Serie narradoras puertorriqueñas: María Bird y el pago de una deuda
existencial
Cómo escribí mi cuento favorito
Especial para Boreales de Yolanda Arroyo Pizarro
Con mi cuento El deber me sumo a la larga lista de escritores que paga deudas existenciales
al escribir. Es mi cuento favorito de mi primer libro de cuentos, Tras esas gafas de sol. A pesar de haberlo releído cientos de veces,
aún se me eriza la piel al leerlo. Recientemente me pasó lo mismo al leerlo
traducido al inglés. Me ha impactado el saber que lectores han reaccionado
igual a pesar de no estar al tanto de la historia detrás del cuento.
El cuento está basado en una
experiencia que tuve cuando estudiaba becada
una maestría en asuntos latinoamericanos en la Universidad de Nueva York
(NYU) en la década de los 1980. Un día transitaba con mi prisa característica
por las calles de la ciudad y pasé al frente de la famosa tienda de música Tower
Records. Al mirar hacia adentro me topé con un famosísimo cantante
latinoamericano que estaba solo, sentado frente a una mesa con las hileras de sus
casetes al frente. Se veía triste, humillado y apagado. La tienda estaba llena
de turistas y residentes, pero no había un alma en la sección donde estaba el
cantante. Supe enseguida quién era pues crecí escuchando sus hermosas canciones
por ser uno de los varios ídolos de América entre las décadas de los 60 y 80.
Estaba relativamente joven, pero no era un secreto que tenía problemas serios con
el consumo desmedido del alcohol.
Me impactó verlo tan decaído, y
titubeé si entrar o seguir. Recuerdo que
la mirada de él se encontró con la mía y caí en cuenta que él sabía que lo
había reconocido. Mucha gente piensa que soy anglosajona por mi físico, así que no tenía él por qué esperar que lo
reconociera. Pero supe que mi mirada de asombro y el paso desacelerado me
delataron. Era una época en la que la prisa era uno de los combustibles de mi motor
existencial así que no me detuve a pesar de que sentí mi alma desgarrada.
Han pasado casi tres décadas y
todavía me arrepiento de no haber parado ese día a rendirle pleitesía, no solo
porque me encanta su música sino porque era mi deber como latinoamericana
pararme y rescatarlo por unos minutos del olvido. Hay muy pocas cosas de las que me he
arrepentido en mi vida, y esta es una de ellas. En el cuento mezclo la ficción,
por supuesto, para realzar el dramatismo, pero reconstruyo la historia, con un
final feliz para ambos, para pagar esa
deuda.
“Carolina lo observó con disimulo mientras
analizaba un cedé. Estudiaba al personaje con el rabillo del ojo, convencida de
que lo conocía. Trató de ubicarlo en alguna memoria de sus cuatro décadas de
vida. Sabía que no pertenecía a las dos más recientes. Esas estaban
protagonizadas por su marido médico, su hija Kathy de diecinueve años, el
consultorio de la Quinta Avenida, las temporadas en su chalet de Colorado y sus
muchos viajes alrededor del mundo. Echarle un vistazo rápido al nombre del
cantante en los discos compactos aceleraría el proceso de identificación, pero
hubiera acabado con la urgencia repentina de lograr el cometido, paso a paso,
sin prisa. Por el altavoz de la tienda comenzó a escuchar palabras familiares,
sonoras erres y las sílabas fuertes de esa lengua que Carolina había relegado
hacía tres décadas y convertido en su segundo idioma. Uno de los tantos pasos
que había dado para sepultar su pasado.
“Gracias a tu mirada, tengo la esperanza de escapar
de este martirio”.
Cada palabra, cada nota musical aceleró la travesía
sentimental de Carolina. Sintió cercana la identidad del hombre cuando se
remontó a su temprana niñez: los muebles de la sala tapizados en tela floreada
y revestidos de plástico para protegerlos; los mosquitos, las imágenes
religiosas de las que colgaba el ramo de palmas, el piso de losetas grandes con
máculas negras que parecían gusanos. El protagonista en la sala era el
tocadiscos junto a las hileras de elepés”.
María Bird Picó es autora de Tras
esas gafas de sol, su primera colección de cuentos, publicada por su propia
editorial, Publicaciones Te Pienso. Es periodista y trabajó con The San Juan
Star en las décadas de los 80 y 90. Ahora dirige una revista iberoamericana
especializada en comercio minorista. Dos
de sus cuentos son parte de la antología Te
traigo un cuento, publicada por la Editorial
UPR en el 1997. Es también guionista y escribió el guion del cortometraje La mecedora, protagonizado por Johanna
Rosaly y Jacobo Morales, el cual es parte
de la colección Voces de la mujer de la Corporación de Cine.
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