Observar a David,
sentir a David, dejarse seducir por David. El poeta, ensayista, narrador y
performero David Caleb Acevedo, alias Elijah Snow, es uno de los artistas más completos,
talentosos y fiebrúes que conozco. Por estos días se aproxima a publicar su
nuevo proyecto editorial, una novela titulada ‘El oneronauta’. Esta novela se
inserta en la mejor tradición de la literatura Queer/fantástica/ onírica
puertorriqueña y utiliza pinceladas de realismo sucio, hiperrealismo y técnicas
de escritura transgresora. Relata el advenimiento y la madurez de un jovencito
que se va convirtiendo en adulto mientras descifra su vida desde los sueños y
la guía que estos, y los personajes que en sueños se le presentan, ofrecen.
Las tres obras
recomendadas de hoy sobre el autor, involucran su sintonía con el mensaje que
desde la literatura Acevedo nos vocea. Comenzando con su poesía supra erótica en
inglés en Hustler Rave XXX donde involucra
al también escritor y gestor cultural Charlie Vázquez, pasando por su aclamado Diario de una puta humilde y terminando
con el poemario Empírea, David Caleb
no agota los temas de su poética, ni las formas de su construcción. En el Diario, por ejemplo, nos dice: “No
pretendo que este libro se convierta en un retrato del país, o un retrato de
sus comunidades LGBTTQQI y las prácticas sexuales tras bastidores de las que
nadie quiere hablar. Es un tratado literario sobre las desavenencias del sexo,
sus posiciones, roles, políticas y negociaciones. Asimismo, funge como un
ensayo sobre cómo narrar el sexo con honestidad hasta descarnar el morbo. ¿Qué
queda cuando se le quita el morbo al sexo sino literatura?”.
Egresado de la
Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras, Acevedo ha publicado en
revistas tales como Boreales, Pastiche, Tonguas, Poui, The Caribbean Writer,
Contornos, y L’Antesala. Asimismo, su trabajo ha aparecido en las antologías
Nueva Poesía Hispanoamericana, editada por Leo Zelada, EM, Edición mínima Antología de Sótano Editores 00931, De Pingazos: Antología Gaybiqueer de Editorial La Tuerca, Los otros cuerpos,
editada por Moisés Agosto-Rosario, Luis Negrón y el mismo David Caleb Acevedo,
Cuentos de oficio, editada por Mayra Santos Febres, Open Mic/ Micrófono abierto
(Hostos Review #2), editada por Mayra Santos Febres, Los rostros de la hidra,
editada por Julio César Pol, From Macho to Mariposa, editada por Charlie
Vázquez y Charles Rice-González y Ó: Antología del Colectivo Literario
Homoerótica. El autor es además traductor de la obra de más de una docena de
escritores, entre los que se encuentran: Karen Sevilla, Yolanda Arroyo-Pizarro, Ángel Antonio Ruiz Laboy, Emilio del
Carril, Moisés Agosto-Rosario, Ana María Fuster Lavín y Charlie Vázquez.
Ha publicado también
el poemario ‘Bestiario en nomenclatura binomial’ (Editorial Aventis, 2009) y actualmente,
mientras da los toques finales a su primera novela ‘El oneronauta’ edita una antología
junto a Ana María Fuster, ‘Los colmillos de la muerte: antología puertorriqueña
de cuento gótico, espíritus nocturnos, vampiros urbanos y otros vicios de
sangre’.
Incluimos el poema
de su autoría, El acantilado:
El acantilado
por David Caleb Acevedo
El mar rompió con su más gigante ola
contra el acantiladoe hizo que los cuervos gritaran de espanto.
Y tú me miraste
los ojos llenos de lágrimas
y supe que hasta aquí, no había forma de continuar juntos.
El sol sale siempre del este
aunque lucha contra las nubes que prometen lluvia en las madrugadas
aunque los corazones rotos se prometan la peste mutua
hoy no, esta no será una de esas despedidas de traición.
El mar retumba contra el acantilado,
y yo solo pienso en tirarme,
caer solo para estar lejos,
porque siempre he estado lejos,
hemos estado lejos
tan lejos como los vecinos cuervos
los vecinos Johnstons, que viven camino arriba
en la carretera 45, cerca del molino de viento…
¿Por qué tenemos que estar tan lejos?
La banda municipal comienza a marchar,
este es un día de esos en que hasta los pianos caminan
y te digo, con lágrimas en mis ojos
no importa si nos despedimos,
siempre serás el amor de mi vida
y es en momentos como éste,
en los que sabes que has dado toda una vida
y que tu corazón ya no puede darse más a la entrega.
Y entonces, con la banda municipal
tocando imposiblemente en el acantilado,
el acordeonista flotando sobre nosotros,
y un pianista incongruente sonriéndonos,
te abrazo
y nos reímos, amigo imaginario de la infancia
para luego dejarte ir.
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