Serie narradoras puertorriqueñas: Alejandra Pagán, el flirteo y lo sexy
Cómo escribí mi cuento favorito
Especial para Boreales de Yolanda Arroyo Pizarro
Decidí comenzar el cuento “Canas”
del siguiente modo: Supo que sería su
amante al momento que él la llamó por su apodo. Me parecen muy sexis
ciertas informalidades, me parece que en el flirteo hay algo de jugar con la
confianza, con la intimidad, con el poder. Siempre me han llamado la atención
los clichés de la mujer sexi, las fantasías masculinas y los fetiches.
Asimismo, por la recién (y muy esperada) aparición de canas en mi cabello,
quise de algún modo subrayar esa fascinación que tengo con el pelo canoso y de
allí que con muchas ganas de provocar y de jugar, decidí mover a Laura –nombre
dignificado por De Diego como la superjeva poética y protagonista de este
cuento– por los márgenes de todo eso que he mencionado.
Más adelante relato: Llegó al café tarde, como acostumbra porque
detesta esperar. Quise anticipar una actitud manipuladora, egoísta y
determinada de Laura. Trato de hacer ver que en la fantasía que se predice
habrá cierta premeditación calculada y maquiavélica de parte de Laura. Así el
siguiente fragmento ofende a muchas de mis amigas porque lo ven casi como una
porno trillada: En la mesita ella lo
montó y con la mano le tapaba todo el rostro, le mordía el pelo, le arañaba el
pecho. Él la sujetaba a la cintura tratándola de dirigirle el ritmo, de
asistirle en las embestidas que daba mientras cerraba sus ojos y de pronto le
sorprendía que ella le arrancara pelo. No pudo más y se quejó, ella lo calló
con un beso jugoso que bajó hasta su abdomen y de allí le hizo sexo oral.
Sin embargo, me gusta jugar con esa visión trillada, ella en realidad lo anula
al taparle la cara, en realidad lo que hace es arrancarle sus magníficas canas.
Así al final, Mucho tiempo después Diego
fue a la exhibición de Laura con la esperanza de volver a verla. Igualmente ella
no fue a la apertura y una de las piezas que recibía a los visitantes en la
exposición era un cofre con mechones de canas. Demasiados como para ser
únicamente suyos. Vemos que la real fantasía era otra…
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