Hiroshima va mejorando. Al menos ya se puede una sentar en las sillas de escritorio y mirar el panorama sin demasiadas interrupciones visuales. Los libros han regresado a los estantes, los existentes. Y los de recién arribo ya encontraron nuevo rincón.
Vivo recordando a los cobitos. Es que hacía más de diez años que no veía cobitos. El gungulén que se escurre por mi casa los fines de semana, sabandija voraz devoradora de bocas besuconas, me los trajo de vuelta en nuestro último viaje a Isabela. Deliciosa estadía aventurera. Hay un olor a batata dulce que se origina de su cuello, y yo lo devoro ansiosa.
Y escribo. El gungulén me inspira versos.
Ven y siéntate en mi lengua
Por Yolanda Arroyo Pizarro
1/22/2010
Ven y siéntate en mi lengua
déjame jugarte con los accidentes del relieve
cada uva glandular se encajará en tu vena palpitadora
esa que te atraviesa los polos, norte a sur
y que dibuja destellos en el cielo
como un lienzo de estampas boreales y australes
Vivo recordando a los cobitos. Es que hacía más de diez años que no veía cobitos. El gungulén que se escurre por mi casa los fines de semana, sabandija voraz devoradora de bocas besuconas, me los trajo de vuelta en nuestro último viaje a Isabela. Deliciosa estadía aventurera. Hay un olor a batata dulce que se origina de su cuello, y yo lo devoro ansiosa.
Y escribo. El gungulén me inspira versos.
Ven y siéntate en mi lengua
Por Yolanda Arroyo Pizarro
1/22/2010
Ven y siéntate en mi lengua
déjame jugarte con los accidentes del relieve
cada uva glandular se encajará en tu vena palpitadora
esa que te atraviesa los polos, norte a sur
y que dibuja destellos en el cielo
como un lienzo de estampas boreales y australes
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