La empecé a leer durante el viaje a Santo Domingo, y me resultó tan cautivante que de un tirón ya iba por la mitad. Luego llegué a la isla y la terminé. Hice mis anotaciones, mis investigaciones, marqué, le pasé hightlight a las partes neurálgicas, doblé las esquinas de las páginas imperdibles y redacté una reflexión que se convirtió en el documento leído la noche de su presentación el pasado sábado en Borders.
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Las observé por un instante. Dos, me dije, y la luz del ventanal se apoderó de la sala de estar de aquel apartamento. Entonces, cerré la puerta.
Así termina la novela. Este es el final de Náyade. ¿Qué observó Matías? ¿Por qué por un instante nada más? ¿El cierre de esa puerta da continuidad a la historia fuera de la historia? Es obvio que se le quita la pausa al suceso que inició hace un año atrás. La novela es todo un Racconto literario o un Flash Back extendido que va y vuelve. Las digresiones de pensamiento de Matías nos mantienen al borde de la silla, en ese ir y venir de los océanos. Los océanos y las masas de agua que no se mencionan directamente en la novela, adornarán la misma durante todo el relato y es que Náyade es un tipo de ninfa acuática, comúnmente asociada a fuentes y manantiales. La náyade de Matías, llamada Cibel, es indudablemente una ninfa, y es indudablemente una divinidad manipuladora, es ventrílocua del deseo, es una autodenominada actriz maniquea, que acepta su papel y lo desempeña acorde. Náyade, en biología es también la ninfa acuática de ciertos insectos, tales como las libélulas. Cibel hace un despliegue apoteósico de sus alas, de un revoloteo seductor que logra convertir a Matías en la presa que cae en su trampa de agua.
Náyades, es además, el nombre de ciertos moluscos bivalvos, de dos válvulas, de agua dulce que habitan ríos y lagos. Bivalvo. Bipartito. No trino sino dicotómico. No Matías, Cibel, Estela. Sobra uno. ¿Quién sobra en la ecuación de esta historia?
Los moluscos de esta náyade, de esta Cibel, saben a almejas pepitosas, a ostras zalameras, a calamares pulposos, a caracoles babosos. La reproducción de los moluscos es exclusivamente sexual y pueden ser hermafroditas simultáneos o consecutivos, con capacidad de autofecundación o sin ella. Interesante alegoría sobre la femineidad de la ninfa. Matías viene a hacer el papel del suplidor de espermatóforos, esos sacos llenos de material para reproducir que poseen ciertos machos de la especie.
En facebook aparecen 114 entradas de resultados de mujeres cuyos nombres son Náyade: Náyade Aguilar, Náyade Navarro, Reyes, Jiménez, López, Espinosa, Delgado, Serrano, Ramírez. Náyade Acosta que es una bebita de 8 meses a la que sus padres ya le sacaron facebook. Náyade Santana, que es una viejecita de casi ochenta años. Una Náyade que es un hombre travesti y una lesbiana transgénero de apellido Cruz Méndez. También hay un Náyade que es varón, representante gubernamental de un país suramericano. Existe incluso una llamada Náyade Pinochet.
Y llegamos a Náyade Jorge, amigo de un estudiante de la Universidad de Salamanca que estudia en una universidad en Grecia. También hay una Náyade Valentine, que no sé hasta qué punto ha sido creada en la página social para hacerle publicidad a la novela del autor.
Náyade es en astronomía, una luna de Neptuno. Así que muy personalmente, y por mi relación con la luna, esta novela me habla, me seduce, me voltea como media.
Cibel encarna la divinidad del curso de agua que habita, de Matías, de Sandra, de Estela, de la misma forma que las oceánidas eran las personificaciones divinas de los ríos y algunos espíritus muy antiguos que habitaban las aguas estancadas de los pantanos, estanques y lagunas. En la leyenda, Cibel se rodea de eunucos y animales que le rinden culto y se ofrendan a ella, acaso la llegada de los personajes rotos que la rodean y llegan hasta su orilla implica esa concepción legendaria.
La novela tiene un códice: el ingreso del antiguión. No hay guiones. Las conversaciones se abalanzan a mitad de párrafo, al inicio de este, cuando apenas se termina una narración, una descripción. Quienes hablan son abatatares todos que pueden identificarse por lo que dicen y hacen, sin la necesidad de acotaciones. Esto va muy acorde con las últimas tendencias de la Latinoamérica novelesca.
Aunque las náyades estaban asociadas con el agua dulce, las oceánides con el agua salada y las nereidas específicamente con el mar Mediterráneo, había cierto solapamiento debido a que los griegos pensaban en las aguas del mundo como en un sistema único, que se filtraba desde el mar a profundos espacios cavernosos en el seno de la tierra, desde donde subía ya dulce en filtraciones y manantiales. La Novela responde a un comentario que le hacen al autor: Tienes que ser como el agua. También nace de la preocupación de la parafilia en los diferentes entes de la violencia y como un eco sobre las reflexiones eróticas del alimento intelectual y artístico que nos han dejado Georges Bataille, Judy de Grand, Margarite Duras y Mario Bellatin.
La fuente de agua de Cibel muta a través del relato. Primero es Matías, luego Sandra, luego Estela. Con esta última decide entrar en un rito de adoración al modo taino, en donde la mezcla de yerbas para oler e infiltrarse en el mundo de las alucinaciones, es un viaje sin retorno.
Al final, Valentine nos embiste: Estela, me estoy muriendo, coño. Y luego la oscuridad de esta creación mía. Es lo que se nos notifica en la página P. 137. El acto consagrador de la ingesta venenosa, de empujar al otro hasta el límite, es el estrangulamiento para dar paso a una mejor eyaculación que se convertirá en el nuevo status de vida de Matías.
En el mito de Cibeles, esta diosa ejerce poder sobre todas las criaturas de la naturaleza, y esto puede ser comparado con el bestiario que se muestra en la obra en las páginas en que se habla de serpientes, flamingos y otra fauna. En el mito, también Cibeles seduce a su hijo Atis (una representación de la extraña patología que se da en la relación de desajuste Matías y su madre. En el mito, Cibeles seduce a Atis de una y mil formas. Luego lo rechaza. Atis termina enloquecido y en medio de un acto de perturbación, termina castrándose y engulle los órganos reproductores que se ha quitado. El desenlace de esta novela mimifica el mito de Atis y Cibeles en la medida en que Matías queda solo y es despreciado por esta diosa que ahora se vuelve dicotómica, duplicada eróticamente, doble cabeza y doble lengua, con su consorte femenina. Matías elige fijar una amistad asexual con la inquilina del prostíbulo cerca a la Estación B como un autocastigo a su vida de promiscuidades que se ve apagada ante los actos de contrición fraguados por la ninfa que ahora ha de morar en otras fuentes y manantiales.
Náyade, la novela de Jorge Valentine es, necesaria. Ha sido sumamente placentero encontrarla en las letras de mi terruño.