Fragmento:
“Jazmín consiguió que yo tuviera un orgasmo. Un golpe seco de mi nuca contra la almohada. Luego, el cielo cerrado de la habitación. No nos conocemos; si ahora alguno de los dos se pusiera a hacer promesas no significarían nada. Nos quedamos callados. Se oye la respiración como una marea. Como una marea, repito en voz baja. Evito verla desnuda. Sin embargo, no siento ninguna tensión por evadirla. Es sólo mirar a otro lado. Luego, Jazmín se va.”
Botar el golpe es algo así como tratar de recuperarse a toda costa. Cueste lo que cueste.
Botar el golpe del corazón herido, despechado, es posible en un lugar llamado Oreja de Perro. ¿Me habrán abandonado? La carta que escribió mi mujer, ¿es un cese y desista, un abandono, o una pausa para reiniciar? Mientras el protagonista de la novela de Iván Thays, ‘Un lugar llamado Oreja de perro’ se hace estos cuestionamientos, a la misma vez se prepara para contestar con otra carta la epístola que ha dejado su esposa. Éste se marcha a un pueblucho con historia nebulosa y de paso, se folla a una mujer indígena embarazada. Dicha ficción, contada en el más nostálgico minimalismo de palabras, a lo Coetzee, a lo Bellatin, es el chantilly del pastel, que una vez cortado en trozos, devela el sufrimiento verdadero, otra pérdida: su pequeño hijo Paulo murió, y el protagonista se nos muestra desorientado ante tan trágico evento.
Esa desorientación es metaforizada por la otra historia implícita que se nos va develando en el subtexto: el tema de la memoria, con las pinceladas de un hombre amnésico y el deseo intrínseco del propio protagonista quien anhela, sin decirlo, que esa pérdida de la memoria le acontezca a él.
Mi personaje favorito es Jazmín, la chola vidente que dice escuchar ángeles, que dice saber la fábula del hijo perdido por una indiscreción del inframundo. Ella entra en trance y habla sobre el aura y los colores, y las desmaterializaciones del ser, tema que al protagonista no le interesa, hasta que comienza a cuestionar su veracidad. Jazmín y su inserción en la novela llamó mi atención por el derrumbe del tabú mujer embarazada-mujer sexual. Ella espera un hijo de otro, y aún así no limita sus acercamientos eróticos al supuesto padre del bebé que espera, sino que los deposita en el protagonista quien le devuelve los favores solicitados, en ocasiones, con plena conciencia de que Jazmín hace su soberana voluntad y él no tiene ni voz ni voto. En algunas mujeres el deseo sexual durante el embarazo se acentúa y experimentan un incremento considerable en los deseos de tener relaciones sexuales. Puede incluso que se exacerbe la excitación y la intensidad del orgasmo, ello debido a que aumenta la cantidad de sangre que llega al abdomen bajo y a los órganos de la pelvis. Me encantó encontrar en la novela de Thays un personaje con estas características, una mujer en pleno dominio de su sexualidad durante la gestación.
El novelista Charles Baxter teoriza sobre "lo implícito, lo medianamente visible, y lo tácito" en la literatura. Comenta que es precisamente eso lo que salva de la irrelevancia a un gran texto. Coincido con él en que un buen sentido del ritmo y una buena dosis de auto-zoom en ciertas escenas, a lo John Cheever, a lo F. Scott Fitzgerald, es más que justo y necesario. La novela de Thays desborda estos atributos cuando nos narra la violencia desatada por el terrorismo, las audiencias de la Comisión de la Verdad, y las averiguaciones de la guerrilla mientras su drama interior y personal continúa enrevesado e in crescendo.
‘Un lugar llamado Oreja de Perro’ es vigorizante, rauda y accesible. Se asimila con eficacia y demuestra el dominio de la admirable pluma del autor. Thays expone en ella que el Boom quedó lejos, lo mismo que las adornaciones de trama barrocas y de exageraciones experimentales, dándole espacio al hiperrealismo de vanguardia, a las viñetas del subconsciente y al plot cargado de acciones, de historia real, palpable, concreta. ‘Un lugar llamado Oreja de Perro’ trabaja con la certidumbre y la tan bien llamada “minoría posmoderna”. Prevalece en su narrativa lo cinematográfico y la fragmentación de la vivencia, el laconismo, el ritmo vertiginoso.
Es una novela triste, llena de fosas comunes, de soroche, de guerrillas, de muertos, de torturados, violados, cadáveres despedazados a bombazos y desaparecidos. Mario Vargas Llosa ha dicho: «Iván Thays es uno de los más interesantes escritores que han aparecido en América Latina en años recientes. Es cuentista, novelista, profesor universitario y conductor de un programa de televisión sobre libros; ha dedicado su vida a la literatura, una vocación que en su caso es una pasión y una misión». Por lo mismo, la novela ha sido declarada Finalista del prestigioso Premio Herralde. Yo la compré en la librería La Tertulia de Río Piedras. Sugiero que hagan lo mismo, no habrá arrepentimientos.
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