Serie narradoras
puertorriqueñas: Miranda Merced y la pérdida de la memoria
Cómo escribí mi cuento
favorito
Especial para Boreales de
Yolanda Arroyo Pizarro
“Al tratar de recortarla encontraron hebillas mohosas dentro de la enorme
madeja solidificada…
Medusa Rivera del Río, ex
reina de belleza, ex política influyente en decisiones municipales, soltera,
venida a menos tras sus episodios de confusión, imperdonables olvidos y
repetidos descuidos, había decidido cortar su cabello, el cual no peinaba desde
que la despidieron por no tener nada en el cerebro. No se preocupe, nosotras
vamos a su casa. Tras un ligero baño se recostó en un diván mientras las
estilistas llegaban a arreglar su cabello. No quisieron despertarla, le darían
la sorpresa.
Cuando
las mejores tijeras fracasaron, las mujeres convocaron a un selecto grupo de
profesionales. Llegó el alcalde, el médico, un ingeniero mecánico y dos
obreros, los más fuertes de la construcción aledaña. Intentaron con afilados
escalpelos, seguidos por seguetas
manufacturadas con el mejor acero. Alguien sugirió un serrucho inventado
por un sueco a las órdenes del gobierno. El alcalde mandó por la herramienta.
Tuvieron que registrar cuatro almacenes y dos sótanos. Aunque dieron con el
aparato, el esfuerzo resultó inútil. Se procedió a usar una sierra eléctrica,
la vibración sólo consiguió que tres ratas desalojaran lo que consideraban su madriguera.
La masa continuaba siendo empero, un apretado nudo imposible de manejar. La
niñita del pirulí en la boca repitió por enésima vez, mami usa aceite caliente.
Con las gotas de sudor chorreando desde la coronilla, el ingeniero mecánico
añadió, se me ocurre ablandarlo con aceite caliente.”
A mis oídos llegó la historia acerca de la triste situación de una mujer
brillante venida a menos. Se trataba de una profesional muy respetada en su
rama, quién al envejecer desarrolló una de esas afecciones que tienen que ver
con la pérdida de la memoria. Vivía sola
y no tenia quién se ocupara de su salud y rutina. Algunos amigos la fueron a visitar
y al conocer la situación en la que vivía decidieron ayudarla. Uno de los pasos
fue llevarla a recortar el cabello a un salón de belleza. La frase “Al tratar
de recortarla encontraron hebillas mohosas” dentro del cuento es literal y,
aunque sorprendente en la vida real, es menos extraño de lo que puede parecer a
simple vista, por lo que entendí debía ser mirada con mayor profundidad.
Son varios los factores que juegan simultáneos en el cuento corto “La
cabeza de Medusa”, como varios los que en la vida permiten que una mujer que en
un momento fuera productiva, admirada y hasta envidiada, llegue a la
obsolescencia una vez no pueda ser más útil. Es una de las más directas
declaraciones de cosificación, a la cual puede llegar una sociedad. Un atleta es
vitoreado, mimado y celebrado mientras sorprende con sus logros a los
fanáticos, lo mismo un profesional exitoso dentro de una organización o una
mujer hermosa en un concurso de belleza. Y como todos desean estar con los que
ganan, siempre está el buscón de carrera, esperando un aventón con el
triunfador, el político que encuentra la forma de sacar provecho de cualquier
situación: positiva o negativa, el curioso que se une a los incidentes, pasando
a formar parte de ellos aunque se trate de situaciones y personas ajenas. Así
mismo, cuando las personas dejan de ser utilizables para los que le rodean
pueden suceder dos cosas: pasar al olvido hasta que abandonan este plano o
convertirse, de repente, en la razón para una buena obra, que de paso convenga
a los intereses particulares de cada cual.
En este cuento la mujer, dormida o inconsciente, se pone en manos de
toda la comunidad que, ante la fascinación del espectáculo, trata de resolver
la incógnita, al punto en que ya la mujer no es lo importante, nada importa si
fue de gran servicio para la sociedad, si nutrió con sus conocimientos las
vidas y carreras de cientos, ni siquiera si la vida misma está en riesgo; solo
el proceso consigue protagonismo, la conquista, la excitación que provocan los
asuntos que logran sacarles de la cotidianidad. A la gente ya no le importa la
mujer con la enorme madeja de cabello, lo que importa es todo lo que se puede
sacar de esa madeja, y la celebración que seguirá una vez se llegue a la
conclusión.
A pesar de estar aparentemente ausente durante casi toda la trama, la
figura de la protagonista es poderosa, ya que logra poner en acción a todos los
demás personajes a su alrededor. Ninguno de los actantes, ni siquiera (y ojalá
que) el lector, queda impávido ante el caos ocasionado por una cabeza que, para
no tener nada dentro de ella, provocó un impacto considerable.
Decidí manejar el tema con un tono algo ligero y eché mano al sarcasmo,
palabra derivada del griego que sugiere algo así como una mordedura de labios,
por ser el sarcasmo una de las herramientas más útiles para la crítica efectiva.
Al no ser un juicio directo, el interlocutor no está tan a la defensiva y se
siente dispuesto a prestar sus sentidos
con mayor facilidad al que expone. Acepto que no siempre es posible entender este tipo de lenguaje, el sarcasmo,
pero cuando el ser humano lo logra, la comunicación logra marcar al individuo
de por vida.
Cuento: La cabeza de Medusa
Libro: Almarios en alquiler
Junio del 2013
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