Un comentario
al documental ‘Las Carpetas’ de Maite Rivera Carbonell
Por Yolanda
Arroyo Pizarro
“PENSAR es un concepto
revolucionario en nuestros días. Y nuestro gran reto es elevarlo, relocalizarlo
en el centro de nuestras preocupaciones, con la intensidad erótica que merece
la más importante de todas las actividades humanas. PENSAR debería ser cool”.
—Luis Fernando “Peri” Coss,
carpeta# 5577
Desde hace más de un lustro brindo talleres sobre el
tema de la Inteligencia Emocional. Para ofrecer estos talleres realizo
investigaciones basadas en los estudios y hallazgos de los expertos Dr. Daniel
Goleman y Dr. Howard Gardner. Sea que trabaje el tema tecnológico en la sala de
clases (soy instructora de tecnología educativa desde hace más de 15 años) o
sea que instruya en tópicos de literatura (soy escritora puertorriqueña de toda
una vida) siempre implico, queriendo y sin querer, la temática afectiva, su trascendencia
y discrepancias, sus giros, influencias y tratamientos en los contextos que día
a día me voy encontrando en el camino.
Antenoche mi esposa y yo fuimos a la sala de cine Fine
Arts en Miramar y vimos el documental “Las carpetas”. No pude evitar imbricar el contenido de lo
que absorbieron mis ojos, con todos los años de haberme enfrentado a la ya
mencionada teoría de las emociones. Si bien es cierto que lo que se muestra en
la pantalla ha sido conocido desde hace tiempo ya por algunos de nuestros
compatriotas, no es hasta que se ve el alcance de lo sucedido crudamente —traducido
en un filme como el que han concebido Maite Rivera Carbonell (guionista y
directora), Margarita Aponte y José
Alayón (productores) —que los sentimientos de indignación, vulnerabilidad,
frustración y desasosiego abruman por completo.
El filme desnuda para nosotros cuatro vidas: Pupa,
Hudo, Marta e Ismael. Vidas de carne y hueso. Vidas de gente que conozco, de
personas que he visto, algunos de los cuales hasta he abrazado en un saludo efusivo.
Vidas intervenidas, interceptadas, interrumpidas. Todo esto durante una época
que no fue hace tanto. Todo esto con la venia y bendición de quienes se suponen
nos protejan: la Policía de Puerto Rico.
Ver, escuchar, palpar casi a los protagonistas de
estas vidas alteradas no fue fácil. No
creo que nadie en el cine haya salido ileso de la experiencia, así como no
salieron ilesos los miles y miles de boricuas afectados por el carpeteo. El
asunto de la vigilancia fue feroz y arrebatadoramente cruel. Muchos de estos conciudadanos tuvieron que
someterse a terapia psiquiátrica intensiva para superar el trauma de sentirse
vigilados, de sentir que en cualquier momento algo malo les pasaría, incluida
la muerte. Pero este elemento pierde total importancia ante los informantes. En términos emocionales, fue el asunto de los
informantes lo que más llamó mi atención. Ver cómo afectó emocionalmente la presencia
de informantes dentro de una misma familia de nacionalistas fue traer a la
conversación el asunto de la traición rampante. Fue demasiado doloroso.
En la cinta, Pupa cuenta la sorpresa y desorientación
que sintió al enterarse que su ahijado, al que ella consideraba casi como un
hijo, por años fue informante de la policía a cambio de dinero. Es decir, saber
que hubo gente tan cerca, en nuestra propia casa, en nuestro propio regazo, aceptando
remuneración monetaria a cambio de información para dejar saber todos nuestros
pasos es espeluznante. Es de lo peor. Es
desnudarnos incluso de la piel, que nos laceren, cicatricen y que nos quemen
las llagas.
En ese punto de la trama mi esposa Zulma se afectó
bastante. Su padre, candidato del Partido Independentista Puertorriqueño en San
Germán por varios años, fue carpeteado. Allí en el mismo cine me contó lo que
sufrieron todos en la familia ante la noticia de que un cuñado muy querido era
informante.
Los expertos en inteligencia emocional tildan la
traición como uno de los eventos que más desarticula y extravía en términos
anímicos a los seres humanos. Algunos incluso dan carácter mortal al dolor que
se experimenta cuando se trata de una traición que viene de un ser querido. Ver
los testimonios en pantalla y escuchar aquellos de la boca de mi compañera de
vida hizo que me preguntara sobre la naturaleza humana. ¿Qué tipo de personas
cometen un acto tan atroz como ése? ¿Cómo puede alguien vivir tantos años cerca
del cariño, del amor y del afecto de uno y estarlo traicionando a diario, consecuentemente?
¿Qué tipo de impunidad puede pensar una persona que tendrá mientras traiciona
así a una comunidad, a un pueblo entero, a todo un país?
Este documental puertorriqueño se ha presentado ya en
el Festival de Cine Internacional de San Juan el pasado octubre de 2012.
También se presentó con éxito en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en
La Habana, donde obtuvo el 2do Premio, y en varios otros festivales como el de
Argentina, Brasil, Costa Rica, New York y España. Recomiendo que quienes puedan
verlo lo hagan con el fin de fomentar el pensamiento crítico y estimular la
reflexión profunda. Sobre todo lo recomiendo
a esas nuevas generaciones que van subiendo y que pueden pensarse falsamente a
salvo, porque jamás entenderían que algo tan funesto e inaudito como esto,
pueda volver a repetirse.
Esta noche es la última de proyección del filme en la
sala de Miramar. Vaya y dese la vuelta para que reflexione sobre esta época tan
dolorosa, y de paso, con su presencia apoya el cine isleño.
Sent from my Galaxy S®III
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