentras cómo. Eres un animal de costumbres, Sergio. No estás adiestrado a irte primero. No es peyorativo lo de animal, yo también lo soy (...) Quizás en 240 minutos sepamos qué tan animales somos. Quizá uno de los dos se vaya, no importa quien primero, solo que uno de los dos se vaya." (p. 80)
"Ninguna mujer ata a un hombre: eso las dos lo sabemos."(p. 146)
"¿Qué te hizo pensar que éramos las únicas?" (p. 147)
"Amé a un hombre que amaba a dos, a tres, a cuatro (...) Aprendí que la felicidad es un instante". (p. 148)
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